Transiciones: Déficit democrático

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Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Profesor-investigador del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 19 de noviembre de 2015

La UNAM ha difundido en estos días una colección de 26 volúmenes titulada “Los mexicanos vistos por sí mismos. Los grandes temas nacionales”. Se trata de un esfuerzo sin precedentes en el que participaron 93 investigadores y 48 asistentes de investigación. Cada uno de los volúmenes se sustenta en una encuesta aplicada en 1200 hogares nacionales a personas mayores de 15 años en el mes de noviembre de 2014. En total 25 encuestas que nos brindan un panorama amplio en cada uno de los temas relevantes de la vida nacional. El libro 26 integra y presenta en forma sintética los hallazgos principales de cada uno de los 25 libros de que consta la investigación y lo titulan “Inventario de México en 2015”. Estamos ante un esfuerzo invaluable por brindar una visión exhaustiva de los temas que nos permiten comprender al México de hoy.
El volumen titulado: “El déficit de la democracia en México”, basado en la Encuesta Nacional de Cultura Política, fue elaborado por Lorenzo Córdova Vianello, Julia Isabel Flores, Omar Alejandre y Salvador Vázquez del Mercado. De este trabajo me interesa extraer algunos datos relevantes para comprender el sustento de fenómenos como la baja participación política tradicional o de las nuevas opciones electorales. Desde luego que en términos de cultura política no existen explicaciones unívocas, es decir, cada uno de los fenómenos que se presentan, por ejemplo abstencionismo o movimientos antipartido, tienen una matriz multicausal.
En este artículo me refiero solamente al bajo interés en la política que reporta la encuesta y que repercute en las formas de participación. La encuesta muestra con claridad que el 92.1 por ciento de los mexicanos se interesa “algo”, “poco” o “nada” en “la política”; un escaso 7 por ciento responde que se interesa “mucho”. Solamente un 24. 2 por ciento piensa que “la política tiene que ver con su vida diaria”; el resto considera que “algo, poco o nada”. El 13.3 por ciento respondió que era muy importante la política, mientras que para un 17.1 por ciento la respuesta es “nada”; mientras que el 38.9 por ciento piensa que “algo” y el 30.3 por ciento “poco”.
Por otra parte, el apartado de “confianza en las instituciones”, nos muestra que en la institución que más confían los mexicanos es en la familia y en la que menos, la policía. Sin embargo, los senadores, el presidente de la República, los sindicatos, los diputados y los partidos políticos (en ese orden descendente), ocupan los últimos lugares en la escala de valoración de la confianza en las instituciones, ligeramente por encima de quien ocupa el último lugar que es la policía.
Los partidos políticos se ubican en el penúltimo lugar de la confianza ciudadana hacia las instituciones. Aquí se advierta cierta ambigüedad en las valoraciones sobre lo que son y representan los partidos para la democracia. Por un lado, para los ciudadanos “todos son iguales”; esta respuesta la comparten el 86. 9 por ciento de la muestra. El 72.1 por ciento considera que “los partidos políticos sólo sirven para dividir a la gente” y el 67.9 por ciento piensa que “los partidos políticos no sirven para nada”. Sin embargo, también a la pregunta sobre lo indispensables que pueden ser los partidos, un 56.9 por ciento piensa que “sin partidos no puede haber democracia”, el 55.7 por ciento considera que “gracias a los partidos la gente puede participar en la vida política”, mientras que para el 54.1 por ciento “los partidos son necesarios para defender los intereses de los distintos grupos y clases sociales”.
Bajo interés en las cuestiones públicas y políticas, desconfianza hacia los partidos políticos y una alta percepción de que estos son prescindibles pues “no sirven para nada”, nos permiten explicar fenómenos como el abstencionismo o la búsqueda de nuevas vías de representación como las candidaturas independientes o sin partido. Lo cierto es que tenemos una ciudadanía de baja intensidad que vive de espaldas a la vida pública y política, pero que condena a los partidos políticos y que llega a creer en propuestas simples a problemas complejos que les presentan quienes buscan atraer sus simpatías electorales.