Las opiniones expresadas son responsabilidad de quien las emite y no reflejan necesariamente una postura institucional de El Colegio de la Frontera Norte.
Comencemos con una aclaración: el turista es un etnógrafo aunque, como afirma el antropólogo francés Marc Augé, la frontera entre uno y otro no es un muro sino un umbral; un escalón que conecta –no que separa- con algo más. El turista, en este caso, vive en una ciudad de la frontera noreste de México con Estados Unidos, en donde ha atestiguado la militarización no sólo de la región debido a la violencia criminal sino también la de los puertos fronterizos. El turista, aunque a veces sin ganas, cruza la frontera. Los tours ocasionales al otro lado, son a razón de visitas a amigos, compras en el mall, consumo de fast food o de todo junto.
Continuemos con una viñeta etnográfica: un día antes del Día de la Independencia de México, el turista y su familia viajan al otro lado, para ver a los amigos, una pareja residente. Eso implica cruzar la frontera internacional. Lo hace por el puente que de lado estadounidense se llama Veterans Internarnational Bridge y de lado mexicano se conoce como Puente Los Tomates. Al entrar a la frontera, es visible que el puerto fronterizo está militarizado: varios humvees o vehículos militares multipropósito están afilados junto a la arquitectura de oficinas aduaneras a la izquierda. Un elemento del Ejército y otro de la Marina-Armada de México, platican entre sí con sus armas al costado.
Más adelante, casetas de cobro, donde hay que pagar antes de abandonar el país. Aquí no hay militares, sino civiles que se encuentran enclaustrados en las casetas, que cobran y oprimen el botón que abre la pluma o barrera vehicular. Sí hay, por el contrario, banderas de México. No porque se trate de días patrios, sino porque se trata de los últimos metros de la patria, y hay que marcarla. Lo que también hay son cámaras de vigilancia. Cualquier turista lo sabe, pero no cualquiera está consciente de que éstas ahora forman parte de un banóptico fronterizo: la vigilancia que se ejerce mediante tecnologías informáticas que, ahora, son utilizadas por los militares.
El turista, aunque viaja por gusto, también en automático o por obsesión deja salir al etnógrafo, al observador sistemático que cuestiona mucho aunque entienda poco. ¿Por qué los puertos fronterizos se militarizaron? Una revisión somera de noticias online le da la respuesta: una nota señala que el 17 de julio de 2020, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) anunció que la Sedena y la Semar tomarían el control de las aduanas y de los puertos fronterizos del país. Otra nota señala que el presidente tomó la decisión “para combatir la corrupción, el contrabando y el narcotráfico”.
Tratando de ser objetivo, el turista reconoce que esto último es cierto: la corrupción, el contrabando y el narcotráfico son comunes en esta frontera. Recuerda a la amiga que hace años trabajaba en una aduana, precisamente ubicada en el Puente Los Tomates -¿o era en otro puente?- y las historias de chanchullos, de triquiñuelas, que contaba a manera de confesión clandestina. Pero el etnógrafo rememora que esto no es nada nuevo, que tiene larga data: en algún libro leyó que la historia de esta frontera no se explica sin la corrupción, el contrabando y el narcotráfico que vieron la luz con la Ley seca en Estados Unidos en los 20´s, pero también con los contubernios entre traficantes y autoridades, hasta la fecha. Combatir esto…. Buena suerte, piensa el turista.
Un día después del Día de la Independencia, el turista y su familia retornan a México, por el mismo puente internacional. De lado estadunidense el banóptico también existe. Las cámaras de vigilancia graban y otra cámara flashea para guardar la imagen de los que salen. Una patrulla del sheriff vigila. Un anuncio advierte: “Declare si lleva más de 10,000 dólares”. Enseguida: “Bienvenido a México”. La arquitectura del puerto fronterizo: oficinas de lado izquierdo y de lado derecho los semáforos cuyas luces verde o roja definen si los turistas, los que retornan, serán revisados o no. Esto no es nuevo, lo es ver a los militares que ahora revisan, sustituyendo a los empleados del SAT.
Es evidente que los militares han tomado puertos fronterizos como éste. Otra nota periodística, de mayo de 2023, destaca que el director general de Operación Aduanera de la Agencia Nacional de Aduanas de México, afirmó que en las “Aduanas fronterizas son donde ya se están igualando más o menos el 50-50 de militares y civiles, y la tendencia va a ser a crecer más militares, pero también la razón es lógica, hay mucha inseguridad en la frontera norte”. La militarización en México pasa de las calles, por la inseguridad, a los puertos fronterizos; por la corrupción, el contrabando, el narcotráfico… y ahora el director citado dice que también por la inseguridad en la frontera.
De muchas formas tiene razón. Y los gringos lo saben. Por ello, en marzo pasado, ante el caso de los cuatro ciudadanos estadounidenses secuestrados (dos de ellos asesinados) presuntamente por el Cártel del Golfo en Matamoros, los congresistas Dan Crenshaw y Michael Waltz propusieron el uso del ejército estadounidense para combatir cárteles en el sur, el secuestro o asesinato de sus ciudadanos, el tráfico de fentanilo. Se dio un suplicio diplomático en México, pero no pasó a más. No obstante, llegaron más militares a la frontera, para reforzar la seguridad. Aun así, en junio pasado una regidora de la ciudad de Reynosa, pasó por un puerto fronterizo militarizado sin detectarse que llevaba algunos kilos de cocaína. Hasta que la descubrieron en la garita de Falfurrias.
La luz verde del semáforo toca al turista y a su familia. Al frente, un par de vehículos son revisados por los militares, con uniformes estilo camuflaje. Un conductor abre su cajuela. Otro dialoga o discute con un militar. El pase sin revisión vehicular al turista no lo exime de la revisión simbólica, de la mirada acuciante de un militar que se apoya en una unidad canina, jalando su correa como forzándolo para que huela si al menos no declararon chocolates con exceso de calorías. Más adelante un militar armado, observando. Enseguida un laberinto de barreras viales de concreto, no sea que alguien quiera acelerar. Finalmente, el turista y su familia entraron a México. Los baches lo gritan sin importar la frontera o la militarización.
Antes de que la noche llegue, el turista intenta descansar del viaje. Lo hace leyendo, informándose sobre lo observado. ¿De qué otra forma entenderlo? Un trabajo elaborado por el analista de seguridad internacional, Íñigo Guevara, publicado por el Wilson Center-Mexico Institute en abril de 2022, afirma que durante la administración de AMLO los militares pasaron de ser una fuerza de combate en modernización, a gerentes del desarrollo nacional: de los puertos y aduanas, del control migratorio y fronterizo, de las fugas de energía, etc. Por otro lado, una nota del periodista Andrés Mendoza, publicada por Excélsior en octubre de 2022, dio a conocer algunas irregularidades –y sanciones- de los militares al administrar puertos fronterizos.
El turista se queda pensativo. Después se pregunta cómo narrar esta experiencia etnográfica, cómo entender la presencia de los militares en la frontera. Finalmente sonríe, porque recuerda que en Estados Unidos visitó a sus amigos, ambos mayores de edad. Ella una socióloga y él un excoronel de Justicia Militar, jubilado, por supuesto.
Óscar Misael Hernández Hernández
El Colegio de la Frontera Norte