[:es]El presidente Enrique Peña Nieto decidió cambiar el formato de su informe de gobierno. Lo de llamarle informe de gobierno viene siendo una simple formalidad desde que bajo la administración de Vicente Fox se decidió únicamente enviar con un “propio” el documento que exige la Constitución; eso sucedió en el último año de su mandato luego del conflicto postelectoral de 2006. A partir de ese momento los presidentes no han vuelto a acudir al recinto parlamentario. Felipe Calderón no lo hizo en ninguna ocasión como tampoco lo ha hecho Enrique Peña Nieto.
El 1 de septiembre era conocido como el “Día del presidente”. Durante horas el presidente contaba los logros de su gobierno ante el Congreso y en audiencia nacional. Arribaba al recinto en medio de vallas humanas y toneladas de papel cortado; asimismo se retiraba hacia Palacio Nacional o a Los Pinos donde se llevaba a cabo la pasarela de personas de todos los sectores de la sociedad (“besamanos, le llaman). Por horas escuchábamos las maravillas del trabajo de la administración en turno. Un exceso que la clase política aceptaba sin ningún tipo de réplica… hasta 1988 cuando Porfirio Muñoz Ledo interpeló por primera ocasión a un presidente, concretamente a Miguel de la Madrid Hurtado.
De lo absurdo de una ceremonia faraónica transitamos a la ausencia del presidente ante el Congreso. Por corregir, pasamos de un extremo al otro. Durante los primeros tres años, Enrique Peña Nieto dirigió un mensaje a la Nación al día siguiente de haber entregado el informe en el Congreso. Se seleccionaban a los invitados a Los Pinos, sin oposición, a escuchar un mensaje sucinto sobre el año administrativo. No había posibilidad mínima de interpelaciones o de diálogo.
En esta ocasión, para el 4to. Informe, el presidente decidió un cambio en el formato. Se escogió una dinámica de ‘Town Hall Meeting”, es decir, una reunión informal donde se aborda una temática previamente establecida. Fueron invitados jóvenes –no sabemos cuál fue el método de selección- y se recogieron preguntas enviadas a la página de Facebook del presidente. El periodista Ezra Shabot –de la empresa MVS- fue el encargado de leer las preguntas y dar la palabra.
Para su mala fortuna, la fecha del ejercicio –mal llamado informe- prácticamente se encimó con la visita del candidato republicano Donald Trump. Con lo acontecido un día antes, todas las posibles bondades del ejercicio quedaron relegadas entre el mar de mensajes, notas y columnas que la visita de Trump generó. Ha sido el acontecimiento con más repercusiones políticas en lo que va del año y posiblemente del cuatrienio. Un golpe directo a la línea de flotación presidencial en un momento cuando la popularidad del titular del Poder Ejecutivo ha caído estrepitosamente.
El cambio de formato tampoco parece haber sido redituable para el gobierno de Peña Nieto, no sólo por lo dicho anteriormente, sino porque la reunión estuvo sobreactuada. Los muchachitos se aprendieron sus preguntas para hacerlas a modo, incluso porque aquellas más críticas (sobre la visita de Donald Trump y las acusaciones de plagio en la tesis presidencial) no sirvieron para contrarrestar el aluvión de críticas recibidas.
Este ejercicio muestra con claridad que en política la forma es fondo. Un formato hecho para brindar información positiva sobre el gobierno, se convierte en crítica por la falta de espontaneidad y el discurso tan a modo de los invitados. Las preguntas de forma se convirtieron en reacciones a cuestiones de fondo. ¿Dónde están los asesores señor presidente?
Dr. Víctor Alejandro Espinoza Valle
Investigador del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colef
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