Transiciones|Morir en la fila

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Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 27 de agosto de 2020

Quienes pasamos buena parte de nuestra vida en la frontera norte de México o sur de Estados Unidos, hemos sido testigos de una diversidad de situaciones derivadas de las decisiones que se toman a miles de kilómetros de esta zona particular del mundo. Vivimos en el límite de dos países con realidades distintas y distantes, pese a todos los discursos optimistas de gobernantes y empresarios. 

Como en toda realidad asimétrica, el gobierno del norte marca las directrices de la relación bilateral, y nosotros, al sur de su frontera, la mayoría de las veces, sólo las acatamos; aunque en la repartición de consecuencias nos toque la peor parte. De verdad, respeto mucho a quienes ven en la interacción fronteriza una relación entre iguales. Nada más alejado de la realidad. Se hacen esfuerzos por parte de políticos locales, empresarios y académicos por generar una visión de una realidad más equitativa. Son buenos deseos, la mayoría, visiones bien intencionadas. Pero la realidad es terca y se encarga de que pongamos los pies en la tierra.

Han sido varios momentos en los cuales lo que sucede en la frontera norte de México es utilizado por los políticos del centro de Estados Unidos para allegarse votos en las campañas electorales. La migración ha sido un fenómeno recurrente para alimentar los ánimos de los votantes norteamericanos. Esto ha sido documentado plenamente. En tiempos más recientes, los ataques a las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001, tuvo consecuencias terribles para el cruce fronterizo. Hoy, es la pandemia por COVID 19, lo que se ha aprovechado con fines electorales por parte del presidente Donald Trump en su campaña reeleccionista. Primero se decidió por cerrar los cruces de sur a norte a quienes no eran residentes legales o ciudadanos norteamericanos. Es decir, a todos aquellos que cuentan con visa de turista se les prohibió el paso a partir del 20 de marzo. Aparentemente fue un acuerdo entre ambos países para impedir los cruces “no esenciales”. 

Sin embargo, a partir de este viernes 21 de agosto, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), anunció que restringiría los cruces, incrementando el tiempo de espera para desalentar a la población que realiza viajes no esenciales a Estados Unidos por las fronteras terrestres. Entre otras medidas, se reducirían los carriles de ingreso en “horas pico” y los agentes podrían enviar a inspección secundaria y regresar a quienes no realicen un viaje “esencial”. El objetivo: detener la pandemia, que según el gobierno de Trump, se está propagando en su país desde México. Sin embargo, los datos demuestran que el peligro real de contagio es de Norte a Sur. Al día 23 de agosto, el número de casos confirmados en California era de 669 mil 550, mientras que en Baja California se reportaban 15 mil 997. 

Las consecuencias el fin de semana pasado fueron terribles: sabemos que quienes cruzan en su mayoría son mexicanos: aquellos que poseen la doble nacionalidad o son green cards (residentes legales) y que viven en México y trabajan o estudian en el “otro lado”. Desde luego, una buena cantidad acude a Baja California el fin de semana a visitar a familia o a divertirse, aún en la pandemia. Pero las restricciones de cruce afectaron a la mayoría que si realiza cruces esenciales. El fin de semana el promedio de espera fue de entre 7 y 10 horas. El clima además fue exageradamente caluroso en toda la región. El drama llegó el domingo cuando una mujer mayor (de entre 80 y 87 años, según los reportes), murió en la fila de cruce médico. Esa muerte simboliza lo que es una realidad entre dos países asimétricos. Muchos pagan los platos rotos de quienes irresponsablemente cruzan de California a B.C. el fin de semana y se regresan. Pero la inmensa mayoría realiza cruces esenciales y a ellos las medidas los afectan injustamente.

Entendamos: en pleno proceso electoral, Donald Trump utiliza la pandemia como argumento político para difundir que los contagios llegan a Estados Unidos desde México. Sostiene que la manera de frenarlos es cerrando la frontera. El drama humano que se vive con esperas en el cruce de hasta 10 horas no importa. Se trata de ganar la elección. 

Dr. Víctor Alejandro Espinoza Valle

El Colegio de la Frontera Norte

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