Transiciones: en el camino

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Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Profesor-investigador del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colegio de la Frontera Norte

sábado 9 de enero de 2016

Las elecciones de los años 2016 y 2017 son dos obstáculos en el camino sucesorio de 2018. Representan la prueba de fuego para todos aquellos que aspiran a convertirse en candidatos a suceder a Enrique Peña Nieto. En un Sistema político de distinta naturaleza que el nuestro, más que un escollo, las elecciones locales deberían ser una oportunidad de corrección del rumbo, una radiografía del sentir ciudadano para aceitar las maquinarias partidistas y encarar los nuevos procesos electorales, un indicador para conocer el sentido del voto y las oportunidades de algunos precandidatos, y un largo etcétera.

En un sistema presidencialista como el nuestro, en el que, a diferencia de regímenes semipresidenciales o parlamentarios, la personalización de la política es parte de la vida pública diaria, los comicios previos a la elección presidencial, le sirven a los partidos y a los gobernantes para trazar estrategias que permitan derrotar a los enemigos y adversaries internos y externos a sus partidos. Pongo un ejemplo, en el PRI hasta el momento hay cuatro precandidatos. Tres secretarios de Estado y el presidente nacional del partido. Aurelio Nuño Mayer, Luis Videgaray Caso y Miguel Ángel Osorio Chong (secretarios de Educación Pública, Hacienda y Gobernación, respectivamente), a los cuales se suma Manlio Fabio Beltrones Rivera. La lucha interna será implacable y paradójica: solo a Manlio Fabio le conviene que el PRI gane las elecciones locales de 2016 y 2017; un triunfo contundente del partido situaría a Beltrones en la antesala de la candidatura presidencial. A los otros tres les conviene que no gane el PRI (o Manlio Fabio), o que según su ramo, no vaya bien la educación, la economía y las finanzas o la seguridad nacional y los asuntos politicos; esos problemas descartan a los contendientes. Aún así, es el partido con más activos sucesorios.

En el PAN, al parecer las elecciones pudieran descartar a uno de los suspirantes: el actual gobernador poblano, Rafael Moreno Valle. Con una intense campaña publicitaria ha querido aparecer como una de las cartas fuertes del panismo; en realidad las posiblidades se reducen a dos: el propio Moreno Valle y Margarita Zavala, quien carga con el estigma de su marido, el expresidente Felipe Calderón. Será muy difícil para ella construir una imagen independiente cuando todo mundo sabe que hubo responsabilidades compartidas sobre asuntos trascendentes durante su sexenio.Como partido opositor, las derrotas panistas pueden ser major capitalizadas por Zavala pues ella no ostenta cargo alguno ni en el gobierno ni en el partido. Le conviene que Moreno Valle se descarrile en la elección de su entidad.

En el PRD el panorama es desolador; no abundan los precandidatos, salvo el jefe de gobierno capitalino, Miguel Mancera, quien tiene posibilidades internas, pero al parecer nulas en la competencia abierta. Agustín Basave el nuevo líder la tiene cuesta arriba con la herencia de los Chuchos. Estos siguen con su discurso monotemático y obsesivo: impedir que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) sea presidente de la República. No menos problemática para la nueva dirección es la política de alianzas, sobre todo con el PAN que a tantos militantes ahuyenta. Evidentemente se trata de alianzas coyunturales y electoreras. Tan es así, que los dirigentes panistas descartan una coalición con el PRD para la candidatura presidencial. Más claro ni el agua.

La prueba más fehaciente de la personalización de la política bajo un sistema presidencial es AMLO. Será el candidato de MORENA, independientemente de los resultados de los próximos dos años.  Hay ya sondeos locales que indican la preferencia ciudadana por un partido diferente a MORENA pero que votarían por AMLO en el 2018. Sin duda, habrá voto cruzado en la elección presidencial. Pero hoy AMLO les lleva la delantera al resto de los suspirantes. Ignoro si se vaya a reeditar la campaña negra de 2006 de “AMLO es un peligro para México”, pero si le van a echar montón. Esa es una estrategia de doble filo pues al victimizarlo la gente lo puede arropar y ganar más adeptos. Ya veremos. Por lo pronto las elecciones en 13 entidades de la República están a la vuelta de la esquina y anuncian el trayecto de la madre de todas las batallas: la sucesión presidencial de 2018.