Transiciones: Negocio redondo

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Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Valle Investigador de El Colegio de la Frontera Norte de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 19 de junio de 2014

Hace una semana dio inicio la edición número XX de la Copa Mundial de Futbol; 64 juegos en total que traerán de cabeza a millones de personas en todo el mundo. El futbol es sin duda el más popular de los deportes; se trata de un juego que involucra a muchos protagonistas (22 más el árbitro) y sólo requiere de un par de porterías y un balón. Pero la paradoja es que el deporte más barato se ha convertido en el más apetecible de los negocios. La Federación Internacional de Futbol Asociación cuenta con más agremiados que la ONU y sus dirigentes son tan poderosos como la Santa Sede. En el colmo del cinismo, recientemente su presidente, el suizo Joseph Blatter, declaraba que el organismo no era lucrativo pero no supo que responder cuando el periodista le preguntó sobre los millones de euros que mantiene en sus arcas.
El futbol se convirtió en negocio para mirar, para escuchar, pero no para jugar. Sólo un puñado de elegidos se convierten en figuras. A cambio, miles de ilusionados jugadores sobreviven buscando que un equipo los fiche. Si no hay padrinos, no hay oportunidad. Uno lo ve fácilmente con los apellidos de los jugadores; hijos o parientes de estrellas del pasado. Se necesita ser Messi o Maradona para contar la historia del niño pobre que se convirtió en figura millonaria.
Qué lejos cuando el futbol se jugaba por el simple placer de compartir con los amigos; incluso en el inicio de la profesionalización los jugadores eran de carne y hueso. Tan como uno. En los años mozos, la calle era nuestra cancha: la cascarita como el momento de la felicidad, del gozo, de la hermandad. Nada como el futbol amateur, cuando se jugaba por el simple gusto de conducir la pelota y meterla en la portería, sacando de la chistera la jugada maravillosa, el pase perfecto. El balón sinónimo de mundo, de viaje, de sueños en nuestra infancia.
Quienes crecimos en “provincia” y en la era pre Televisa, seguíamos el futbol nacional a través de revistas y estampitas. Hacíamos nuestros álbumes y así conocíamos a los jugadores. Mucha imaginación sin marketing. Éramos nómadas en las calles y no hijos sedentarios en el sillón.
Todavía hoy, en varios países y ciudades, los encuentros de futbol llanero sirven para generar comunidad. Las primeras organizaciones de migrantes mexicanos en Estados Unidos surgieron en torno a los juegos de futbol de fin de semana. Allí se conocen y traban relación en medio de la jungla urbana.
Poco queda de la inocencia del juego: de apostar una comida o una bebida como recompensa por el esfuerzo. El negocio lo domina todo; esto quedó en evidencia cuando en el mismo juego inaugural el árbitro cómplice le regaló un penalti a los anfitriones. Algo que si debemos admirar de los brasileños es que aman al futbol pero son capaces de protestar contra los gastos onerosos y la corrupción que el mundial trajo consigo. Brasil hierve: no sólo por las altas temperaturas, sino por las protestas contra la desviación de recursos públicos para construir edificios en ciudades donde no hay equipo profesional y que se piensa quedarán abandonados. La fiesta de lo efímero que desplaza la inversión productiva. Uno se puede imaginar lo que sucederá en Brasil si acaso su selección no conquista la Copa. Crecerán las protestas y su presidenta, Dilma Rousseff, probablemente no será reelecta. Pero también peligran las olimpiadas programadas para el 2016 en la ciudad de Río de Janeiro.
Concluyo con la reflexión del escritor Jorge F. Hernández a propósito de las cavilaciones de estos días: “Por lo mismo, es de esperarse que todas mis necias ponderaciones y calladas tribulaciones permitan que los mejores goles de este Mundial Brasil 2014, que se nos vino encima a todos, sean golazos anotados precisamente por suplentes, por jugadores jóvenes que aún no anuncian los bancos o gafas de Sol, jóvenes aún no tatuados por la publicidad que han de salir del anonimato precisamente como reclamo y declaración de una nueva generación que ya no está para los negocios turbios de la FIFA en Qatar o las confusiones peligrosas del poder, las necedades de los políticos y sus tertulias en corrupción”. (El Pais.com, 11/06/2014). Que así sea.