[:es]El discurso de los llamados candidatos independientes o sin partido, ha priorizado la idea de que la mayoría de los problemas de la población se solucionaría al prescindir de los partidos políticos. Son éstos la encarnación de todas las desviaciones que presenta nuestro sistema político y sobre todo los causantes de la corrupción. Por ejemplo, el lema de Gastón Luken (candidato independiente en Tijuana) fue “Un gobierno sin partidos”. Y en su propaganda abundaba: “¿Estás cansado de los partidos políticos? ¿Ya no estás dispuesto a esperar a que los partidos políticos y sus gobiernos hagan bien las cosas? ¿Qué te parece decirles adiós a todos los partidos? ¿Quieres darles unas buenas vacaciones pero sin paga?”.
En 2015 cuando por primera ocasión participaban candidatos sin partido en unas elecciones en México, las expectativas aumentaron, sobre todo en la disputa de las gubernaturas. Un total de 123 candidatos se registraron, y al final 6 de ellos lograron el triunfo en las urnas. El caso más publicitado fue el de Jaime Rodríguez (a) El Bronco que ganó la gubernatura de Nuevo León. Pero también fueron electos un diputado federal (Manuel Clouthier), un diputado local por Jalisco (Pedro Kumamoto), así como tres alcaldes (Alfonso Martínez Alcázar en Morelia, Michoacán; César Valdés en García, Nuevo León y Alberto Méndez en Comonfort, Guanajuato)
Como bien resume Octavio Ortega; “A diferencia de 2015, este año no hubo un Bronco, un Clouthier o un Kumamoto. Los números indican que solo 11 ciudadanos sin partido, entre los 304 que fueron candidatos pudieron acceder al poder. Los 10 que buscaron una gubernatura fueron derrotados en los comicios del 5 de junio, y sólo uno (Chacho Barraza, en Chihuahua) llegó a ser factor en la campaña, aunque al final su 18 por ciento lo ubicó en un lejano tercer lugar. Ninguno de los 69 que aspiraron a una diputación local pudo llegar al cargo, y sólo uno de 21 candidatos independientes llegará a la Asamblea Constituyente (de la Ciudad de México) (“El ‘tropiezo’ de los independientes”, Frontera, 24 de junio de 2016, pp. 28-29).
Durante un foro que tuvo lugar la semana pasada en Tijuana (organizado por la Asociación Civil Fuerza Ciudadana) sostuvimos dos hipótesis con relación al perfil de los candidatos independientes que apoya la ciudadanía. Para el analista Benedicto Ruiz, se trataría de liderazgos mesiánicos, populacheros, capaces de resolver los problemas por pura voluntad; el prototipo serían el Bronco o Vicente Fox. Decía, “alguien capaz de resolverles los problemas de un plumazo”. Por mi parte, sostuve que el perfil que prefirió la ciudadanía, al menos en el caso de Baja California, era el de jóvenes sin alguna identificación partidista o con trayectoria política previa. Fue el caso de Omar García Arámbula en Ensenada que obtuvo el 21.7% de los votos o de Iván Sánchez Álvarez en Tecate, quien alcanzó el 16% de los sufragios. Más que Broncos, prefieren Kumamotos.
Considero que el discurso que más adeptos ha venido ganando es el antisistema antes que el antipartidos. Esa puede ser una desventaja para los candidatos independientes que se han convertido en monotemáticos. No hay un diagnóstico objetivo del sistema político; no hay el planteamiento de una alternativa al sistema de representación tradicional (basado en partidos); nada nos dicen de cómo van a sustituir la representación social a partir de liderazgos individuales capaces de transformar la realidad prácticamente por arte de magia. Nada nos dicen tampoco del agotamiento del sistema presidencialista y su naturaleza que propicia sistemas autoritarios. La democracia de calidad parece incompatible con las formas de gobierno presidencialista. La solución no es la voluntad de un solo liderazgo.
Una muestra de que lo que se busca es un liderazgo mesiánico como alternativa a un sistema de representación democrático es la aventura intelectual de uno de los principales impulsores de la figura de candidatos independientes, Jorge G. Castañeda. Se ha embarcado en la propuesta de que la alternativa para el 2018 es derrotar a Andrés Manuel López Obrador mediante una candidatura independiente común. Cerrarle el paso a AMLO es el objetivo y no la transición a un nuevo régimen. Eso se llama perder la brújula o un ego obnubilado.
Por Víctor Alejandro Espinoza Valle, investigador del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colef.[:]