[:es]El principal problema percibido por los mexicanos es la corrupción.1 Otros, tan graves o más, son jerarquizados en niveles inferiores, por ejemplo, la inseguridad, la pobreza o la falta de empleo. Ello ha llevado a un desencuentro entre la clase política y la ciudadanía. Una brecha que crece cada día y pone “contra las cuerdas” a cualquier gobierno así haya llegado al poder por la vía de las urnas, por cierto, cada vez más vacías.
Me han preguntado si es que antes no había problemas de corrupción en nuestro país. Claro que sí, el régimen político mexicano desde su fundación tuvo como eje vertebrador las prácticas de corrupción. Al grado que podemos afirmar que el origen de las mayoría de fortunas privadas en este país proceden de la relación entre empresarios y gobierno. Más que un problema moral, la corrupción ha sido un mecanismo de acumulación de capital.
Hoy la diferencia en la percepción ciudadana con el pasado es la existencia de alternativas en comunicación. Anteriormente, los medios de comunicación eran, en la mayoría de los casos, voceros gubernamentales. Los noticieros se dedicaban a difundir los boletines de prensa de las diferentes oficinas públicas. La explosión del Internet ha hecho posible que la información circule de manera horizontal, que haya mayor documentación y difusión de multitud de eventos. Hay buena y mala información, pero la hay; cosa que no sucedía anteriormente.
El problema con la corrupción es que el conocimiento y la denuncia prácticamente no tienen consecuencias. La impunidad es la otra cara de la moneda. Quienes han sido juzgados apenas son la punta del iceberg del problema. Si uno le “rasca” un poquito tendríamos a la inmensa mayoría de la clase política en la cárcel. Una pregunta inocente: ¿conoce usted a algún ex gobernador o expresidente municipal, para sólo aludir a un par de funcionarios, que hayan dejado el cargo sin haberse convertido en nuevos ricos? Seguramente habrá excepciones, pero eso serán: garbanzos de a libra.
Para calibrar cómo andan los ánimos ciudadanos podemos consultar los resultados de una interesante encuesta publicada por el periódico Frontera en su edición del lunes 24 de abril (p. 12). Dicho sondeo fue aplicado en Baja California recientemente. Sin embargo, considero que nos podemos atrever a generalizar para el resto de las entidades. Incluso hay preguntas sobre la percepción de lo que sucede a nivel nacional. El 98.8% de los entrevistados consideró que la corrupción ha aumentado en nuestro país en los últimos años. Mientras que un altísimo 76.3%, evalúa como alta la corrupción en el gobierno federal, pero aumenta si sumamos el 18.7% que la calificó como “media”. La misma pregunta se hizo con respecto al gobierno del estado, arrojando que el 65% la considera “alta” y el 29.3% como “media”.
Llama mucho la atención que un alto porcentaje está “harto de ella”; la cifra alcanza el 81.7%, al resto (18.3%) le resulta indiferente. Pero de ese 81.7%, prácticamente no hace nada para combatirla. De ese porcentaje, el 43.9% “sólo comenta”, mientras que el 36.1% dice no hacer “nada, ya que no cambiará”. Es un desánimo muy preocupante pues sabemos que este tipo de problemas no se combaten por decreto. Es decir, los ciudadanos están hartos de la corrupción, pero no hacen nada para enfrentarla. Esa es la paradoja profunda de la ciudadanía de “baja intensidad” que padecemos en México: quejarnos pero no hacer nada. Estridencia en redes sociales, silencio en los espacios públicos. Así llegaremos al 2018.
Victor A. Espinoza Valle
El Colegio de la Frontera Norte
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