Transiciones: Los envidiosos

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Opinión de Victor Espinoza Valle profesor-investigador de El Colegio de la Frontera Norte

miércoles 25 de marzo de 2015

El sociólogo italiano, Francesco Alberoni, escribió un libro fundamental que da cuenta de uno de los sentimientos más incontrolables y destructivos que conocemos: la envidia. Su libro se titula “Los envidiosos” y fue publicado originalmente en 1991 tanto por Garzanti Editore y en español por la editorial Gedisa. En su lúcido estudio plantea, entre otras cosas, que “Los actores, los políticos, los escritores, todos aquellos que quieren sobresalir socialmente, obtener reconocimiento y honores, envidian a quienes logran alcanzar esos fines (…) (La envidia es respecto a) alguien con quien puedan compararse porque es parecido a ellas, pero que las ha vencido, las ha superado en este campo” (p. 86). Y agrega: “Habitualmente, las personas muy envidiosas no se comprometen, no se dan, no se prodigan. Prefieren mirar a los que trabajan como observadores fríos, desapegados. Parecen interesados, objetivos. Pero no es verdad. Su atención está dirigida solamente a encontrar el defecto, el punto débil del que está trabajando, a descubrir su posible error. Luego, en el momento más delicado, menos oportuno, estos envidiosos lanzan sus críticas, sus objeciones y desvalorizan con ellas el trabajo que otro ha realizado” (pp. 243-44).

Estas notas me parecen muy apropiadas para comprender algunas de las reacciones y posiciones asumidas por periodistas nacionales en torno al conflicto entre la empresa MVS y la comunicadora Carmen Aristegui. Aquellos periodistas que se sienten pares de Aristegui han asumido una actitud envidiosa, por decir lo menos. Me refiero a quienes gozan de un espacio privilegiado en los medios de comunicación y que sienten que son los (as) mejores, sobre todo en espacios electrónicos (televisión y radio) y prensa escrita.

Carmen Aristegui se convirtió en los últimos años en la periodista más escuchada e influyente de la radio y, en menor medida de la televisión, gracias a su emisión nocturna en formato de entrevista de CNN en Español. En nuestro país y merced a su trabajo de investigación periodística, cada mañana fijaba la agenda de la discusión nacional. Su estilo ágil, ameno y su aguda inteligencia, aunado a la sencillez y cordialidad de trato, pronto la distinguieron del grueso de periodistas. La sombra de duda que pesa sobre quienes conducen los noticieros de las grandes empresas de las comunicaciones, de recibir cantidades ingentes de dinero por convertirse en aduladores de los poderes en turno, estaba muy lejos del comportamiento profesional de Aristegui. En un medio donde la corrupción es moneda de cambio, el ejercicio basado en principios éticos no se le perdona.

La salida de Carmen Aristegui ha sido festinada en público y en privado por estos envidiosos muy bien retribuidos. No les importa que la libertad de expresión se encuentre en entredicho, para ellos lo importante es la salida del aire del noticiero que les generaba corajes y envidias. La explicación que mejor les acomoda es que se trató de un “conflicto entre particulares”. Incapaces de superarla, se dedicaron a hurgar en su pasado para denostarla. Nunca esperaron la reacción social tras su despido.

¿Qué pasaría si alguno(a) de estos (as) periodistas fuera destituido(a) de sus espacios; seguramente nada. La envidia les corroe al mirar las reacciones nacionales e internacionales en apoyo a Carmen Aristegui. No recuerdo un fenómeno similar; quizás el comparable sea el caso de la salida de Julio Scherer de Excélsior en 1976. La diferencia es que hoy existen las redes sociales y la difusión es incomparable. Ambos se debieron al golpe de mano de los directivos de las empresas para quedar bien con el poder. En este último conflicto, todos perdimos, sobre todo el presidente y los envidiosos. Una democracia consolidada requiere no una sino muchas Carmen Aristegui.

-Dr. Victor Espinoza Valle, profesor-investigador del Departamento de Estudios de Administración Pública.