Ríos humanos recorren las instalaciones de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. Aglomeraciones de gente que ríe y demuestra su amor a la cita anual más importante de la cultura impresa de Hispanoamérica. La FIL es el evento más importante de las letras en español a nivel mundial y es ya la segunda feria del libro después de Frankfurt. Es un orgullo para todos nosotros y es una de las mejores experiencias que como autor se puede vivir.
Lamentablemente la FIL es una isla en nuestro país. Es quizás el único acontecimiento cultural que me produce motivos para ser optimista. En este México que se desangra, donde lo cotidiano es la violencia, la ofensiva denigración de la destrucción del tejido social, en el que la corrupción y la impunidad hasta adquieren tintes folclóricos; en el México de la transa, del agandalle, de la utilización de los cargos públicos para enriquecerse sin ningún rubor, en el que los funcionarios son designados no por su capacidad, sino porque servirán de tapadera para quien los nombró. En medio de esas inmundicias, la FIL sigue siendo como una bocanada de aire fresco que nos da un respiro cada fin de año.
Durante la FIL han coincidido sucesos que han cimbrado al país. Algunos de ellos incluso como ficción. El 1 de diciembre de 2006 Felipe Calderón debería tomar posesión como presidente de la República luego de un proceso electoral sumamente ríspido y donde el candidato puntero, Andrés Manuel López Obrador, denunciaba que le habían robado la elección. Los partidos que lo apoyaron decidieron protestar tratando de impedir que Calderón tomara posesión. Hubo un verdadero zafarrancho en el Congreso donde a la toma de la tribuna se sucedieron gritos y jaloneos. Finalmente, se dice que en un descuido, Calderón ingresó por la parte de atrás del estrado, por una puerta que pocos sabían que existía (Puerta de Bandera, la llaman) y tomó posesión de una manera apresurada y patética, que presagiaba el destino de su gobierno.
El presidente Enrique Peña Nieto quisiera olvidar aquella jornada de la FIL: el 4 de diciembre de 2011 el entonces precandidato a la Presidencia de la República fue incapaz de responder a la pregunta de los tres libros que hubieran sido fundamentales y “marcado su vida”. Con gran desesperación presenciamos el tremendo traspiés de quien sería presidente de México y de la incapacidad de sus asesores de haberle hecho bien la tarea; pero que nos mostraba nítidamente lo que es la clase política mexicana y la distancia entre lectura y ejercicio del poder político. Una dicotomía que debería ser indisoluble como acontece en otros países.
Un año después, el 1 de diciembre de 2012 durante la toma de posesión de Peña Nieto, las protestas y disturbios llegaron hasta el Centro de Convenciones de Guadalajara donde se celebraba la FIL. Quizás en esos acontecimientos se inspiró Jorge Zepeda Paterson para narrar en su novela, “Los usurpadores” (Planeta, 2013, p. 238) el asesinato del candidato oficial a la presidencia, el secretario de Educación, Cristobal Santa. Esto sucedía en la ceremonia de inauguración de la feria. Habla uno de los protagonistas: “Sucedió hace poco más de diez minutos. Parece que le dieron a Cristobal Santa y no sé si también a Agustín Celorio. Bueno, le dieron a muchos, se habla de varias docenas de muertos. Cristina Kirchner está herida y parece que Lula da Silva resultó ileso. Yo estoy en la FIL, pero en el área de pabellones de libros, las autoridades acordonaron el salón de la inauguración y no dejan entrar o salir a nadie. Aquí es un desmadre porque hay miles de personas en los pasillos”.
Este año he regresado a la FIL y ha sido gracias al Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Jalisco. Me ha permitido viajar con Julián y reencontrarme con el inmenso escritor y mejor amigo Jorge F. Hernández, sin duda el gran animador de la feria dedicada este año a una ciudad que amamos: Madrid. Jorge ha presentado una nueva edición de su gran novela “La emperatriz de Lavapiés”. Un acontecimiento cargado de emociones pues quien lo presentó fue su hijo Santiago. Jorge es la FIL, por eso ante la pregunta acerca de la inicial de su segundo nombre, contesta sin titubear: “La F es de FIL”. Gracias a las letras, las amistades y los amores filiales por estos días de gozo y de respiro en medio de la sofocante vida nacional.
Dr. Víctor Alejandro Espinoza
El Colegio de la Frontera Norte