[:es]Transiciones: El derecho a equivocarse[:]

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Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

miércoles 4 de octubre de 2017

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España enfrenta una grave crisis política. Lo que vimos este domingo 1 de octubre es la punta del Iceberg que se viene incubando hace ya mucho tiempo en el ánimo nacionalista catalán. La idea de la independencia como redención de los males padecidos sobre todo durante la dictadura de Francisco Franco y la creencia de que es injusto el subsidio económico que otorgan al resto de las autonomías que conforman el Estado (como ellos lo denominan) Español.

Durante la larga dictadura franquista (1936-1975), el caudillo prohibió toda suerte de manifestaciones identitarias en Cataluña, como por ejemplo su idioma, los programas escolares especiales o las formas de gobierno particulares. El catalanismo creció como una forma de resistencia cultural frente a la dictadura. La defensa frente a la prohibición hizo que el catalán se convirtiera en una forma de comunicación libertaria. Fueron tan absurdas como contraproducentes las medidas franquistas.

Muchas de las regiones ricas históricamente han reivindicado su independencia y deseos de convertirse en nuevas naciones. En el caso de Cataluña, sabemos que se trata de una comunidad rica, muy productiva y con altos niveles de vida. De ahí su sentimiento de que “subsidia” a regiones pobres de España. En el discurso queda claro que los catalanes perciben que “dan más de lo que reciben”, que si se independizaran su vida mejoraría. De ahí que consideren un lastre pertenecer a una Nación que les adeuda en lo económico y en lo cultural.

Sabemos por la experiencia de Cataluña y de otras regiones o países (por ejemplo Gran Bretaña), que la oposición a los proyectos independentistas y la pésima negociación de la pertenencia a la Nación Española, llevarían a una radicalización de las reivindicaciones independentistas. La negativa a dejar celebrar el referéndum el pasado domingo, pero sobre todo el tratar de impedirlo por la fuerza, ha sido un “balazo al pie” por parte del gobierno de Mariano Rajoy. El hecho de declararlo ilegal, ya había caldeado los ánimos. Pero la represión fue la gota que derramó el vaso.

Si antes del referéndum, las encuestas levantadas para pulsar la opinión a favor o en contra de la independencia mostraban que la población estaba dividida, aunque era aproximadamente un 54% que estaba en contra y un 46% a favor, seguramente con la pésima decisión de Rajoy de tratar de impedir las votaciones, cambiarán los porcentajes y crecerá el número de los independentistas. Según el presidente de la Generalitat (gobierno autonómico), Carles Puigdemont i Casamajó, el 90% de los que votaron lo hicieron por el Sí (a la independencia), en realidad se trató de una consulta que no resistía la prueba de la legalidad. Sin padrón de votantes, urnas en la calle donde cualquiera podía volver a votar, es decir, con una gran posibilidad de manipular los resultados (El diario El País reporta que en 71 municipios votaron más personas por el Sí que los que reporta el censo de población https://elpais.com/ccaa/2017/10/03/catalunya/1507048467_326934.html?id_externo_rsoc=TW_CM ),  la consulta no refleja en realidad el sentir de la mayoría de los catalanes; se trata más bien de un símbolo de los independentistas. Lo que es cierto es que algunos catalanes decían que estaban en contra de la independencia pero a favor del derecho de expresarse a través del referéndum.

Lo que creo debió hacerse fue negociar el referéndum y haberlo hecho legal y transparente, evitando el fraude. Con una gran discusión en Cataluña y el resto de España, las posibilidades de que ganara el No eran muy altas. Hoy es muy complicada la negociación y más poder dar marcha atrás a la radicalización. Creo que el camino debería ser la renuncia de Mariano Rajoy, llamar a elecciones anticipadas y con ello negociar con los catalanes un referéndum vinculatorio, precedido de una gran discusión nacional. Nadie gana con la independencia de Cataluña. Sumar siempre será mejor que restar. Lo que sigue es un profundo proceso educativo y cívico que demuestre la realidad de los nacionalismos: que son en su gran mayoría conservadores, reaccionarios (en este caso en el sentido de reacción frente a la dictadura o el autoritarismo) y antipluralistas. Difícil situación para nuestra querida España.

Dr. Víctor Alejandro Espinoza     

El Colegio de la Frontera Norte

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