La semana pasada circuló un video en redes sociales que se hizo viral, pues un grupo de personas armaron una gresca en un campo de golf. Todos muy bien vestidos, a la moda, pero la particularidad era que fueron incapaces de golpearse. Sólo gritaban y se empujaban. Eran los típicos mirreyes tratando de ofenderse. Días después, comentando el video con una alumna, que vive en una zona de la ciudad muy conflictiva, me decía: “Les falta barrio”.
Pensaba en esas imágenes este domingo que me tocó asistir a los simulacros con los funcionarios que integrarán las casillas únicas el próximo domingo 6 de junio. Estuve recorriendo parte de zona Este de la ciudad de Tijuana, donde se ubican las colonias con mayores grados de marginación. La anarquía urbana, la pobreza que duele, la construcción con desechos: llantas, maderas viejas; en cañadas y cerros de difícil acceso, es la característica de dicha zona. Pero no es el único lugar de la ciudad que padece estas condiciones. Se estima que el 60% de la población de la ciudad vive en zonas marginadas.
Tijuana ha sido publicitada como ejemplo del desarrollo de las ciudades fronterizas mexicanas. Se enfatiza su relación con la vecina San Diego y la dinámica de una sola región. Una parte de la población se beneficia de esta interacción con la economía estadounidense. Pero la mayoría de los tijuanenses ni siquiera puede cruzar a Estados Unidos pues carece de visa y menos beneficiarse de los negocios que los empresarios fronterizos llevan a cabo. La realidad salta a la vista en el recorrido. La pobreza y el desamparo son evidentes. Los discursos triunfalistas no sirven para comer ni para vestir o para vivir en condiciones dignas.
Termino el recorrido apesadumbrado por tan estrujante panorama: la miseria de miles y miles de ciudadanos que golpea nuestra conciencia y nos permite explicar el incremento de la violencia, la desesperación por la falta de salarios dignos. Me dice mi compañera de recorrido: “no hay forma de sacar a tanta gente de la miseria”. Por eso los jóvenes deciden integrarse a los grupos criminales. La industria maquiladora y otras empresas ofrecen salarios precarios; de ahí la alta rotación. Afirma mi compañera: y “es gente muy trabajadora que difícilmente va a lograr salir de esta situación; nunca va a mejorar. Es una tristeza y frustración”.
Pienso que los niños que crecen en esta zona aprenden a sobrevivir en las condiciones más adversas. A esos jóvenes no les “falta barrio”. Quienes logran movilidad social son unos verdaderos guerreros que lucharon con todo en contra. Son pocos, por desgracia, los que rompen con las drogas y la violencia. No todos tienen la fortaleza para asirse a una esperanza. Insisto, la inmensa mayoría son carne de cañón y fuerza de trabajo barata. De eso se benefician los empresarios que luego andan pregonando las bondades de la región fronteriza.
Hoy que estamos en pleno proceso electoral y escucho a muchos(as) de los(as) candidatos(as) hablar de sus propuestas para resolver los problemas urgentes de la entidad, me queda la sensación que “les falta barrio”. No conocen la realidad en la que vive la mayoría de los bajacalifornianos. Esos candidatos(as) proceden de los sectores más favorecidos. Y sólo por excepción piensan en la pobreza y la desigualdad social; en la miseria que ha producido el modelo económico impulsado por los gobiernos a partir de 1982. No se han ensuciado los zapatos. No saben lo que es tener hambre y frío. No hay empatía. Son simples sonrisas para la foto y el comercial. La mayoría proponen que “todo cambie para que nada cambie”.
Estos(as) candidatos(as) nacieron en cuna rica, con todo resuelto y que ven a los pobres sólo como clientes, como votantes potenciales para que los lleven al cargo. Por eso, no les causa problemas de conciencia dar despensas, promesas vanas, tomarse la foto con los pobres, hasta abrazar a un niño harapiento. Todo sea por obtener el cargo. Al cabo lo bonito es hablar con los triunfadores, con hombres y mujeres que si tienen buen gusto y su vida resuelta. Sí, les falta barrio a la mayoría de los(as) candidatos(as).
Dr. Víctor Alejandro Espinoza Valle
El Colegio de la Frontera Norte