Transiciones: De regreso a casa

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Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Valle Investigador de El Colegio de la Frontera Norte de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 10 de abril de 2014

Los días 10, 13 16 y 18 del pasado mes de marzo, grupos de personas sin documentos de estancia (temporal o permanente) trataron de cruzar hacia Estados Unidos por la garita de Otay, uno de las dos puertas de cruce en Tijuana. Su objetivo era alcanzar el reconocimiento de estatus de asilo político o una visa humanitaria para poder residir en Estados Unidos. El distintivo de los grupos que intentaron reunificarse con sus familiares que viven en el “otro lado” fue que muchos de los jóvenes portaban toga y birrete; sobre todo los dirigentes. El movimiento se denomina “Bring Them Home” (Tráiganlos de regreso a casa) y ha venido realizando acciones semejantes en otras fronteras como Nogales-Arizona y Nuevo Laredo-Laredo, Texas en 2013. Sus organizadores han constituido la Alianza Nacional Inmigrante Juvenil (NIYA, por sus siglas en inglés).

Quienes participan también se identifican como “Dreamers” y buscan impulsar una reforma migratoria que cambie el estatus de millones de inmigrantes que residen de manera indocumentada en Estados Unidos y a quienes el presidente Barack Obama ha venido prometiendo, desde su campaña a la presidencia en 2008, una amplia amnistía y regularización migratoria. Por lo contrario, lo que ha habido es el mayor número de deportaciones en la historia reciente: dos millones bajo el gobierno del presidente que se benefició en dos ocasiones con el voto latino.

Sus señas de identidad (la toga y el birrete), las tomaron del caso de Freddy, un joven indocumentado que creció en Estados Unidos y que el día de su ceremonia de graduación de la Preparatoria nunca llegó. En el camino fue detenido y enviado a un Centro de Detención en Georgia y deportado a México a los 30 días; seis meses después regresó a Atlanta pero fue detenido por una infracción de tránsito. La activista Dulce Guerrero, una de las dirigentes de NIYA, intervino  y logró que la corte de Inmigración resolviera a favor del joven. Ese será el caso exitoso que llevó a la formación de la organización que lucha por el reencuentro de las familias y que ha impulsado los ingresos por la garita de Otay.

Otro de los asideros legales de la organización es sin duda el Programa de Acción Diferida, que evita, bajo ciertas condiciones, la deportación de jóvenes indocumentados, conocidos como Dreamers, y que ha sido el resultado de muchos años de lucha. Este programa, anunciado en junio (15) pasado por la ex Secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano, ofrece la no deportación –renovable- de jóvenes que cumplan ciertos requisitos: menores de 31 años, que hayan entrado a los Estados Unidos antes de los 16 años, que hayan permanecido en el país de manera continua por cinco años, que no hayan cometido delitos graves, y lo más importante, que actualmente asistan a la escuela, hayan concluido su preparatoria o se encuentren en las milicias. Y se les llama Dreamers porque es el acrónimo del acta legal: “Development, Relief, and Education for Alien Minors (DREAM) Act.”.

Lo interesante en el caso de las incursiones en la garita de Otay, es que muchos de los jóvenes que acompañan a quienes han sido deportados, son ciudadanos norteamericanos o poseen la doble nacionalidad, es el caso de uno de sus principales líderes, Alejandro Aldana.  Acompañan a quienes dejaron parte de su familia, como sus hijos que nacieron en el vecino país, y que desean reencontrarse con ellos. Como una mujer que es también ya un símbolo en la lucha por la permanencia legal: Elvira Arellano Olayo, quien estuvo un año refugiada en una iglesia de Chicago para evitar la deportación. En la cuarta incursión ella los acompañó y logró, siete años después de ser expulsada, una cita en la Corte de Inmigración, que revisará su caso: es un gran logro, así sea temporal, por el simbolismo que condensa. Se trata de un movimiento de la mayor importancia; lo conseguido con estas cuatro incursiones no es menor; se trata de un paso importante en la lucha por los derechos de los inmigrantes en el país en el que decidieron vivir. Ellos quieren regresar a su casa, que se encuentra al norte de México; eso es necesario no perderlo de vista.

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