[:es]En la víspera del arranque del segundo tramo de su administración, Enrique Peña Nieto decidió hacer ajustes a su gabinete. A raíz de la fuga de El Chapo Guzmán había crecido la expectativa de que el presidente llevaría a cabo rectificaciones a su equipo para encarar la crisis de inseguridad y los graves desequilibrios económicos agravados por la caída de los precios internacionales del petróleo. También se sabía que no era muy afecto a llevar a cabo cambios en la “alineación”. Que lo aquejaba algo así como el “Síndrome Mejía Barón”, conocido así porque el entrenador de la selección nacional se negó a sustituir jugadores en aquél infortunado encuentro contra Bulgaria en el Mundial de Estados Unidos de 1994.
Pero la mañana del 27 de agosto EPN hizo el anuncio de cambios en su equipo y en el gabinete ampliado. Para seguir con los ejemplos futboleros, se trató de los ajustes para encarar el segundo tiempo. Algunos fueron enroques, otros tuvieron que abandonar el partido (al parecer les mostraron tarjeta roja) y otros más que se incorporaron desde posiciones cercanas a Presidencia o a la Secretaría de Hacienda. La expectativa mayor era la probable salida o enroque de los secretarios de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray y de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong: ambos fueron ratificados como los hombres más cercanos al presidente.
En un sistema presidencialista como el nuestro, se personaliza la política y en los hechos resulta fundamental quiénes son los candidatos y quiénes llegan a ocupar los cargos ejecutivos (presidencia, gubernaturas y alcaldías). El “estilo personal de gobernar” (Daniel Cosío Villegas, dixit) determina en gran medida el destino del país, de las entidades o de los municipios. De ahí el ejercicio recurrente al que nos entregamos los mexicanos: “atinarle” a quien es el “bueno”. El “tapado” sigue siendo un referente vivo para la identidad política nacional.
En el caso actual se trata de leer entre líneas los mensajes y señales del presidente para tratar de encontrar el perfil y el rostro de quien será ungido como candidato presidencial del PRI. En los sexenios anteriores era dentro de los gabinetes panistas donde se buscaban las señales para develar el misterio sexenal. Hoy tanto en el PAN o en el PRD la “caballada está flaca” y es que a diferencia del PRI, que tiene el poder presidencial, no se ve como pueda crearse un candidato(a) capaz de contender con posibilidades de triunfo en 2018. No se cuenta con el aparato institucional para lograr que en tres años se proyecte una candidatura fuerte. El único que llegará con la fuerza necesaria a la disputa presidencial, si su salud se lo permite, es Andrés Manuel López Obrador.
Así las cosas, los cambios en el gabinete perfilan a cinco candidatos priistas rumbo al 2018. Los consabidos pilares del gobierno actual: Videgaray y Osorio Chong; a los cuales se suman: Aurelio Nuño Mayer, José Antonio Meade…y Manlio Fabio Beltrones. Nuño Mayer, cercano a Videgaray, se desempeñaba como jefe de la Oficina de la Presidencia y llega a la Secretaría de Educación Pública. Por su parte Meade, salta de la Secretaría de Relaciones Exteriores a la de Desarrollo Social. Es un caso atípico pues ha ocupado 4 secretarías en dos sexenios de signo distinto: con Calderón y Peña Nieto. El quinto en la fila es sin duda Manlio Fabio Beltrones. Al lograr ser integrado en la presidencia nacional del PRI, sus posibilidades son reales: si logra ganar la mayoría de los cargos en las elecciones del 2016 y 2017, podría inclinar la balanza a su favor. Sería casi una proeza en medio de las críticas al gobierno de Peña Nieto. Ninguno la tiene fácil: los dos delfines del presidente menos: la economía está mal y se proyecta peor, pero la inseguridad y el rechazo social siguen en aumento. Tendría que haber una fuerte recuperación del poder adquisitivo y del empleo o la reaprehensión de El Chapo Guzmán, para garantizarles la candidatura. Los cinco la tienen cuesta arriba: para empezar deberán ser atractivos para los futuros electores y, lo que parece más complicado, sobrevivir al “fuego amigo”; pero de entre ellos saldrá el candidato: será aquel que tenga mayores posibilidades de derrotar a AMLO. En el PRI ya arrancaron.[:]