Transiciones: En el camino de la sucesión

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Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Profesor-invesitgador del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 13 de agosto de 2015

Previo a la instalación de la LXIII Legislatura de la Cámara de Diputados y a semanas del arranque del proceso electoral en  13 entidades de la República, en 12 de las cuales se elegirán gobernadores, los tres partidos mayoritarios se encuentran en plena etapa de renovación de dirigencias. Como sabemos, uno de los momentos más críticos en la vida de los partidos es el de cambio de dirigentes, otro más, el de designación de candidatos. Las historias sobre las crisis partidistas durante ambos procesos son de sobra conocidas.

Por lo que ha sido la historia reciente, tanto en el PAN como en el PRD, se auguran mayores dificultades durante el actual relevo de liderazgos. El partido en el poder, el PRI, al parecer podrá salir sin marcadas fracturas merced a dos situaciones coincidentes: detenta la Presidencia de la República y eso le permite contar con una línea que sus militantes acatan con disciplina; y ha decidido que la estafeta la tome el líder de una de las fracciones más importantes del partido, Manlio Fabio Beltrones.

En un sistema presidencialista como el nuestro, el jefe máximo del partido es el presidente; eso le garantiza la disciplina necesaria para afrontar los procesos electorales sin grandes fisuras. Una vez que el PAN perdió las elecciones en 2012, las divisiones afloraron. No hay un centro de poder que le permita arbitrar sus diferencias. Este mismo esquema se reproduce en las entidades del país, donde los gobernadores concentran poderes que a veces ponen en crisis a la misma autoridad presidencial. Desde 1994 el poder que se le acotó a la Presidencia lo asumieron los gobernadores. Sin embargo, el centro federal sigue siendo el fiel de la balanza.

En el proceso actual de renovación de dirigencia, el presidente Enrique Peña Nieto se encontraba ante una disyuntiva: nombrar a alguien de su círculo cercano o a quien encabeza a un grupo fuerte lo que le evitaría una grave exclusión. Se decidió por esto último en una jugada que le permitirá afrontar los 13 procesos de este año y los 3 de 2017 con expectativas de éxito, tomando en cuenta que serán un total de 14 gubernaturas en disputa, casi la mitad del país, previo a las elecciones presidenciales de 2018.

Desde luego que dentro de su grupo de colaboradores no era bien visto que llegara a la dirigencia nacional priista un “externo” como Manlio Fabio. El mejor considerado por ellos era el jefe de la oficina de la Presidencia, Aurelio Nuño Mayer. Finalmente, Peña Nieto decidió lo más atinado para su partido: optó por el sonorense, todavía coordinador de la bancada priista en la Cámara de Diputados. Como escribió Jorge Zepeda Patterson: “En las últimas semanas la oposición de la ortodoxia política y la incomodidad que genera la falta de oficio del grupo a cargo del Ejecutivo, provocó oleadas de resistencia. Finalmente, el Presidente tuvo que decidir si apostaba a gobernar en solitario, con el exclusivo apoyo de los suyos, convirtiendo al PRI en una extensión del Grupo Atlacomulco imponiendo a su jefe de oficina en el partido, o transigía y cedía a la oposición la cabina de mando del tricolor. Con la decisión a favor de Manlio Fabio Beltrones, Peña Nieto apuesta por la negociación y el consenso dentro de sus tribus”. (“Dinos contra saurios: El PRI contra Atlacomulco”, sinembargo.mx, http://www.sinembargo.mx/opinion/09-08-2015/37820)

Sin duda, la decision presidencial tiene mucho que ver con la baja en su popularidad; los resultados de los más recientes sondeos de opinion muestran una caída brusca en la percepción ciudadana acerca de las decisiones y el rumbo de su gobierno. En ese contexto, encerrarse en su grupo íntimo y que éste sea el receptáculo de las críticas ciudadanas podría dejarlo sin “delfines” en el proceso de sucesión presidencial. Es una apuesta de doble filo desde luego: si Manlio Fabio Beltrones logra que su partido gane la mayoría de las elecciones de 2016 y 2017 también se situaría como un candidato fuerte para encabezar la lucha por la Presidencia en 2018. Por lo pronto el sonorense dice que acabó la “sana distancia’ del partido con el presidente y que todo lo consultará con Peña Nieto. Desde luego que es líder priista con “más tablas”, como se dice en el argot politico. La carrera presidencial ya arrancó.

 

 

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