Transiciones: Señas ineludibles

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Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Valle Investigador de El Colegio de la Frontera Norte de El Colegio de la Frontera Norte

lunes 11 de agosto de 2014

El pasado 11 de julio se conmemoró el aniversario número 125 de la fundación de la ciudad de Tijuana. Fue en julio de 1889 cuando se reconoció el nacimiento oficial de una de las ciudades más importantes del país (junto con el DF, Guadalajara y Monterrey son las más pobladas).
No soy partidario de las celebraciones patrioteras y color de rosa. Siempre me han llamado la atención las ceremonias fastuosas o hasta barrocas que diversos comités se obstinan en llevar a cabo; pero también pienso que es muy respetable cantarle las mañanitas o partir un pastel con su nombre dibujado. Así le gusta festejar a muchos mexicanos y ni hablar. Aunque considero que la historia nos dice mucho más que un encendido discurso del funcionario en turno; hay mojoneras identitarias que le dan sentido a nuestra idea de ciudad.
En Tijuana hay tres referentes ineludibles que han conformado su identidad: el turismo (y la zona libre), la migración y la violencia. Decía Carlos Monsiváis que “la esencia histórica de Tijuana es el turismo”. Aunque muchos se escandalizan, la leyenda negra está asociada a las actividades turísticas; o si se quiere, en sus inicios, los giros negros y otras actividades colaterales eran la vía para incentivar la afluencia turística. La etapa más próspera en la joven historia de la ciudad estuvo ligada al esplendor del juego, la prostitución y los divorcios express. La Avenida Revolución fue el símbolo de esta etapa y los “burroscebras” el sincretismo cultural más acabado. Ni como tapar el sol con un dedo. Paralelo a ello, no podemos obviar el significado económico y cultural de la “pasada”, el cruce de la frontera y el comercio. Estoy hablando del que se da cotidianamente de manera legal, por la frontera más transitada.
La migración es el otro referente histórico ineludible. No puede entenderse la vida socioeconómica y cultural sin la persistente llegada de inmigrantes y la salida de personas hacia Estados Unidos. Hasta el 2001 fueron, primero, el Cañón Zapata en la Colonia Libertad y luego el Bordo, en el límite Este de los dos países, desde donde partían los migrantes indocumentados. El desastre humanitario llegó en el último lustro.
El tercer referente es sin duda el de la violencia y sus secuelas. El narcotráfico y los negocios “chuecos” que se alimentan de jóvenes sin perspectivas educativas y laborales. Miles de muertos en la disputa por el control de territorios: en mucho debido a que las rutas hacia el exterior se cerraron y se incrementó el consumo local de drogas. Un cóctel sumamente peligroso. Pero al lado de esa violencia cotidiana, la identidad se alimenta también de al menos dos referentes trágicos que cimbraron la historia local: el asesinato del periodista Héctor “El Gato Félix” aquél 20 de abril de 1988 y el de Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato presidencial del PRI, el 23 de marzo de 1994.
No podemos contar solo lo bonito de la historia tijuanense, para eso ya tenemos muchos grupos bienintencionados; pero estos tres referentes: turismo, migración y violencia, son imprescindibles para reconocer nuestra identidad y la de la ciudad en la que vivimos.