Treinta años del Colef

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Opinión de Jorge A. Bustamante Fundador e investigador emérito de El Colegio de la Frontera Norte y Miembro del Consejo Consultivo de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 30 de agosto de 2012

La semana pasada celebramos en el Colegio de la Frontera Norte (Colef) el trigésimo aniversario de su fundación. Fueron tres días de intensas emociones para mí. Cada edificio, cada muro de sus instalaciones frente al mar está ligado a algún recuerdo. Desde aquel cuando añoraba a mi regreso de Estados Unidos que existiera una universidad en México como las de mis experiencias allá, donde hice investigación y recibí mi doctorado en sociología. Fue entonces cuando empecé a fraguar en mi mente la creación de una institución universitaria que produjera insumos de carácter científico para el diseño del desarrollo económico, social, cultural y ambiental de la región fronteriza del norte de México. Lo que hace 30 años fue básicamente una ilusión, ahora es una realidad con muros de concreto donde se producen premios internacionales a la investigación -como el Cox-Johnson-Frazier que otorgó la Asociación Americana de Sociología en 2007 y un grant de 2 millones de dólares de la American Academy of Science a un proyecto de investigación del Colef sobre el contexto social de sida. En fin, que tanto en lo local, como en lo nacional y en lo internacional, el Colef está dando muestras de ser una institución de excelencia académica socialmente útil. Cuando a esos logros se les agrega la producción de expertos con niveles de «maestría» y doctorado, solo falta imaginarlo con instalaciones frente al Océano Pacífico, con los atardeceres más hermosos de la costa occidental, para tener una idea de lo que es el Colef. Pues eso es lo que celebramos la semana pasada en su trigésimo aniversario, en la sede de Tijuana y en sus sedes foráneas en Mexicali, Nogales, Piedras Negras, Ciudad Juárez, Monterrey, Nuevo Laredo y Matamoros. Parte de esas celebraciones fue la presentación de un libro titulado Sembrar en el desierto; crónica de los primeros 30 años de el Colegio de la Frontera Norte. El actual presidente del Colef, doctor Tonatiuh Guillén López, tuvo la puntada de encargarme la confección de ese libro del cual solo estuvieron listas unas cuantas copias para su presentación. La edición corregida todavía tardará un mes, pero ya se aceptan pedidos. Sobre este libro debo comentar que es el que me ha divertido más escribirlo de los seis que llevo. No necesité hacer mucha investigación, pues fue básicamente ponerme a recordar las concatenaciones de hechos y apoyos con los que se fue haciendo la obra colectiva que es Colef. Para ello conté con la ayuda de los doctores Alberto Hernández y Tonatiuh Guillén López. La poca investigación fue bibliográfica y esa la hizo mi asistente Alma Kennedy Paz, quien se hizo cargo además del tedioso trabajo editorial que condujo a la versión final. La celebración trajo a Tijuana a queridos amigos que contribuyeron a la vida del Colef. Uno de ellos fue Eliseo Mendoza Berrueto. Hace 30 años Eliseo era subsecretario de Ciencia y Tecnología de la Secretaría de Educación Publica. Como tal, le tocó recibir la idea de crear una institución de educación superior que apoyara el desarrollo regional de la frontera norte de México. El gestor principal de la idea, con la representación de El Colegio de México (Colmex), fue el profesor Mario Ojeda. Gracias a su apoyo, yo tenía el puesto de coordinador del programa de estudios fronterizos como profesor del Colmex. Ahí había nacido la idea de esa institución que se le presentó al subsecretario Mendoza Berrueto, quien años antes había fungido como director del Centro de Estudios Económico y Demográficos de esa institución. A pesar de la crisis económica por la que atravesaba el gobierno en 1982, Mendoza Berrueto se las arregló para exigir y financiar una investigación que demostrara la necesidad y la factibilidad de crear una institución que descentralizara la investigación científica del desarrollo regional en el país e indicara su ubicación más racional. Las autoridades del Colmex me encargaron el diseño y ejecución de esa investigación con base en cuyos resultados se creó en 1982 el Centro de Estudios Fronterizos del Norte de México, que dos años después cambiara su nombre por el de Colegio de la Frontera Norte. El resto de la historia está en el libro Sembrar en el desierto que pronto estará a la venta en el Colef.

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