[:es]Eso de ser niños, no es nada fácil. Bueno depende desde el mirador social que se tenga. La imagen idílica de niños “Gerber”, bien alimentados, rubios y queridos es eso: una ilusión para un país de morenos, desnutridos y malqueridos. Nuestro país ocupa el primer lugar mundial en obesidad infantil; somos el primer lugar también en consumo de refrescos, según algunas fuentes; para solo mencionar dos indicadores de bienestar.
La condición infantil en general depende de la clase social a la que se pertenezca. Esta etapa de la vida, como otras, se vivirá mejor o peor según la pertenencia de clase. Ya ha sido demostrado que la educación dejó de ser fuente de movilidad social en nuestro país desde hace tiempo. La única posibilidad de pertenecer a una clase que disfruta de bienes y buena condición de vida es la herencia o la corrupción. Algunos agregarán, que la pertenencia al narco.
En gran medida la imagen de consumo de las clases medias y altas en el país a través de redes sociales, sobre todo Facebook, es el del mundo idílico donde todos los niños (y adultos) son felices. Estamos reproduciendo una “sociedad selfie”, que genera frustración y resentimientos en quienes no son felices, así sea de manera virtual. Los niños son un buen objeto en este frenesí clasemediero por presumir: aunque sea a los chamacos.
Pero los niños también opinan, también se rebelan ante lo que están viviendo y padeciendo. No, esto no es Finlandia, ni Noruega, ni ningún país de Europa, donde el Estado ofrece mínimos de bienestar. Esto es América Latina, México, país pobre, de tercero o cuarto mundo. País enlodado por la corrupción, el miedo ante la inseguridad galopante, una sociedad terriblemente desigual e injusta; donde la clase política en las últimas décadas se ha creído que desmantelar las instituciones públicas es el camino al progreso. En el que se presumen los logros educativos pero las escuelas continúan destartaladas, funcionando porque los maestros no dejan que se caigan las paredes, donde se carece de todo, menos de los discursos de los funcionarios mediocres o de los líderes sindicales charros. Ese es el México que les ha tocado vivir a nuestros niños y que festejamos cada 30 de abril.
Una encuesta que ha circulado en la última semana y que se llama “Niños, ¿qué opinan de los políticos? La primera encuesta de la generación Z en México”, arroja resultados interesantes. Todo indica que el sondeo se levantó en tres ciudades: Guadalajara, Monterrey y Ciudad de México. Sin entrar a cuestionar la metodología, solo resalto algunos de sus hallazgos. El 45% de los niños dijeron que su mejor deseo para el día del niño era que le hubiera pasado “algo bueno a México” y el 41% ver a “sus papás contentos”. Sin duda, familias disfuncionales, más país disfuncional, arrojan esos deseos infantiles.
Cuando se les pregunta de que creen «que está enfermo” su país, las respuestas son bastante claras: 36% considera que de corrupción, 21% de desigualdad, 20% de crimen y 18% de pobreza. Ante la solicitud de calificar la labor del presidente, el 66% piensa que Enrique Peña Nieto está haciendo un “mal trabajo”, mientras que un 29% considera que realiza un “buen trabajo”. Para el 32% de los entrevistados la política es “muy importante”, mientras que el 39% considera que es “algo importante”. Quienes piensan que la política es “poco importante” suman el 20%. Sobre sus preferencias para el futuro presidente de México, la mayoría se decanta por Margarita Zavala con un 33%, mientras que por Andrés Manuel López Obrador, lo hacen el 17%. En familia se discute medianamente sobre el futuro electoral y quien podría ocupar el cargo de presidente: el 45% lo hace, mientras que el 54% no lo aborda.
Los niños mexicanos enfrentan un futuro incierto. Muchas de las certezas con las que crecimos se desvanecieron: el sueño educativo se clausuró para las familias pobres y de clase media. Sólo los niños de familias ricas ven un futuro promisorio. Tal como observamos impávidos los relatos y selfies en Facebook.
Víctor Alejandro Espinoza Valle
El Colegio de la Frontera Norte
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