Las opiniones expresadas son responsabilidad de quien las emite y no reflejan necesariamente una postura institucional de El Colegio de la Frontera Norte.
En este verano hemos sido testigos de cobros particularmente elevados en las tarifas eléctricas residenciales de Sonora. Cada vez más se escuchan opiniones que delatan una suerte de sospecha colectiva acerca del manejo administrativo por parte de la CFE, ya que se percibe una diferencia sustantiva entre la energía facturada y consumida. Se reclaman apoyos adicionales del gobierno, específicamente una ampliación temporal al subsidio e incluso un monto mayor del mismo. El tema está cobrando relevancia política ya que justo el pasado 9 de septiembre alrededor de siete mil personas protestaron en Hermosillo por esta situación.
Destaco que Sonora es la entidad donde más se incrementa el consumo de electricidad por vivienda durante los meses de verano con respecto al resto del año, esto debido a las altas temperaturas que se presentan durante esta etapa del año. El uso de aires acondicionados en las viviendas, lejos de ser un lujo, es una necesidad, por lo cual la demanda es socialmente justa ya que necesitamos mantener un nivel mínimo de confort térmico al interior de las viviendas. Por esta razón es que el Gobierno mexicano ha otorgado históricamente subsidios a los consumidores finales de electricidad del sector residencial. Sólo en los últimos cinco años los montos han variado entre los 70 mil y 81 mil millones de pesos anuales. Los más beneficiados de este preciado apoyo gubernamental son el 76 por ciento del total de hogares, aquellos que usan aire acondicionado en sus viviendas.
El tema de los subsidios, como yo los concibo, es que son necesarios para los sectores de población más vulnerables. Es decir, no creo que sea pertinente apoyar a los hogares que tienen la capacidad económica para pagar la energía eléctrica que consumen. En Sonora, sin embargo una cuarta parte de los hogares que reciben este apoyo pertenecen a los tres deciles más altos de ingreso. Ante esta situación cabe pensar incluso en la posibilidad de que este subsidio esté generando, en un setor de la población, el efecto perverso de un sobreconsumo energético. Al respecto, el alto consumo residencial de electricidad en Sonora se debe a tres factores fundamentales: i) diseño arquitectónico y materiales de construcción de las viviendas; ii) tipo de aire acondicionado y nivel de eficiencia; y, iii) percepción del confort térmico que se manifiesta en la temperatura a la que operan los aires acondicionados.
En cuanto al primero, hay que decir claramente que la transformación urbana iniciada en México en la primer mitad del siglo pasado, y que sigue hasta hoy, se vio acompañada de una política de vivienda social que no consideró las características climáticas en las diferentes regiones del país. Así, las viviendas mexicanas no son térmicamente confortables y, si bien tenemos desde hace más de 10 años una norma oficial de eficiencia energética en edificiaciones, la realidad es que no se aplica en ningún municipio del país. Esto ha generado la necesidad de usar equipos de climatización y, como consecuencia, un consumo intensivo de electricidad.
Pasando al segundo, la tecnología ha avanzado significativamente para mejorar la eficiencia energética de equipos, sin embargo y, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Consumo de Energéticos en Viviendas Particulares -a cargo de la SENER y la CONUEE- hay todavía una alta proporción de equipos ineficientes y/o antiguos operando en las viviendas del Norte de México. Aquí hay una gran oportunidad de sustituirlos por otros nuevos y eficientes.
Por último, una practica común en los hogares de Sonora es mantener operando los aires acondicionados a temperaturas muy bajas. Resulta paradójico que, con temperaturas superiores a los 40, incluso 45 grados, entremos a nuestras viviendas y nos arropemos por el frío que sentimos con temperaturas interiores que rondan los 18 grados. Aquí tendríamos que ser autocríticos sobre nuestra percepción del confort térmico ya que, en términos energéticos, el diferencial de consumo, y como consecuencia del costo económico, es muy grande en este rango de temperaturas.
Por lo que acabo de comentar, considero que seguir con la inercia del subsidio tradicional es una mala idea que no responde a la realidad económica, social y ambiental actual. Ya sabemos que en el futuro se intensificarán las altas temperaturas por el cambio climático, y también por el efecto de isla de calor en las ciudades, por lo que los apoyos del gobierno nunca serán suficientes. Ante esta situación, podemos pensar que dicho subsidio se aplique en mejorar la eficiencia energética y no el consumo final. Los efectos podrîan ser virtuosos ya que, si construimos viviendas térmicamente eficientes, adquirimos equipos con tecnologías igualmente eficientes, y cambiamos nuestra percepción del confort térmico, reduciríamos significativamente la demanda energética. Y si alguien sigue con un patrón de consumo excesivo, que pague, porque la energía cuesta generarla, transmitirla y distribuirla hasta nuestras viviendas.
Considero que una política pública con esta visión impulsaría una mejor adaptación y mitigación a los efectos del cambio climático y, además, fomentaría una cultura de sustentabilidad.
Rigoberto García Ochoa
El Colegio de la Frontera Norte