Y entonces la esperanza

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Opinión de Gabriela Muñoz Meléndez Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

martes 3 de julio de 2018

Si me dijeran pide un deseo

Preferiría un rabo de nubes

El mes pasado creí que habíamos como país llegado a un punto de no retorno y no lo digo por las noticias sobre desaparición de personas, abusos de poder, asesinatos, narco-mantas, la siembra de cuerpos despedazados, actos de corrupción y esa realidad grotesca y absurda que desgraciadamente ha sido normalizada como información de fondo; que no es suceso sino hasta que toca a nuestro círculo cercano o a nosotros mismos; y entretanto la vida no vale nada y el desprecio a lo que nos rodea y el miedo a los otros se instala. Pero mi apreciación no vino de volverme víctima de la criminalidad, sino de ver a un hombre anciano convulsionándose en una calle transitada de la Ciudad de México, con personas pasando apuradas para no perder el metrobús, para llegar a la cita en el restaurante de la esquina o para no perder su sitio en la cola a la entrada al teatro…afuera, cerca de la taquilla el hombre seguía convulsionándose y nadie se detenía a ayudarle, “mira no te acerques que si se muere te pueden culpar, te quitará tiempo la policía para atestiguar, no gastes los datos del móvil en llamar a la ambulancia que ni vendrá o no llegará a tiempo”…y mientras en el suelo un ser humano -como cualquiera de nosotros- se convulsionaba. Y un interés atrajo otros.

 

Un torbellino en el suelo

Y una gran ira que sube

 

Y conforme se acercaban las elecciones con frustración, enojo y hartazgo -no necesariamente en ese orden- entre mi cotidiano como muchos me preguntaba con no poco escepticismo si es que el suceso daría paso a una oportunidad de cambio de esa realidad horrenda que aunque quisiéramos ignorarla estaba ahí y no desaparecía por más argumentos frívolos que le paleáramos encima para enterrarla. Un par de días antes de las elecciones me encontré en Puebla, para la noche anterior sobre la ciudad flotaba una calma chicha. El domingo de elecciones cuando llegué a la casilla especial alrededor de las nueve de la mañana me encontré con una cola de mil personas, por lo que me di a la búsqueda de otra casilla especial en la zona conurbada para toparme con colas cada vez más numerosas, cuando vi dos mil personas esperando votar, decidí extender mi rastreo a los poblados cercanos; eso me llevó a Amozoc alrededor de las once de la mañana y ahí finalmente después de una hora de espera pude votar…para mi grata sorpresa distaba de ser la única en peregrinación para ejercer mi voto. Y en esa cola había una esperanza humilde pero nutrida y determinada, con los dientes apretados.

 

Un barredor de tristezas

Un aguacero en venganza

Y la tarde del primero de julio fue un compás de espera acompañada de una obsesiva revisión por todos los medios del avance de la jornada para enterarme en tiempo real del robo de urnas, de la violencia e intimidación en algunas casillas, de denuncias de compra de votos pero para atestiguar también una nutrida participación ciudadana -de 63.5 % supe más tarde-. Cuando a los nueve minutos pasados las ocho de la noche -cuando las casillas cerraron- el candidato oficial aceptó su derrota, reconoció al puntero, le deseó suerte e inició un efecto dominó sobre los otros dos candidatos no favorecidos con el voto popular, me pregunté seriamente si no estaba en otro país, uno desarrollado y civilizado. De repente me percaté que estaba siendo testigo de algo que no creí que vería en mi tiempo de vida, que no ocurriese el fraude electoral sino que se respetase el voto popular, entonces me conmoví, aún más cuando vi las celebraciones en el zócalo capitalino. Tal vez aquí debería aclarar que no soy militante de ningún partido político pero creo en la democracia, la responsabilidad propia y en el respeto al otro y al entorno.

 

Que cuando escampe parezca

Nuestra esperanza

Y he aquí que estamos ante una oportunidad, la realidad horrenda sigue ahí y los retos que enfrentamos son titánicos; esto demanda de todos y cada uno de nosotros una activa participación, paciencia, conciencia y determinación a querer cambiar y no hay tarea pequeña, va desde no tirar basura, respetar las señales de tránsito, no bloquear salidas, no ofrecer mordidas, no maltratar animales, dejar atrás los prejuicios, el desprecio, la gandaya y la desidia; en fin acortar con empeño esa larga lista de cotidianos que -quizás – se han instalado como barrera de contención ante una realidad apabullante. Esta mañana cuando me cedieron el paso y los automovilistas en hora pico no se mostraron aguerridos y mucha gente sonreía, me dio una minúscula razón para creer que tal vez pueda haber cabida a la esperanza.

 

(fragmento de la letra de la canción “Rabo de Nubes” de Silvio Rodríguez)

Dra. Gabriela Muñoz Meléndez

El Colegio de la Frontera Norte