[:es]En un trabajo clásico publicado hace casi 50 años, el historiador norteamericano John Womack Jr., escribió: “Este es un libro acerca de unos campesinos que no querían cambiar y que, por eso mismo, hicieron una revolución” (Zapata y la revolución mexicana, Siglo XXI Ed., 1969). Esa entrada magistral es el resumen de su monumental obra que con una precisión deslumbrante describe lo que ha sido la modernidad mexicana desde inicios del siglo XX hasta nuestros días: cambiar, para que todo siga igual.
Las reformas mexicanas han servido para controlar el cambio; más bien, se hacen de manera recurrente para que no se transformen de fondo las estructuras sociales. Somos un país de reformas; la Constitución es uno de los documentos más reformados: 700 cambios a 114 de los 136 artículos. Y el sistema político y económico esencialmente sigue siendo el mismo. Las élites económicas y políticas se han fusionado y han decidido que la continuidad sin rupturas es lo mejor….para sus intereses.
El sistema de ciencia y tecnología no responde a las necesidades y problemas crecientes de la sociedad. Por eso se decidió impulsar bajo este sexenio cambios que condujeran a que realmente funcionara como un sistema, aprovechando las potencialidades de cada uno de los centros públicos de investigación que lo integran. El objetivo es trabajar en redes, crear sinergias, para enfrentar en grupo los grandes retos nacionales.
No se trata sólo de crear grupos de investigación, sino que sean arropados por grupos de centros de investigación cuya misión y objetivos temáticos sean compartidos; a ello se le llama “coordinaciones”; los 26 Centros Públicos de Investigación (CPI’s) agrupados en cinco coordinaciones. Esta es la base de la reestructuración anunciada. Sin embargo, ese cambio requiere de nuevos liderazgos en la conducción de los centros, capaces de innovar, de contar con el apoyo de sus comunidades, que sólo será posible si la confianza proviene de incorporar a los planes y programas de trabajo los intereses de los investigadores y personal de apoyo y administrativo. Nuevos liderazgos basados en la transparencia, la honestidad y un decidido combate a la corrupción.
Tal como ha sido la historia de este país, la administración de la ciencia y la tecnología no es ajena al proceso de impulsar reformas y planes de modernización pero se ha mantenido omisa a impulsar nuevos liderazgos que permitan su ejecución; el resultado son cambios cosméticos, discursivos que no permiten la transformación que el momento exige. En algunos de los centros el problema no es de falta de recursos, pese a las disminuciones que se ha sufrido en el rubro del desarrollo científico en general, sí lo es la mala distribución de los mismos y la corrupción solapada administración tras administración.
En algunas de las instituciones se ha apostado por los eventos de relumbrón y los gastos de publicidad para dar la idea de que todo es color de rosa. Con ello los indicadores utilizados para evaluar a los centros se cubren y se les pone estrellita a quienes cobran al frente de las mismas. Las autoridades centrales sólo hablan con quienes les cuentan lo maravilloso que son los CPI’s, todo es perfecto y maravilloso en el mundo de los indicadores. Somos los “mejores del mundo mundial”.
Buena cara y dilapidación de recursos hacia el exterior. Hacia el interior, falta de apoyos para la investigación y uso discrecional de los mismos a través de proyectos y viajes para quien se alinee. No hay pluviales en nuestras instituciones; ante pequeñas tormentas todo se inunda, el barco empieza a hacer agua y el día menos pensado se vendrá a pique. Lo dicho, este es un país de reformas para que nada cambie. Quien es innovador es tachado de subversivo. ¿Hay algún resquicio por donde se cuele la esperanza? Es el sistema político, carajo.[:]