¿Y si la visita hubiese sido al norte?

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Opinión de Cirila Quintero Ramírez investigadora del Departamento de Estudios Sociales de El Colegio de la Frontera Norte, sede Matamoros de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 29 de marzo de 2012

La visita reciente del Papa a México, además de otros asuntos relacionados con la Iglesia que se están discutiendo en el Congreso Federal, y próximamente en los Estatales, no deja de llamar la atención en torno a que algo está cambiando, y para algunos, como la que escribe, el cambio parece ser una involución en cuanto a la división que debería existir entre la vida pública y la vida privada, y la división entre  instituciones como la Iglesia y el Estado, ambas, como se estableció desde Juárez, tienen ámbitos de acción diferenciados. Algo que no debía ser olvidado. En ese sentido, los gobernantes dado su investidura pública deberían abstenerse hasta donde sea posible de mostrar sus creencias de manera pública, lo pueden hacer de manera privada, pero sin llevar detrás de sí a un mundo de reporteros, dar declaraciones durante su asistencia a los servicios religiosos, porque esto lástima la laicidad que debería predominar en los gobernantes, o representantes, del poder público, y sobretodo porque van en contra de las leyes que rigen al país.

La realización de la visita del Papa a Guanajuato también llama la atención, primero, porque este Estado, así lo registra la historia, ha sido uno de los bastiones del sinarquismo en México, es decir donde los partidos políticos vinculados con la Iglesia han tenido más relevancia. Segundo, por ser junto con Jalisco uno de los estados que más se ha distinguido por su acendrado catolicismo que ha desatado conflictos como la Guerra Cristera. Finalmente, porque esta visita fue más una convivencia con las clases altas y pudientes del país que con los mexicanos en común, en ese sentido, como diría los jesuitas, la preferencia de la Iglesia  por los más pobres, al menos en esta visita, no estuvo presente. Lo visto en los medios de comunicación muestra más a un mexicano poco común: blanco, instruido, con dinero, que al común de los mexicanos. El pueblo fue aquel que estuvo en las vallas a lo largo del camino que cruzo el Papa, pero con los que no se detuvo a platicar; algunos de éstos mexicanos  pudieron llegar por lo menos a la misa multitudinaria, por su cercanía con una Iglesia, o geográfica, pero no fueron los contaron con los lugares más cercanos, o con los que se reunió o convivió el Papa, en esas reuniones sólo los más pudientes o con poder político pudieron estar.

Me pregunto ¿porqué la visita del Papa no fue al Norte o al Sur? Tal vez la lectura de la visita podría haber sido otra. En el Norte desde siempre ha habido un respeto hacia la diferencia de creencias, aquí los católicos y los denominados protestantes han convivido de manera cotidiana. Las iglesias podían estar situadas muy cercanas una de la otra, sin mayor problema. Pero más importante, hubiese sido que  las reuniones se realizaran con tantos dolientes que hay en esta región, y que una plática, con el representante de Dios, hubiese sido un remanso de paz para ellos, al menos para desahogar sus penas. Por ejemplo, ¿Por qué no una reunión con los padres de los bebes muertos en la guardería de Sonora?, ¿u otra con los familiares de los que han perdido un familia de manera colateral en una guerra contra la delincuencia que no está sustentada en medidas sociales, que realmente abatan la pobreza, la corrupción, la criminalidad que persiste en estas regiones?. Estos sólo son unos ejemplos, porque están otros tantos grupos que gustosos se hubiesen reunido con el Papa, como los de las madres de las mujeres muertas en Ciudad Juárez, el de las viudas de los mineros de Coahuila, los empresarios locales que han sido afectados en sus negocios, que han tenido que irse a vivir a otro país para salvaguardar su vida y de sus familiares, en fin, tanto grupos que una plática con el Papa  hubiese no sólo hubiese sido un consuelo sino una esperanza de que su sentir llegará, por intermediación del Papa, a los funcionarios que los gobiernan aquí en la tierra. Entonces, si la visita papal hubiese sido una muestra de que la Iglesia católica está preocupada y busca que su feligresía sea tratada con justicia y equidad. Posterior, a la visita del Papa a México, escuché la noticia de que en Cuba se estaba limpiando las calles de mendigos y pobres para recibir al Papa, nosotros en México, no deberíamos sorprendernos, nuestros gobernantes hicieron lo mismo, escondieron la  pobreza y la injusticia en que viven millones de mexicanos  durante la visita papal, y presentamos un rostro que es muy diferente al México real.