Lo que hemos visto la última semana en la frontera de Tijuana es una muestra de que los sentimientos racistas, xenófobos y homofóbicos se encuentran en la epidermis de una parte considerable de nuestra sociedad. Nunca pensé que esos sentimientos y actitudes se fueran a expresar con tal extensión en una ciudad conformada por migrantes. No hay justificación: ha sido triste y preocupante comprobarlo. Considero que las caravanas de migrantes de las últimas semanas han dado un vuelco en las percepciones que la sociedad tenía respecto al tema migratorio o han develado lo que en realidad pensaba una parte importante de nuestra sociedad y que no consideraban políticamente correcto expresarlo.
Han sido oleadas antiinmigrantes lo que hemos vivido históricamente en nuestra frontera. Pero también ha sido un tema utilizado para explicar nuestros problemas. Recuerdo que en plena crisis de 1982 un periodista muy conocido, Héctor el Gato Félix inició una fuerte campaña para buscar la explicación de los desequilibrios económicos de la frontera y culpó a los inmigrantes del entonces Distrito Federal. Algunos sectores de la sociedad compraron la idea facilona y se popularizó el eslogan: “Haga patria mate un chilango”. Se ligaba a los chilangos hasta con los cambios en la intensidad y problemas viales y floreció el discurso anticentralista: todo lo malo venía de fuera.
Ese es además la justificación que por décadas han utilizado nuestros vecinos del norte para expiar sus problemas: son los inmigrantes los causantes de todas las calamidades que aquejan a la sociedad norteamericana. Incluso en algún tiempo se acusó a los migrantes de causar la contaminación en las grandes ciudades como Los Ángeles pues como eran descuidados con sus autos, no les daban servicio, y éstos expelían los gases contaminantes.
Como nuestros vecinos, así la sociedad fronteriza y en particular la tijuanense ha sacado a relucir sus peores actitudes racistas, xenófobas y homofóbicas. El escenario para ello estaba puesto. El presidente Donald Trump aprovechó en la coyuntura electoral norteamericana el discurso antiinmigrante para congraciarse con sus bases de apoyo y para exigir los recursos económicos para la construcción de su proyecto; el muro fronterizo. Las caravanas migrantes le dieron el pretexto ideal para atemorizar a sus votantes diciendo que la invasión de los “Bad Men” estaba en camino. Oleadas de hondureños y centroamericanos se aprestaban a entrar por la fuerza a Estados Unidos. Nunca había visto que se levantaran barricadas en los dos principales puntos de cruce legal en la frontera de Tijuana. Ni siquiera el 11 de septiembre de 2001. El escenario es de zona de guerra.
La reducción de carriles y el aumento del tiempo de cruce a Estados Unidos afecta a miles de tijuanenses que diariamente se desplazan para ir a trabajar o a estudiar al país vecino, además de una cantidad enorme de transacciones comerciales. Evidentemente la propaganda se endereza contra los migrantes y no contra el gobierno federal de Estados Unidos. Eso alimenta el rencor contra la caravana por parte de algunos sectores tijuanenses.
Ha corrido también el rumor de que “son financiados por alguien” que quiere generar caos y traer gente a la frontera que tratarán de cruzar a la buena o a la mala o se quedarán en Tijuana quitando empleos a los nativos o generando desmanes para sobrevivir. En mucho se alimentó esa visión negativa por lo que ocurrió en determinado momento en nuestra frontera con Guatemala donde hubo enfrentamientos, debido en mucho a la falta de claridad en nuestra misma política migratoria o más bien ante su ausencia. Por si fuera poco el alcalde tijuanense, Juan Manuel Gastélun Buenrostro, mejor conocido como el Patas, al regresar de un largo viaje por Oriente calificó de “vagos” y “mariguanos” a los inmigrantes y llamó a aplicarles el artículo 33 constitucional como extranjeros indeseables. El pasado domingo 18, unas 400 personas se congregaron en un mitin-marcha para rechazar a los migrantes. Preocupa que su odio y frustración se conviertan en acciones violentas. Los grupos antiinmigrantes tienen la mesa servida, como en Estados Unidos, para ver en los hondureños y centroamericanos el origen de nuestros males. Pero es un espejo que distorsiona la realidad. Los nativos son los menos en esta sociedad donde incluso los padres de ellos llegaron de fuera. Duele esta parte de la sociedad acomplejada.
Dr. Víctor Alejandro Espinoza, El Colegio de la Frontera Norte