Transiciones: Circunstancia

Regresar a Columnas de opinión

Opinión de Víctor Alejandro Espinoza Valle Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 10 de agosto de 2017

La historia se escribe según las circunstancias, el contexto en el que vivimos. Pero también la literatura o la ciencia no escapan a esta camisa de fuerza. Hoy somos dependientes del Internet y los Milennials, esa generación, no podría explicarse sin la referencia y dependencia del desarrollo tecnológico.

Nuestra generación, los que llegamos a los 18 años en la década de los setenta, los Baby Boomers, pese a tantas continuidades, vivimos otras realidades, abrevamos en tiempos idos que nos parecen años luz. Hicimos de las utopías nuestro marco teórico y esos ideales fueron nuestro motor. Sentíamos un deber frente a la historia; nosotros éramos los constructores y crecimos con esa responsabilidad a cuestas. Nada menos.
Hemos incorporado la tecnología a nuestras vidas prácticamente por obligación pues cuando despertamos la comunicación era otra forma de vida. Nos formamos con la lectura no sólo de los clásicos de la teoría política, de la economía y de la filosofía. Pero también, la literatura fue de consumo cotidiano. Aprendimos del boom latinoamericano, de la novela y del exilio. Nuestras utopías llegaron de Europa y de la Ciudad de México, muy poco de Estados Unidos

Julián me pregunta, cuando escucha que voy desgranando los nombres de mis maestros y de las principales influencias teóricas de mi paso por la universidad, ¿pero quiénes son los intelectuales y académicos actuales que puedan tener los tamaños de quienes mencionas? Me puso en un verdadero aprieto. No hay gente de la talla de quienes nos formaron. ¿Quiénes en México formaron generaciones en Ciencia Política o fueron nuestra influencia a través de su obra? Arnaldo Córdova, Agustín Pío García, Sergio de la Peña, Atilio Borón, Adolfo Sánchez Vázquez, Agustín Cueva, Vania Bambirra, Theotonio Dos Santos, Raúl Olmedo, Pablo González Casanova, José María Pérez Gay, Carlos Pereyra, Rolando Cordera, Adolfo Gilly y tantos otros.
Trato de pensar en un académico contemporáneo que trabaje en algún centro de investigación mexicano y no lo encuentro; me refiero claro al área de ciencias sociales o políticas, incluso de economía. Algo ha sucedido que la estructura científica y burocrática ha puesto diques al desarrollo de las ciencias humanas. Creo que ahí hay reside buena parte de la explicación, pero no lo es todo.

Y no estoy en la posición facilona de decir: “todo tiempo pasado fue mejor”. La vorágine cibernética nos ha llevado a la construcción de otro tipo de conocimiento; a veces creo que se piensa erróneamente que la información se equipara con el conocimiento, cuando no necesariamente es así. Hoy prácticamente la mayoría de la producción se encuentra digitalizada, según el sociólogo español Manuel Castells. A ese mundo pertenecen nuestros hijos, los Milennials

La diferencia es no sólo la relación con el papel que nuestra generación tuvo. Venerábamos a los libros. Los devorábamos en una relación amorosa y dedicada a cada obra fundamental. Hoy, es tanta la información a la que se accede, que leer un libro completo para un universitario, incluso para un académico, resulta imposible. Incluso no hay tiempo para consumir literatura o historia, esas fuentes necesarias para comprender lo que somos y lo que buscamos.

Todo parece desechable, no somos nada sin la computadora o alguno de los otros instrumentos tecnológicos, El celular sustituyó al libro y al periódico en nuestros viajes. Ventajas y desventajas, obvio. Pero eso nos hace tremendamente diferentes a nuestros hijos y estudiantes.
Todo esto reflexiono al encontrarme con mi gran amigo Julio César García Romero en el centro de Aguascalientes, desde donde recordamos lo que fuimos y hemos sido como generación y nuestra perspectiva desde la enseñanza de nuestros hijos y nuestros padres. Tenemos una marca generacional que nos hizo rebeldes, críticos, inconformes y sabedores del valor de una amistad. Desde esa tierra firme deseamos seguir luchando.

Víctor Alejandro Espinoza Valle
El Colegio de la Frontera Norte