A lo largo de su existencia, el Instituto Federal Electoral (IFE) fue perdiendo en la práctica su carácter despartidizado y ciudadanizado que la Ley le otorgara desde su creación en 1990, ya que ahora se observa que el organismo es rehén de los partidos políticos y con evidentes problemas de credibilidad ante la ciudadanía. En consecuencia, han surgido voces que demandan la necesidad de reinventar al IFE en un Instituto Nacional Electoral (INE), que además de hacer frente a estos problemas también contribuyera a que los gobernadores dejaran de tener injerencia en los procesos electorales locales. Esto último, sería posible sólo en la medida en que la creación del INE implicara obviamente la desparición de los instituciones electorales locales y, consecuentemente, que se garantizara efectivamente la ciudadanización del proceso de elección de los consejeros electorales.