Un largo camino separa las promesas de campaña de su cumplimiento como políticas públicas. Es un camino lleno de obstáculos y de escollos que se deberán de sortear si de verdad se quiere lograr eso que el gobierno por venir llama la “cuarta transformación”. Por todos lados habrá cuestionamientos, los más preocupantes son los que provienen de la realidad misma. Se requieren cuantiosos recursos materiales, humanos y culturales para hacer frente a los diques de un sistema económico y político que se resistirá a partir.
No debemos permitir que nos den espejos por oro. Es decir, deberemos de exigir “el cambio verdadero”. Migajas ya no queremos. Es quizás la última oportunidad para la actual generación; ya no estamos en condiciones de que vuelvan a fallar y agregaría que como ciudadanos tenemos la obligación de exigir lo que en Ciencia Política se llama “responsivness”, es decir, que el nuevo gobierno cumpla y haga lo que se comprometió frente a los ciudadanos .
Estamos en la víspera de un cambio en el Poder Ejecutivo. El más esperado y con mayores expectativas desde el gobierno del General Lázaro Cárdenas del Río. ¿Por qué? Porque la bandera fue impulsar un cambio estructural. Se me dirá que en el año 2000 era igual. No, Vicente Fox prometió solo sacar al PRI de Los Pinos y lo consiguió…pero hasta ahí. Dilapidó el inmenso capital político que obtuvo en las urnas. No tenía un proyecto distinto al del PRI, solo se trataba de un cambio de personajes. Si a ello agregamos sus limitaciones intelectuales, entendemos el desastre que fue su sexenio. La alternancia que llevó al PRI de regreso a Los Pinos implicó un retorno al pasado; ese era el proyecto: utilizar todo el aparato gubernamental a la más vieja usanza corporativista para no cambiar. El sexenio de Enrique Peña Nieto termina en medio de una crisis de inseguridad y la percepción generalizada de que la corrupción ha infestado a todo el sistema político mexicano y que deja a un país polarizado y con más pobreza de la inicial.
De ahí el enorme reto del gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Es, insisto la última llamada para evitar que nuestro país colapse. No se trata de paliativos, será necesaria una cirugía mayor. Solamente la inseguridad y la corrupción requieren de un esfuerzo mayúsculo. Una de las mayores ventajas es que AMLO está obsesionado en convertirse en uno de los mejores presidentes de la historia. Esperemos que su frenética actividad no le juegue una mala pasada y le cobre facture en su salud. Deberá saber delegar, escogiendo a los mejores colaboradores. Ahí está una de las grandes dificultades. Sus subalternos han ido anunciando algunos nombres que francamente dejan mucho que desear. No tienen la preparación ni los antecedentes éticos para hacer frente a los graves problemas con los que habrán de lidiar. Pongo un ejemplo, el futuro comisionado del Instituto Nacional de Migración, calderonista y muy lejano a los temas de migración. Me pregunto qué hará ante la crisis humanitaria que se vive en la frontera, aparte de dar entrevistas de sentido común.
No habrá cuarta transformación sin un cambio de régimen político. El presidencialismo se encuentra agotado y es un sistema más cercano al autoritarismo que a la democracia. Debemos transitar hacia un régimen semipresidencialista con una jefatura de Estado bicéfala, es decir, con un jefe de gobierno y un jefe de Estado que permita una plena división de poderes y que obligue a reconfigurar todo el sistema de representación y de partidos políticos. Para ello propongo que en 2021, aprovechando las elecciones federales intermedias, se someta a consulta popular, una vez modificado el artículo 35 constitucional, el cambio de régimen. Estaríamos hablando ahora sí de una verdadera transición a la democracia, complemento ideal de una reforma estructural económica y social. El nuevo modelo económico que postula AMLO requiere de una adecuación sustantiva de la vida política nacional. Si lo logra, estaremos hablando de un nuevo estadio de México. Debemos ser participantes críticos e informados para exigir el cambio verdadero.
Dr. Víctor Alejandro Espinoza, El Colegio de la Frontera Norte