[:es]El fin de semana arribaron a Tijuana aproximadamente 600 haitianos. Según las autoridades municipales en las dos últimas semanas habían llegado a esta ciudad fronteriza mil inmigrantes. Lo que sucedió entre el domingo 2 y lunes 3 de octubre no tiene parangón: autobuses repletos de personas de todas las edades llegando a la Zona del Río en busca de un pase que los lleve a Estados Unidos.
Según los datos oficiales, en las últimas semanas han llegado a Tijuana un total de 7 mil haitianos, la mayoría procedentes de Brasil. Todos declarando que son africanos. Se trata de una historia muy compleja. Efectivamente, bajo leyes protectoras de Estados Unidos, luego de los terremotos en Haití, los migrantes aspiran llegar al norte mexicano para recibir un “estatus protegido” de parte de nuestros vecinos y así establecerse al otro lado de la frontera.
Mientras el tránsito de haitianos fue discreto, éstos se mezclaban con las otras personas de distintas nacionalidades que arriban día a día a la ciudad. La semana pasada platicaba con una voluntaria del Desayunador Salesiano Padre Chava, quien afirmaba que la tensión aumentaba en los albergues. No era posible atender el volumen de personas que crecía diario. Me decía que nunca había observado ese fenómeno en Tijuana. Y se preguntaba que iba a pasar en los próximos días; ya no tenían espacio, ni alimentos para tantas personas. Y, lo que es peor, su percepción era que las autoridades, de los tres niveles, no eran conscientes de lo que estaba pasando.
Durante el mundial de futbol y los juegos olímpicos del verano, miles de haitianos fueron contratados para trabajar en Brasil. Una vez concluidos los eventos, voltearon sus ojos hacia Estados Unidos, sobre todo por la protección legal que les concedían. El objetivo fue llegar hasta la frontera pasando por México. Al llegar a nuestra frontera sur se internan y declaran ser africanos, sobre todo del Congo, ya que ahí como en Haití se habla francés. Como esos países no tienen representación diplomática en México, no pueden ser deportados y se les dan 20 días para que arreglen su situación migratoria o salgan. Así que llegan como africanos y ya en la frontera declaran su nacionalidad verdadera.
Una vez en Tijuana el Instituto Nacional de Migración otorga un promedio de entre 50 y 75 fichas para citas en Estados Unidos. En este momento el tiempo de espera para ser atendidos en el país vecino es de aproximadamente un mes; tiempo que deben sobrevivir en la ciudad. Los cálculos de las autoridades son que la cifra de haitianos es de 9 mil y Estados Unidos, independientemente de las fichas, no parece dispuesto a seguir acogiendo a inmigrantes. En un principio Estados Unidos otorgaba residencia por ayuda humanitaria; ante el volumen migratorio han decidido cambiar a visas de asilo; sin embargo las restricciones son mayores con lo cual se espera mayor número de deportaciones.
Las crisis se definen como la incapacidad de resolver una problemática utilizando los medios o recursos tradicionales. Desde luego que la llegada masiva de haitianos (pero también de mexicanos y centroamericanos debido a que se difundió que estaban otorgando visas de internación), ha implicado que las casas de migrantes de acogida no puedan atender la demanda. Los gobiernos hicieron caso omiso hasta que era evidente que se trataba de un flujo masivo. No hay recursos ni económicos ni humanos que permitan hacer frente. Eso desde el lado de la oferta, pero desde la demanda, desde los migrantes, las necesidades pueden desembocar en hambruna, en enfermedades, en una crisis humanitaria. Para los observadores, el problema existente cuenta con las características necesarias para hacer la declaratoria de emergencia y con ella que fluyan recursos para que los miles de inmigrantes puedan ser atendidos y evitar que la situación se salga de control. Los reportajes de este lunes mostraban la desesperación en las largas filas que se han hecho para recibir una de las fichas que podrían convertirse en salvoconductos para ingresar a Estados Unidos. La solución al problema no puede seguirse postergando.
Dr. Víctor Alejandro Espinoza Valle
Investigador del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colegio de la Frontera Norte
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