Opinión de Jesús Rubio Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

lunes 15 de junio de 2020

Cuando era adolescente hace más de veinte años trabajé a cargo del sonido en las cabinas de Radio Nuevo León. Mientras que en el 102.1 de frecuencia modulada (F.M). podías escuchar música clásica, jazz y canto nuevo en una estación llamada Opus, en el 1510 de amplitud modulada (A.M.) tenías acceso a cumbias norteñas y música vallenata, esta última en un programa conducido por “Cory Colombia” y operado por Servando Monsiváis. Su programa tenía un alto rating entre los habitantes de los barrios marginados de Monterrey. En cierto sentido, esa dualidad en la programación musical de Radio Nuevo León, refleja la desigualdad existente en mi ciudad, solo que ahora con el Bronco, la música clásica se fue a A.M. en una lucha por el control de los contenidos en medio de su aventurita presidencial.

Antes de esa experiencia trabajé en F.M. Globo y en Stereo Rey, la primera de música pop y rock en español en sus mejores épocas y la segunda de música instrumental y diversos géneros en idioma inglés. Mis gustos musicales, quizás debido a esas experiencias trabajando en estaciones de radio son muy amplios. La música vallenata romántica me gusta por la profundidad de sus letras y la alegría de su música, cuyo principal instrumento es el acordeón. He tenido la gran oportunidad de escuchar vallenato en vivo en la Matildelina y la Gaira en Bógota con amigos regios, ahora bogotanos y han sido de las mejores experiencias musicales.

Sin embargo, nunca me gustaron las “colombianas rebajadas”, tan escuchadas en los barrios de Monterrey desde hace décadas, que no es más que la misma canción, pero a menos revoluciones por minuto. Esta es la música que guía la trama de la película Ya no estoy aquí, disponible en la plataforma Netflix. Para los amantes de esa música, es “pura crema” y parafraseando a Ulises, así dura más la canción que te gusta. Cuando Ulises conoce a una mujer originaria de Colombia  que trabaja en un bar en Nueva York, le comparte sus canciones rebajadas y ella le dice “qué es eso, le faltan pilas”, dándole a entender que no le gusta. A quienes les gusta el vallenato rebajado poco les importa que a ti te guste, porque así se afirman frente a los otros. La música de la película es excelente, con algunos clásicos vallenatos infaltables de Lisandro Meza.

No le cambiaría nada a la película. Como habitante de Monterrey e investigador social puedo decir que la película ni exagera, ni oculta nada de la parte más marginada de Monterrey. Jóvenes sin muchas oportunidades que viven en barrios dominados por la exclusión, la pobreza y el crimen.

Hace unos años visité con un grupo pequeño de estudiantes el Centro Comunitario Bicentenario en la Colonia Independencia, donde fue filmada la película y que fue construido durante el sexenio del ex gobernador Rodrigo Medina. Eran alrededor de las seis y media de la tarde. Tan pronto me estacioné y entramos, dos oficiales de Fuerza Civil fuertemente armados fueron con nosotros y nos preguntaron que deseábamos. Me identifiqué como profesor universitario y le dije que quería que mis alumnos conocieran ese gran centro público, que cuenta con biblioteca, aulas de música, de corte y confección, cocina, gimnasio y canchas.

Uno de los oficiales nos dijo que era mejor que nos fuéramos, que tan pronto oscurecía la colonia se volvía muy peligrosa, que había muchas balaceras y casas de seguridad arriba en la loma y que donde me estacioné, adentro del centro, podían robarme el carro. Le dije que ahí adentro del centro había aún gente y me dijo: “sí, pero ellos son de aquí, ustedes no. Si se quedan, nosotros no los vamos a cuidar”. Ese es el ambiente en que creció Ulises, donde ni la policía te cuida y está por ahí digamos que de adorno.

Regresé después al centro de la Independencia, así como al de la Colonia la Alianza y a la colonia Fomerrey 45, La Estanzuela, a hacer trabajo de campo con jóvenes en situación de pandilla junto a un pequeño grupo de profesores con el fin de diseñar propuestas para la disminución de las violencias enfrentadas por las juventudes. El día a día de los jóvenes era una lucha entre cuidarse de los viciosos de la colonia, el uso de solventes como el tolueno y el resistol 5000 “para olvidarse de los problemas, para no tener hambre”, como hace Ulises al sentirse derrotado en N.Y., la violencia contra las mujeres, que por cierto curiosamente no enfrentaron “La Chaparra” ni sus amigos y niños que dibujan a detalle granadas y AK-45 mientras participan en los grupos de enfoque, como el niño al que Ulises le cambia el look al inicio de la película.

Volviendo a la película, para quienes esperaban que Ulises triunfara en N.Y., quienes hemos estudiado el fenómeno migratorio, sabíamos que sin redes de apoyo, de familiares, amigos y conocidos, era poco probable que lo lograra. Y quienes esperaban que se adaptara, aprendiera inglés junta a Lin, uno de los mejores personajes de la película y vivieran felices, era poco probable que alguien que se sentía poco adaptado incluso en su ciudad, lo hiciera en otro país.

La película tiene detalles de la vida de los jóvenes de los barrios en Monterrey, no solo de la Independencia, la Alianza, la Estanzuela, sino de cientos de colonias en Escobedo, Apodaca, Guadalupe, Juárez, Santa Catarina o García. Muchos jóvenes, cuando vean la película, ya que Netflix no es la mejor plataforma para que ellos tengan acceso, se sentirán muy identificados.

Los jóvenes que duermen en los techos de sus amigos o extraños cuando no tienen donde pasar la noche es un excelente ejemplo de ello. Es el lugar más seguro, lejos de los maleantes y de la policía. Cuando apresan a Ulises en N.Y. es precisamente por haber dejado el refugio seguro que le da el techo de Lin. 

La película es un retrato fiel no solo de la época de lo peor de la lucha contra la delincuencia organizada, sino de la realidad actual en nuestra ciudad y a la que no podemos hacernos de la vista gorda. El Ulises inocente, bueno, que no se quiere meter en problemas, pero vive en un barrio donde es fácil caer en las garras del vicio y la delincuencia es la realidad de miles de jóvenes en nuestra ciudad y vale la pena luchar porque esto no suceda.

Dr. Jesús Rubio Campos

El Colegio de la Frontera Norte