Algo anda mal cuando se nos quiere hacer creer que la Selección de Futbol representa a la Patria; que debemos apoyarla porque en cada gol está en juego el país. Algo anda mal cuando la ceremonia de despedida de la selección rumbo a la justa mundialista se convierte en una ceremonia de Estado y el presidente de la República y el director técnico (un piojo, por cierto), dicen que traerán la copa de Brasil, pues México será campeón del mundo. Algo anda mal cuando se insiste en que un puñado de jugadores representan a México y que al ganar un partido de futbol, ganamos todos los mexicanos.
Algo anda muy mal cuando, según encuestas, el 30 por ciento de los mexicanos cree que ganará el mundial. Uno ya no sabe si creer en la seriedad de las encuestas o en el equilibrio de nuestra gente. Al ver esta estadística o el comportamiento del “personal” en el estadio, se llega a la conclusión de que lo que los mexicanos tienen es una “urgente necesidad de ganar algo”. Nos urge celebrar lo que sea en medio de un panorama gris y un futuro incierto.
Algo anda mal cuando lo que se festeja es ganarle a Israel, así sea gracias a los errores de su portero. Algo anda mal con el futbol mexicano cuando el mejor jugador sobre la cancha fue Cuauhtémoc Blanco, el homenajeado, el despedido, aquella tarde.
Algo anda mal cuando se olvida que calificamos al mundial de rebote gracias a que en el último minuto Estados Unidos le ganó a Panamá y entramos al repechaje contra una “potencia” llamada Nueva Zelanda.
Algo anda mal cuando se olvida que la eliminatoria para el mundial fue un desastre y entramos de panzazo. Lo que exhibió el proceso es que el futbol mexicano está controlado por los intereses de una empresa. Y que los directivos se encuentran al servicio de la misma. Además, que los jugadores son los que menos cuentan y no son considerados ni como trabajadores. Algo anda mal cuando sigue existiendo el llamado “pacto de caballeros”, que arruina la carrera de los futbolistas pero es utilizado para venganzas y revanchismos.
Algo anda muy mal cuando el Congreso programa la discusión de las leyes secundarias en materia energética para las mismas fechas cuando jugará México y el argumento es que “no podemos posponerlo más, ya urge”. Es cuando uno piensa en la razón del clásico al aludir a la cultura del “sospechosismo”.
Le cedo la reflexión final a Eduardo Galeano, ese inmenso escritor uruguayo: “La historia del futbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí (…) El juego se ha convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores, fútbol para mirar, y el espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue”. Sí, algo anda mal…
España hoy
El rey Juan Carlos abdicó a la Corona de España a favor de su hijo Felipe (VI). Los problemas abrumaron a Juan Carlos: sobre todo los escándalos de corrupción que se ciernen sobre una de sus hijas y su yerno. Pero tampoco él ha salido bien librado de sus andanzas y en especial por su afición a la cacería de elefantes. En los últimos años las noticias sobre la Casa Real española habían venido erosionando la legitimidad ganada desde la muerte del caudillo Francisco Franco en 1975 y sobre todo después del intento del golpe de Estado del general Antonio Tejero en 1981. La abdicación es una medida para darle continuidad a la Monarquía. Pero existe un segmento numeroso de la población que reivindica la idea de que se debe aprovechar el momento para dar paso a una nueva República. Considero que así como España fue ejemplo del proceso de transición a la democracia, con Juan Carlos como un personaje central; cuatro décadas después y con el mismo protagonista, España puede poner el ejemplo una vez más de una transición exitosa: pasando de la Monarquía a la República. Sería más importante que refrendar su título de campeón del mundo en la copa de Brasil.