Escribo mi colaboración semanal en la víspera de las elecciones en nuestro vecino país. La tiranía de las entregas a tiempo me obliga a esta reflexión basada más en los buenos deseos que en los resultados. No recuerdo otra elección presidencial en Estados Unidos que haya levantado tales expectativas. El promedio de las encuestas a menos de 24 horas de que inicie el proceso electoral arroja un empate técnico.
Cuando Donald Trump anunció su intención de ser candidato republicano a la presidencia, la mayoría lo tomó como una broma de mal gusto. Más cuando a dicho anuncio sumó la idea de que todos los males de la Unión Americana se debían a la inmigración; por ello había que levantar un muro de 12 metros de altura en la frontera con México, pagado desde luego por los mexicanos. Creíamos que ese discurso simplista y hostil no tendría eco en la sociedad norteamericana. Que equivocados estábamos. Hoy, en la víspera, esperamos que la derrota de Trump provenga precisamente de los inmigrantes ofendidos.
Como sabemos tanto Hillary Clinton como el presidente Barack Obama y otros demócratas están haciendo el último esfuerzo para llamar a los latinos y otras minorías a salir a votar. El registro de latinos en la lista de votación no tiene precedentes: 15 millones decidieron hacerlo; lo que sigue es que no desistan de salir a votar este martes 8. Según los enterados, es muy probable que los encuestadores no hayan integrado las preferencias de latinos y asiáticos por una cuestión de marginalidad en su ubicación y por el sector social al que pertenecen y que hace más complicada la comunicación. Esto haría que de salir a votar la diferencia mínima a favor de Hillary Clinton que hoy arrojan las encuestas, creciera. Aparte de las cuestiones técnicas, son mis buenos deseos.
Este martes no sólo se disputa la presidencia, sino que se renueva en su totalidad la Cámara de Representantes (Cámara Baja o de diputados para nosotros), integrada por 435 legisladores. También un tercio de la de Senadores (34 de 100). Se eligen a su vez 12 gobernadores, y 46 alcaldes de las 100 ciudades más importantes del país. Además de diferentes referéndums de propuestas estatales y municipales. Por ejemplo, en cinco estados (California, Massachusetts, Maine, Arizona y Nevada) se vota la aprobación (o no) del uso de la mariguana para fines recreativos.
Evidentemente por tratarse de un sistema presidencial, la atención y reflectores lo tiene la disputa por la titularidad del Ejecutivo; donde por cierto también hay otros aspirantes en competencia pero sin ningún tipo de oportunidad de ganar: Gary Johnson, por el Partido Libertario; Jill Stein, del Partido Verde y Evan Mcmullin, un ex agente de la CIA y ex militante republicano, quien compite como candidato independiente.
Al inicio señalaba que lo que muestran los sondeos es que estamos ante una elección muy competida y quien sea investido como presidente(a) deberá obtener al menos 270 de los votos del Colegio Electoral. Lo interesante, y es una posibilidad, aunque sea remota, es lo que sucedería si hubiera al final un empate en 269 votos. En ese escenario, la Cámara de Representantes designaría al presidente y la de Senadores al vicepresidente. El gran problema para Hillary Clinton es que todo indica los republicanos refrendarán su mayoría en la Cámara Baja y los demócratas en la Alta. Por esa vía sería nombrado Donald Trump. Esperamos que no se llegue a esta situación extrema.
Los ojos del mundo están puestos en el proceso electoral estadounidense. Para los mexicanos en general, y los fronterizos en particular, se trata de un momento decisivo. La vida en la frontera se rige en mucho por las decisiones que se toman en Washington DC y en la Ciudad de México. En ambos países el sistema político es presidencial; por ello resulta de suma importancia quien detenta el Ejecutivo. Espero que todos los latinos registrados salgan a votar. Soy optimista, confío en el triunfo de Hillary Clinton. Espero no equivocarme.
Victor Alejandro Espinoza Valle
Investigador de El Colegio de la Frontera Norte
