Transiciones: “¿De qué nos ha servido?”

Regresar a Columnas de opinión

Opinión de Víctor Espinoza Valle profesor-investigador de El Colegio de la Frontera Norte

miércoles 11 de marzo de 2015

Muchos mexicanos hemos soñado con un país democrático, con mejores niveles de bienestar para todos. Algunos pensaban que esto se lograría con la alternancia política, ya que sería la antesala de un cambio radical. Otros, que la transformación anhelada no se agotaba con la democracia de las urnas, pues con ser necesaria, era apenas un atisbo de lo que el país requería, incluso en el ámbito de la democratización de la vida pública.

Recuerdo el ánimo desbordado la noche del domingo 2 de julio en el Ángel de la Independencia de la Ciudad de México. Un Vicente Fox sonriente, arengando a la multitud que le gritaba: “no nos vayas a fallar”, como el presagio de lo que sería su tragicómico sexenio. Y claro que falló; no podía ser de otro modo cuando el cambio que requeríamos se quedó en dichos y frases de sentido común: sin proyecto, sin diagnóstico, la esperanza se fue a la basura.

Por esos las palabras del inmenso escritor Fernando del Paso, al recibir el Premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco el pasado 7 de marzo en la inauguración de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán 2015, todavía siguen escuchándose diáfanas y contundentes. No constituyen el típico discurso del intelectual galardonado que hace un posicionamiento políticamente correcto; traslucen el ánimo del escritor al que le duele profundamente lo que sucede en su país, “No sabes qué triste estoy”, le dice a su recordado amigo José Emilio, quien murió hace poco más de un año.

“Ay, José Emilio: ¿Qué hemos hecho de nuestra patria impecable y diamantina? Insisto, José Emilio: no me preguntes cómo pasa el tiempo. Lo que te puedo y quiero decir ahora es que estoy viejo y enfermo, pero no he perdido la lucidez: sé quién soy, quién fuiste y sé lo que estoy haciendo y lo que estoy diciendo. Lo único que no sé es en qué país estoy viviendo. Pero conozco el olor de la corrupción; dime José Emilio: ¿A qué horas, cuándo, permitimos que México se corrompiera hasta los huesos? ¿A qué hora nuestro país se deshizo en nuestras manos para ser víctima del crimen organizado, el narcotráfico y la violencia?”

Fernando del Paso tiene la enorme virtud de transmitir de manera bella y ejemplar la gran desilusión y el pesimismo que acompaña hoy a una inmensa cantidad de mexicanos. Se van desvaneciendo las esperanzas. La llegada del PAN a la presidencia de la República acabó en desilusión generalizada. No se resolvieron los problemas más acuciantes: la desigualdad, la inseguridad y la corrupción continuaron intocables ante la ausencia de reformas radicales al régimen. Nunca se transformó el vetusto entramado institucional. De ahí que pese a las alternancias, no parece haber cambiado nada o muy poco, pese a nuestra peculiar tradición reformista. Parafraseando al historiador John Womack Jr., podemos afirmar que hemos hecho reformas para que nada cambie.

Llegamos al proceso electoral 2014-2015 en un ambiente de descrédito generalizado de los partidos políticos, pero también de los gobiernos y medios de comunicación. La cultura del “sospechosismo”, de la desconfianza que ha ahondado la brecha entre ciudadanía y representación, está llevando a que un sector importante de la población rechace acudir a las urnas o decida anular su voto. La descomposición social no augura tiempos mejores. Todos los indicadores de la vida económica, política y social están a la baja. Y la clase política parece empecinada en dinamitar el único activo: la democracia electoral. No encuentro asideros para el optimismo; por eso las palabras de Fernando del Paso reflejan nuestro estado de ánimo “Qué pena, sí, qué vergüenza”.

-Dr. Víctor Espinoza Valle, profesor-investigador del Departamento de Estudios de Administración Pública.