[:es]Transiciones: Sin política[:]

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Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Valle Profesor-investigador del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colef de El Colegio de la Frontera Norte

viernes 2 de septiembre de 2016

[:es]Cuando se habla de adultos mayores en México se alude a una seria problemática, cuya solución hemos ido postergando como sociedad. El concepto que pudiera definir esta problemática sería ausencia, falta de una política estatal verdadera que atienda uno de los fenómenos más complejos a los que nos enfrentamos en el presente y que se agudizará en los años siguientes: el envejecimiento de la población.

Por varios lustros el llamado “bono demográfico” (una franja joven mayoritaria de la población de una sociedad) postergó lo que hoy es irreversible; que la forma de la pirámide poblacional tendría cambios y que aquellos que llegaban a los 60 años de edad irían desplazando a los jóvenes. Este fenómeno potenciado por bajas tasas de natalidad no es nuevo en países europeos. La singularidad reside en las políticas diseñadas para enfrentar el problema.

En México al envejecimiento de la población no hemos sabido responder más que con discursos o inventando fechas de conmemoración como el reciente Día del Abuelo. Ignorando el problema difícilmente lo resolveremos. Todavía más, las políticas asistenciales (por ejemplo, otorgarles 500 pesos mensuales) si bien son importantes para personas que carecen de cualquier ingreso, tampoco van al origen del problema.

Por décadas, durante el llamado periodo del “Desarrollo Estabilizador” (1954-1970) cuando el país crecía económicamente a altas tasas anuales y cuando las familias se componían por mucha prole (una docena de hijos en promedio), las preocupaciones no estaban del lado de quién se encargaría de los adultos mayores (“adultos en plenitud” les llamamos ahora). Los hijos eran vistos como una inversión que retribuiría al final del ciclo vital. No el Estado, sino los hijos, pero preferentemente las hijas, habrían de sostener, cuidar y acompañar a los viejos.

Con el cambio demográfico (bajas tasas de natalidad y envejecimiento de la población) que caracterizan a nuestra sociedad; surgen las complejidades acerca de la forma de encarar los problemas económicos, de salud, cuidados, etc. de los adultos mayores y producto de políticas estatales que brillan por su ausencia. La familia se sigue haciendo cargo de ellos pero ahora con menos recursos de toda índole, preferentemente porque cada vez hay más familias nucleares que extensas; es decir, cada vez hay menos hijos que puedan mantener a sus padres y abuelos.

En un reportaje firmado por Lourdes Loza y Laura Durán, se da cuenta del cambio demográfico en una entidad como Baja California. Si en 2010 había 215 mil 854 adultos mayores, 5 años después la cifra se incrementó a 280 mil 637. De los cuales son más mujeres (150 mil 211) y 130 mil 426 hombres. Desde luego esto se explica porque la esperanza de vida es mayor (77 años) en la mujeres que en los hombres (70 años). (“Aumenta 30% población de adultos mayores en cinco años”, Frontera, 28 de agosto/2016, p. 2). Además reportan que la “tasa de crecimiento de este sector de la población fue del 24 por ciento y Baja California solo fue superada por Quintana Roo, Baja California Sur y el Estado de México”.

Estamos ante un gravísimo problema que pronto hará crisis sino se diseñan políticas integrales para enfrentarlo. ¿Quién se hará cargo de los adultos mayores ante los cambios que ha sufrido la familia? Las políticas asistenciales no bastan, menos los discursos anuales plenos de cursilería. Las mujeres jóvenes ya no pueden hacerse cargo de los viejos, entre otras cosas porque tienen que trabajar, pues muchas de ellas son cabezas de hogar. Sin infraestructura para la atención básica, ni programas de retiro decorosos, solo somos testigos impasibles de la grave crisis que se avecina. Vemos sólo la punta del iceberg. Urgen políticas públicas al respecto.

Por: Víctor Alejandro Espinoza
Profesor-investigador del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colef
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