Transiciones: “Ir para atrás”

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Opinión de Victor Alejandro Espinoza Valle Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

miércoles 1 de marzo de 2017

Por distintos medios hemos conocido la decisión de nuestros paisanos que residen en Estados Unidos al expresar con contundencia su deseo de no regresar a nuestro país. Evidentemente que no se trata de una actitud “contra México”, sino que se reconoce a través de sus palabras que su salida no fue fácil, la llegada a otro país, menos, y la sobrevivencia bajo condiciones difíciles, tampoco. La decisión de partir es traumática: sólo se van porque su situación es desesperada sea por cuestiones económicas, de seguridad o políticas. Claro que también otros lo hacen por el conocimiento de las redes, del prestigio que en las comunidades da llegar con la “troca”, el fanfarronear de lo bien que les va en los Unites.

No quieren “ir para atrás”, es literal; para ellos sería un volver a una condición de la cual salieron huyendo, por condiciones de miseria, explotación, carencia de apoyos, insalubridad, violencia, falta de oportunidades para sus hijos. Es real, nuestro país es profundamente desigual, donde si para la clase media la movilidad social se canceló hace ya décadas, para los pobres es una quimera. Un sistema profundamente desigual que no dejó otro remedio que salir a buscar el sustento o a resguardarse de las balas del crimen organizado.

Pero el nuestro es un país de paradojas, expulsamos a nuestra mano de obra, la misma que ahora el presidente de Estados Unidos se ha empecinado en deportar, pero también recibimos a miles de centroamericanos, y durante el último año a haitianos. Hay distancias: para éstos últimos su país ya tocó fondo y prefieren el nuestro a morir de hambre en el suyo. Todo es tan relativo.

Llegaron miles de haitianos a las ciudades de la frontera, preferentemente a Tijuana y Mexicali. Se calcula que a la primera de éstas han sido 15 mil desde mayo pasado. Primero con la esperanza de obtener una visa humanitaria del programa de Estados Unidos que se instrumentó a raíz del terremoto de 2010; pero que con la afluencia de inmigrantes fue cambiado a asilo, y a partir del 20 de enero con la llegada a la presidencia de Donald Trump, se canceló definitivamente.

La reacción de la sociedad bajacaliforniana fue ejemplar. Ante el estupor y paralización gubernamental, los albergues primero acogieron a los recién llegados. Ante el desbordamiento de éstos, aquí habría que resaltar la labor ejemplar del “Desayunador del Padre Chava”, la ciudadanía organizada decidió extender el apoyo humanitario. Una de las labores más loables en esa dirección es el desarrollado por las iglesias cristianas. En primerísimo lugar destaco el trabajo de Gustavo Banda y Zayda Guillén que se han echado a cuestas el proyecto de crear la colonia “Little Haiti” a la manera del barrio del mismo nombre que existe en Miami.

Según reseña Lourdes Loza, “El templo Embajadores de Jesús (…) da asilo a 225 extranjeros, de los cuales el 80% ha tomado la decisión de quedarse en la ciudad (…) ya no se quieren ir (…) se proyecta que las casas puedan construirse en una zona cercana al propio templo, que ha servido de albergue para cerca de 500 haitianos, extranjeros que han arribado a esta ciudad en busca de cruzar a Estados Unidos para solicitar asilo humanitario” (“Construirán la Colonia ‘Little Haiti’”, Frontera, 19/02/2017, p. 2).

Este tipo de noticias revitalizan y nos llevan a reflexionar que la solidaridad no conoce límites. Se trata de solo ayudar desinteresadamente. Por lo que si usted está en posibilidad de apoyar a esta causa no lo dude. Una de las formas de sobrevivencia en mejores condiciones en el exterior es de manera grupal, gregaria. Es lo que se busca con esta iniciativa: que logren fortalecerse en esta su nueva tierra. La experiencia de emigrar puede ser una de las más traumáticas para todo ser humano. La solidaridad es vital para sentirse bien recibidos. No son delincuentes, son personas como todos que buscan lo mejor para sus familias.

Victor Alejandro Espinoza Valle
El Colegio de la Frontera Norte