Transiciones: Simulación

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Opinión de Victor Alejandro Espinoza Valle Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

miércoles 14 de junio de 2017

La cultura política en México se basa en la simulación. Parece un juicio extremo, pero me temo que ayuda a comprender muchas de nuestras circunstancias actuales. Al igual que la desconfianza, que es otra de las características de nuestra cultura política, la simulación ofrece coartadas para que hagamos como que pese a todos los problemas, la vida pública mexicana avanza por los caminos de la democracia.

El pasado domingo 4 de junio tuvieron lugar elecciones en 4 entidades de la República, en tres de ellas se disputó la gubernatura (Estado de México, Coahuila y Nayarit) y en otra más (Veracruz) se renovaban los ayuntamientos. Todos los actores políticos cuestionaron los procesos electorales, sobre todo en el rubro de topes de campaña. Se acusaron mutuamente de haber recibido dinero al margen de lo asignado por el órgano electoral local. Incluso hay entidades donde existe una fuerte discusión en torno a la reducción del presupuesto que se les otorga a los partidos políticos. En Jalisco recientemente el Congreso aprobó una iniciativa en esa dirección. Lo cierto es que todos sabemos que los topes de gastos de campaña se sobrepasan por mucho por la mayoría de los partidos. Con la limitación legal, sabemos que se incrementará el dinero que no se declara.

Lo que se hace durante la campaña es que gobernadores, alcaldes y funcionarios de toda índole aportan recursos para los candidatos de su partido. Este dinero llega en efectivo a las casas de campaña. Maletines llenos de billetes que sirven para pagar a asesores, encuestas, desplazamientos, etc. Dinero sin el cual sería imposible competir con posibilidades de triunfar en una contienda. Y ya no digamos lo que se gasta para la compra del voto.

Mecenas que invierten sus recursos para recuperarlos con altos intereses. Un ejemplo: durante la campaña a gobernador de 2013 en un estado norteño, un empresario aportó x cantidad al candidato del PAN. Una vez, que éste triunfó el empresario recibió su paga: se le otorgó la concesión para construir una serie de puentes. El pequeño problema era que su ramo no era la construcción; pero eso no representó problema: subcontrató las obras, se embolsó gran cantidad de dinero, claro que restando el porcentaje que se llevó el funcionario del ramo respectivo. El resultado: obras costosísimas para el gobierno del estado, sin supervisión y que presentaron fracturas estructurales al cabo de un año de inauguradas.

La simulación está presente en dos de los ámbitos donde los partidos políticos apuestan a triunfar en las elecciones: selección de candidatos y política de alianzas. En el primer caso, la mayoría de los partidos políticos presumen de utilizar métodos democráticos para definir a sus abanderados (no digamos para nombrar a sus dirigencias). Se trata de ejercicios de simulación pues de antemano los delegados ya recibieron “línea” de por quién votar. No se trata de ejercicios donde participen todos los militantes, sino de un método indirecto basado en representantes o delegados nutridos de grupos y corrientes. Normalmente resultan candidatos afines a los gobernadores en turno.

Uno de los asuntos más álgidos de los últimos tiempos es el de las alianzas. Por más que se argumente que se trata de coaliciones que trascienden la coyuntura o que aspiran a implantar un programa de gobierno diferente, las evidencias indican que sólo están basadas en un interés electoral; sobre todo aquellas que unen a partidos tan alejados ideológicamente o que reivindican principios opuestos. El único afán es ganar una elección. Son coaliciones anti natura, que generan una grave desconfianza de la ciudadanía hacía los temas electorales y de la agenda pública. Puede que ganen unos comicios, pero han ocasionado altos índices de abstención.

El pragmatismo político basado en la simulación ha generado un grave retroceso en la cultura política nacional. La brecha ciudadanos y clase política crece, mientras que el cinismo parece ser la actitud que se va imponiendo como característica de la vida pública nacional. Muy grave.

Victor Alejandro Esínoza Valle
El Colegio de la Frontera Norte