Transiciones: La doble dimensión de la crisis perredista

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Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Valle profesor-investigador de El Colegio de la Frontera Norte

miércoles 19 de noviembre de 2014

El PRD vive una crisis de doble dimensión. El resto pudiera entrar en la misma espiral si no hacen cambios profundos en sus estructuras y métodos de funcionamiento, incluyendo la selección de dirigencias y candidaturas a cargos de elección. La dimensión de la crisis compartida por el PRD y el resto de los partidos, se refiere a la brecha entre ciudadanos y partidos que se ha venido ensanchando durante la última década.

Es lugar común afirmar que entre las instituciones públicas, los partidos políticos son muy mal evaluados por los ciudadanos. Todas las encuestas de cultura política lo refrendan. Además, los ciudadanos no creen en la honestidad de los institutos políticos. De todas las instituciones evaluadas, los partidos, así como los miembros de los congresos (federal y locales) son muy mal vistos, por debajo incluso de las corporaciones policiacas.

Los partidos políticos viven una paradoja bajo regímenes democráticos o en democracias débiles: cada vez se parecen más entre ellos, haciendo realidad el dicho popular: “todos son lo mismo”. Efectivamente, para ganar votos se han desplazado al centro del espectro ideológico. Carecen de identidad y principios claros, pues buscan sufragios donde sea con tal de ganar elecciones. Eso explica lo absurdo de ciertas coaliciones. En el caso del PRD se ha aliado a partidos que se supone serían su antítesis, como el PAN. Durante los cinco últimos años han abundado este tipo de alianzas electoreras con altísimos costos para el partido del sol azteca; menciono solo dos casos: Baja California cuya alianza llevó al triunfo al gobernador actual Kiko Vega en 2013 y a Rafael Moreno Valle en Puebla en 2011. Si bien formalmente el PAN y el PRD no se aliaron para impulsar a Ángel Aguirre Rivero al gobierno de Guerrero en 2011, si el candidato de Acción Nacional, Marcos Efrén Parra, declinó a favor de aquél.

Los años de auge electoral del PRD fueron en 2006 y 2012, cuando su candidato a la presidencia de la República fue Andrés Manuel López Obrador, justo quien un año después de su última candidatura renunció al partido por serias diferencias con la dirigencia perredista (conocida como los Chuchos, por los liderazgos de Jesús Ortega y Jesús Zambrano).

La segunda dimensión de la crisis ha emergido con los acontecimientos de Guerrero Rivero, concretamente con las responsabilidades evidentes del ex gobernador, Ángel Aguirre y del ex alcalde José Luis Abarca, ambos postulados por el PRD, por la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. Fue un balde de agua fría para la nueva dirigencia nacional, encabezada por Carlos Navarrete, que pasmada ante los acontecimientos no atinó a responder adecuadamente en tiempo y forma. Hoy la política de negociación con el gobierno de Enrique Peña Nieto, que desde sus inicios fue evidente con la firma del Pacto por México aquél 2 de diciembre de 2012, le ha pasado la factura a las dirigencias emanadas de la corriente Izquierda Unida, Chuchos pues. La carta del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas pidiendo la renuncia de Navarrete como condición para una reestructuración del partido, parece la evidencia de que el PRD se encuentra en una grave crisis. No reconocerlo lleva al despeñadero y a una debacle anunciada que culminará con la jornada electoral del próximo 7 de junio.

-Dr. Víctor Alejandro Espinoza Valle, profesor-investigador del Departamento de Estudios de Administración Pública.