Transiciones: Equivocados

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Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

miércoles 27 de septiembre de 2017

Uno de los fenómenos más visibles en el México actual sin duda es la “desafección” de  la clase política por parte de los ciudadanos, pero en particular hacia los partidos políticos. En ese contexto, se alzan voces que reivindican en diversos grados la desaparición del sistema de representación política tradicional, basada en partidos políticos.

Se habla también de una brecha que crece entre la sociedad civil y la sociedad política que ha minado el sistema democrático formal, y que se manifiesta en un constante cuestionamiento a los partidos políticos y a los diferentes ámbitos gubernamentales. Uno de los indicadores básicos de este problema es el creciente abstencionismo en elecciones locales.

A raíz de los dos sismos que se registraron el 7 y el 19 de septiembre en el sur de México, el reclamo ciudadano se incrementó y se enfocó a solicitar que “el INE suspendiera las prerrogativas a los partidos políticos” para que se emplearan en la reconstrucción. Desde luego que es una demanda que tiene mucho eco, pues en el fondo tiene que ver con el diagnóstico que se ha extendido: los partidos políticos son onerosos, todos están dirigidos por líderes corruptos y lo mejor que puede pasar es que desaparezcan. El discurso radical de que lo mejor es un sistema sin partidos políticos porque son los causantes de todas nuestras desgracias es, para decir lo menos, bastante atractivo.

Con la habilidad que los distingue, Andrés Manuel López Obrador, a raíz de los primeros sacudimientos del 7 de septiembre, difundió en redes sociales que proponía que MORENA donara el 20% de los recursos del año vigente (2017). Con posterioridad al día 19, aumentó su oferta al 50%. A ello le respondieron diferentes líderes políticos que la suya era una jugada ilegal, demagógica y electorera. Lo valoraron mejor y posteriormente los líderes del llamado Frente Ciudadano por México (formado por el PAN/PRD y MC) salieron a difundir que ellos doblaban la oferta: donarían el 100%,  incluyendo ese mismo porcentaje para el año 2018. AMLO respondió que ellos también le entraban con el 100% del 2017.

Enrique Ochoa Reza, dirigente nacional del PRI, tomó la iniciativa de instrumentar la propuesta de la “donación” del 100% de las prerrogativas que restaban del año: 258 millones de pesos. Algo así como “va el resto”. Pero todavía más, este lunes 25 de septiembre propuso en las oficinas del INE, a donde acudió a presentar la solicitud de renuncia a las prerrogativas, que pugnará por la eliminación de todo el sistema de representación plurinominal, es decir, de diputados y senadores de minoría y la eliminación del 100% de las prerrogativas a partidos políticos a partir de una reforma constitucional para hacerlo vigente a partir de 2018.

Evidentemente estas propuestas traerán muchos seguidores pero son sumamente preocupantes, por decir lo menos. La representación proporcional tiene un sentido claro: dotar de representación en los congresos a las minorías, que de otra manera se quedarían al margen y se estaría abonando el camino para un sistema bi o tripartidista. Se deja de lado que hay ocasiones en que suman mayoría de votos los partidos minoritarios y sobrepasan al primero y al segundo lugar. La democracia exige pluralidad política y con la supresión estaríamos dando un paso hacia atrás.

Respecto a la eliminación de los recursos públicos a partir de 2018 significaría un cambio radical en el sistema de financiamiento de la democracia procedimental: quiere decir que todo el dinero para la sobrevivencia de los partidos políticos provendría de sus militantes y las campañas serían financiadas por dinero privado. En México se decidió optar por el financiamiento público para evitar la intromisión del dinero sucio. El crimen organizado podría financiar candidatos y las posibilidades de fiscalización serían muy remotas. Se ha dicho que de todos modos hay dinero no contabilizado en las campañas, efectivamente pero se multiplicarían las posibilidades de un dinero no fiscalizado, con lo cual volveríamos a una competencia desigual entre los partidos. Que no nos gane el momento y el populismo discursivo. Ha costado mucho la democracia política mexicana como para tomar decisiones apresuradas y seguramente contraproducentes.

Dr. Víctor Alejandro Espinoza 

El Colegio de la Frontera Norte