“Tormenta Junior” o los jóvenes y la narco-cultura en la frontera de Tamaulipas

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Opinión de Óscar Misael Hernández Hernández Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 21 de agosto de 2025

El domingo pasado, en Matamoros, fue detenido Ezequiel Cárdenas Rivera: una persona joven de alrededor de 37 años de edad, 1.82 de estatura, robusto, cabello negro, de tez clara y barba. Según fuentes oficiales, al momento de su detención por agentes de la Guardia Nacional, Ezequiel vestía una camisa y shorts color verde y tenis color blanco. Nada excepcional, como casi cualquier joven en Matamoros durante un fin de semana, en la madrugada. El problema fue que viajaba en un auto color negro, sin placas, y portaba un arma de uso exclusivo del ejército.

Los titulares de los medios describieron esto último, pero, más enfatizaron tres cosas: 1) que Ezequiel es hijo del difunto Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén, alias Tony Tormenta, quien lideró el Cártel del Golfo hasta noviembre de 2010; 2) por si la referencia anterior era desconocida, agregaron que es sobrino de Osiel Cárdenas Guillen, quien también lideró la organización hasta antes de su hermano Antonio Ezequiel; y 3) que no era la primera vez que Ezequiel era detenido, pues en 2011 la Secretaría de Marina lo aprehendió, cuando él apenas tenía 23 años de edad.

Además de lo anterior, lo que llamó la atención es que varios de los titulares destacaron el apodo de Ezequiel: Tormenta Junior. Con ello no sólo reprodujeron el alias o que su padre llevó en vida, sino también dieron a entender que Ezequiel encarna un legado familiar y criminal. A final de cuentas, parece ser que la tan sonada y reprochada “narcocultura” en México, se sigue reproduciendo de formas aparentemente inofensivas en los medios de comunicación, aunque como señaló la profesora América Becerra en un artículo reciente, la profusión de estas expresiones en el periodismo, abarca otros espacios como la música, la literatura, el cine, etc.

Más allá de lo anterior, lo que llama la atención con el caso de Ezequiel Cárdenas Rivera, es que al menos en la frontera de Tamaulipas cada vez más son varones jóvenes quienes se involucran en el mundo criminal y detentan posiciones importantes. Hace unas semanas, también fue detenido Jared Roberto Hernández Rojas, un veinteañero, presunto asesino de un delegado de la Fiscalía General de la República en Reynosa; José Alberto García Vilano, detenido en el 2024, de 32 años de edad y supuestamente líder de una facción armada; Hugo Armando “N”, detenido en 2023, de 30 años de edad, y al parecer jefe de plaza en un municipio de la frontera chica de Tamaulipas. La lista podría continuar, pero por el momento con esos casos basta.

Una primera interpretación de este fenómeno podría ser que, en el mundo criminal, se ha dado una transición de la vieja guardia a la nueva guardia, un reemplazo generacional donde “los viejones” que ocupan la posición dominante en el narcomundo –parafraseando a los antropólogos mexicanos Marco Alejandro Núñez González y Guillermo Núñez Noriega – están cediendo el poder o siendo desplazados por personas jóvenes, lo que no necesariamente significa que pierdan su reconocimiento y respeto. Otra interpretación es que se está dando una mutación de poder acorde al parentesco consanguíneo o por afinidad, como señala el también antropólogo chileno-mexicano Claudio Lomnitz.

Sin descartar lo anterior, parece ser que este fenómeno se está dando debido a una transformación de la narcocultura en México en los últimos años. Por un lado, como afirmó Marco Alejandro Núñez González, en la narcomundo hay una condición y distinción de clase: los que son “pesados” y los que son “tacuaches”. Ezequiel, José Alberto, Jared Roberto y Hugo Armando quedarían en el primer grupo. Por otro lado, las jóvenes generaciones de varones en el narcomundo, han redefinido el gusto, apropiando tendencias materiales y simbólicas de moda. Se trata de eso que el colombiano Juan Sebastián Corcione, especialista en historia del arte, llamó una nueva “narcoestética”. Y finalmente, no hay que demeritar la incidencia que pueden tener nuevos géneros musicales –como el narco-rap, abordado por José David Vázquez en otra columna-, los cuales no sólo apologizan, sino también destacan la participación de varones jóvenes en posiciones clave del narcomundo.

Obviamente, tampoco hay que dejar de lado que este fenómeno tiene una dimensión de género, pues, aunque cada vez más mujeres ingresan al narcomundo, las posiciones de poder aún son detentadas por varones. Como señaló la canadiense Gabrielle Pannetier Leboeuf, especialista en estudios hispánicos, tanto en el cine como en la literatura mexicana, existe una representación heteropatriarcal de la narcocultura, la cual abreva de la hegemonía masculina que prevalece en el mundo criminal. Sea entonces que se esté dando una transición de la vieja a la nueva guardia, que haya un desplazamiento, o se ceda el poder vía consanguínea o por afinidad, es un hecho que se trata de una transmutación generacional del poder masculino. “Tormenta Junior”, y los demás, son un ejemplo.

Óscar Misael Hernández Hernández
El Colegio de la Frontera, Unidad Matamoros.


Las opiniones expresadas son responsabilidad de quien las emite y no reflejan necesariamente una postura institucional de El Colegio de la Frontera Norte.

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