En días recientes, 10 de diciembre, el historiador y ensayista Enrique Krauze publicó un artículo en el influyente diario The New York Times que tituló “What Mexican’s President Must Do” (“Lo que el presidente de México debe hacer”), que tuvo un impacto mediático importante a nivel internacional y por supuesto en nuestro país.
En su artículo presentó un análisis de la situación por la que atraviesa México para formular al final una propuesta al presidente Enrique Peña Nieto: que pida perdón por sus acciones u omisiones. Lo dijo de esta manera: “Esta es, quizá la más difícil petición que yo haría: que el presidente encare a la nación, reconozca sus errores y ofrezca una disculpa al pueblo mexicano”. La disculpa solicitada no era por algo en concreto sino por la gravedad de los acontecimientos por los que atraviesa el país.
Creo que se trata de una reducción absurda de la forma en la que se concibe el origen de nuestros problemas. Un perdón le conferiría legitimidad al presidente, piensa el ensayista, en un país como México donde el presidente concentra un enorme poder. Krauze no concibe otra salida que la “legitimidad de un liderazgo ético”. Esa recuperación de la apreciación social del Poder Ejecutivo, considero que no es la vía sustantiva para avanzar en una solución integral a la crisis que padecemos.
Krauze fiel seguidor de sí mismo, considera que el problema no se relaciona con la crisis de la forma de gobierno que vivimos en México. Si antes abogó por una “democracia sin adjetivos” hoy predica una legitimidad sin sustancia. La legitimidad presidencial es lo esencial. Por lo tanto, que pida disculpas y listo. Es el pensamiento simple del ensayista que desconoce la teoría política más elemental. Si el nuestro es un sistema presidencial, la solución pasa por prestigiar al presidente, nos dice. Lo estructural sale sobrando. Pero además, ni el más inocente pudiera creer que el presidente le haría caso. Me imagino a Enrique Peña Nieto preguntándose cómo salir a pedir perdón. Resulta pueril pensar en un escenario de esas características.
Si bien esta parte del artículo de Krauze fue la más publicitada, en otro apartado del texto plantea lo que es central en su análisis: la democracia mexicana inició en el año 2000: “Muchos creímos que todo esto iba a desaparecer con el solo advenimiento de la democracia en el año 2000, cuando tras 71 años el PRI cayó del poder. Nos equivocamos”. De manera que el “advenimiento” democrático llegó de la mano de Vicente Fox. Pensaba que todos los males nacionales desparecerían con la alternancia política. Se trataba del arribo de la “democracia sin adjetivos”. Para él la “democracia mínima” era lo que el país requería: fiel reflejo de su pensamiento simple. Por ello ahora también considera que si el presidente pide perdón se resuelven los problemas.
La cuestión central no es el partido que gobierna o quién es el presidente. El problema se llama agotamiento del modelo institucional. El presidencialismo mexicano se encuentra en crisis y dicha crisis no inició el 1 de diciembre de 2012. Los problemas se han ido acumulando y no se resuelven con buena imagen; se requiere una nueva institucionalidad que complete lo que no han podido hacer los procesos electorales por las limitaciones propias de su naturaleza. Se requiere consolidar nuestra débil democracia transitando a un nuevo régimen político. Pero eso no lo entiende el ensayista laureado.
Dr. Víctor Alejandro EspinozaValle es profesor-investigador del Departamento de Estudios de Administración Pública.