En 2015 una noticia cimbró a la sociedad mexicana: el triunfo de 6 candidatos independientes a distintos cargos de representación popular (3 alcaldías, 1 diputación federal, 1 diputación local y 1 gubernatura). El triunfo más significativo sin duda fue el de Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón, mejor conocido como El Bronco, quien se convirtió en gobernador de Nuevo León. Un personaje por los cuatros costados, que además gusta de representar su papel: el típico ranchero norteño inculto, dicharachero, mujeriego y que “dice siempre la verdad”. El Bronco es un actor de primera fila de su estereotipo.
El Bronco concitó grandes expectativas durante su campaña a la gubernatura. Me sorprende la cantidad de personas que decidieron votar por él. La principal explicación es que se encontraban hartos de la corrupción de los políticos del PRI y del PAN que habían gobernado la entidad. Hoy la mayoría se encuentran desilusionados por el remedo de gobernante en el que se transformó el otrora famoso personaje.
En realidad Jaime Rodríguez fue un candidato sin partido antes que uno independiente. Toda su trayectoria política la realizó dentro del PRI. El 14 de septiembre de 2014 hizo pública su renuncia al Revolucionario Institucional y tres meses después, el 3 de diciembre de 2014 se registró como candidato independiente al gobierno de Nuevo León. Su desparpajo, aunado a sus dichos coloquiales, le ganaron las simpatías de los regios quienes decidieron apoyarlo. En las elecciones del 7 de junio de 2015 obtuvo el 48.8% de los votos, mientras que en segundo lugar quedó la candidata priista, Ivonne Álvarez con el 23.9% de las preferencias, mientras que el tercer lugar lo obtuvo el candidato del PAN, Felipe de Jesús Cantú Rodríguez con el 22.3% de los votos.
Después de su fallida candidatura a la presidencia de la República donde fue desplazado al cuarto lugar, no solo a nivel nacional, sino en el mismo estado de Nuevo León, regresó a su cargo al frente del gobierno estatal. Sin embargo, el problema es que su nivel de aceptación ha caído a niveles muy bajos. Me dice una amiga regia que se calcula en 20% la percepción positiva de su gobierno. Efectivamente en reciente estancia por Monterrey lo pude comprobar: no hubo nadie que me diera una buena opinión de El Bronco. Incluso quienes votaron convencidos por él solo expresan su decepción. Todavía más, escuche versiones de analistas que vislumbran la posibilidad de que no concluya su periodo de gobierno; y que eso pudiera suceder muy pronto, una vez que tome posesión el nuevo gobierno federal.
El pasado viernes 19 de octubre en la Macroplaza de Monterrey y durante el mitin convocado por Andrés Manuel López Obrador para dar las gracias a los regiomontanos por su apoyo para ganar la elección presidencial, El Bronco se hizo presente. AMLO lo invitó al templete y cuando fue anunciado la rechifla no se hizo esperar. Ante los abucheos, AMLO pidió respeto para la investidura del gobernador y dijo que eran tiempos de reconciliación y que las campañas habían quedado atrás. Fue una verdadera demostración de conexión con la gente y solo así El Bronco salvó la tarde. AMLO aprovechó para recordar que en Nuevo León él había ganado (lo dijo en un par de ocasiones para que quedara claro). El Bronco recibió una verdadera lección de diplomacia política.
La figura de los candidatos independientes se desgastó rápidamente en nuestro país. En mucho contribuyó el aún gobernador de Nuevo León. Pero también perdieron este 2018 dos personajes que habían levantado grandes expectativas: Pedro Kumamoto Aguilar y Manuel Clouthier Carrillo. El primero fue diputado local en Jalisco y el segundo diputado federal por Sinaloa en 2015. Ahora ambos aspiraban llegar al Senado. Ninguno de los tres mencionados pudieron ganar y ni siquiera estuvieron cerca de hacerlo. No todo fue efecto AMLO, los candidatos independientes no pudieron cumplir las expectativas generadas en sus campañas. Sin duda, la caída más estrepitosa (y merecida) fue la de El Bronco.
Dr. Víctor Alejandro Espinoza, El Colegio de la Frontera Norte.