Transiciones: En aprietos

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Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

miércoles 14 de febrero de 2018

 

Concluyeron las precampañas el pasado domingo. A partir de este lunes inició otra etapa denominada de “intercampañas” y que abarca 46 días, concluyendo el 29 de marzo. En total habrán transcurrido 3 meses y medio desde que iniciaron las precampañas el 14 de diciembre pasado hasta finalizar las intercampañas. Desde luego que este larguísimo periodo deberá revisarse en la futura reforma electoral; hay un cuestionamiento generalizado acerca del verdadero sentido de mantener estas figuras.

Las precampañas dejaron de tener razón en el momento en que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación dio marcha atrás a un acuerdo del Instituto Nacional Electoral en el sentido de que cuando hubiera un solo precandidato no habría precampaña. Como ocurre en el actual proceso electoral, las tres coaliciones se presentan con un solo precandidato: resulta un absurdo que alarguen en los hechos las campañas. Durante los 60 días que duró la primera etapa se difundieron un total de 17 millones, 919 mil 360 spots. Este también es un asunto para revisar en la próxima reforma.

En el caso de las llamadas “intercampañas’, que es una especie de limbo en el que tienen que moverse los precandidatos y los partidos políticos, son 46 días en los cuales los partidos y coaliciones tienen que definir a sus candidatos, pero donde no pueden hacer actos públicos, tampoco llamar a votar por ellos o hacer propuestas. Deben mantener un discurso “genérico” y pueden acudir a reuniones privadas, hablar sobre los grandes problemas nacionales, cuestionar o reivindicar las políticas públicas y acudir a entrevistas ante medios de comunicación. Durante esta fase, los 48 minutos de tiempos oficiales se reparten de la siguiente manera: 24 minutos para los partidos políticos y 24 minutos para las autoridades electorales. En tal virtud se difundirán 13 millones, 738 mil 176 spots.

Las precampañas nos han permitido tener mayores elementos para imaginarnos por donde pueden desarrollarse las campañas que deberán arrancar el 30 de marzo próximo y que se extenderán a lo largo de 90 días, hasta el 27 de junio. En primer lugar, la guerra sucia, pese a la prohibición constitucional y en las leyes reglamentarias, los estrategas han utilizado las campañas negras para golpear a quienes se ubican en los primeros lugares de las encuestas. En tanto las estrategias basadas en la descalificación personal sigan rindiendo votos, éstas continuarán. Con estas serán tres elecciones presidenciales donde los mercadólogos siembren miedo entre la población para ganar las contiendas.

La gran diferencia respecto a la elección de 2006 es sin duda el crecimiento de la comunicación horizontal, el uso intensivo de redes sociales que pueden neutralizar la parcialidad de los medios tradicionales de comunicación que construían candidaturas y destruían reputaciones. Hoy la población tiene acceso a mayor información (cierto, la guerra sucia tiene lugar básicamente a través de Internet), pero hay mayores alternativas informativas para conformar una opinión crítica a la versión oficial.

Hoy tenemos una idea más clara de cómo concluyeron las precampañas y donde se sitúan los aspirantes a la Presidencia de la República. Indudablemente el promedio de las encuestas y sondeos ubican a Andrés Manuel López Obrador como puntero, con un promedio de 10% de preferencias arriba de Ricardo Anaya y éste a su vez por encima 8 puntos de José Antonio Meade. Lo que vamos a ver es una guerra entre estos dos últimos para adueñarse del segundo lugar. Esto se estará definiendo hacia finales del mes de abril. La caída de uno de ellos  podrá generar el voto útil a favor del segundo lugar, con el ánimo de ganar al puntero.

A quien le ha tocado “bailar con la más fea” es al precandidato Meade. El sentimiento antiprista es muy generalizado en el país. Pero su autodefinición como un “ciudadano sin militancia” levantó ámpula entre los priistas de trayectoria que lo ven como una imposición y una falta de respeto. Por eso su expresión: “Háganme suyo”. La única forma de levantar las preferencias parece ser marcar las distancias con el gobierno de Peña Nieto, pero esto parece imposible. Ya veremos que se les ocurre a los cuartos de guerra para cambiar lo que parece inevitable: una elección entre dos contendientes. Pronto sabremos si el marketing da para subir a Meade y desplazar a Anaya. No falta mucho.

Dr. Víctor Alejandro Espinoza         

El Colegio de la Frontera Norte