El concepto de slow nació a finales de la década de los ochenta a partir de un evento no fortuito que le ocurriría a su creador Carlo Petrini, que a partir de ello impulsaría el movimiento slowfood, cuya filosofía se basa en la intersección entre ética y placer, entre ecología y gastronomía (Slowfood, 2011). Posteriormente, el concepto se retomaría como Ciudades Slow en Italia, donde también se le conoce al movimiento como Cittaslow, y donde un alcalde de la pequeña localidad toscana de Chianti, Paolo Saturnini, traslada la concepción original a una escala urbana y de forma de vida del SlowFood, creada por su compatriota, el sociólogo y crítico gastronómico Carlo Petrini.
La idea de lentitud se ha ido extendiendo rápidamente en varias ciudades de Europa y América. Así, el movimiento ha convencido a más de un centenar de ciudades y comarcas de mundo donde Italia, como país de origen de la organización, tiene el mayor número de ciudades asociadas: 69. Canadá, Estados Unidos, Sudáfrica, Corea del Sur y Australia también albergan ciudades que integran el club. Los principales países europeos cuentan con varias ciudades slow: Alemania, con 10; Reino Unido, con ocho; Polonia y España, ambas con seis; encabezan la lista de mayor número de socios.
Begur y Pals (ambas en Girona), Bigastro (Alicante), Lekeitio y Mungia (ambas en Bizkaia) y Rubielos de Mora (Teruel) forman parte de la Red Estatal de Municipios por la Calidad de Vida de las Cittaslow (Econoticias, 2010).
Una de las aportaciones de Slowcities no sólo es la lentitud de las ciudades, sino el respeto y armonía con que deben vivir las poblaciones urbanas, donde los responsables institucionales deben mantener una arquitectura respetuosa con el entorno y amigable para sus habitantes. Donde los centros urbanos no sitiados por el tráfico hagan uso de energías renovables y se aprueban leyes y normas coherentes con la naturaleza. La pregunta sería: ¿A usted querido lector le gustaría vivir en este tipo de ciudades? En donde existan espacios histórico-culturales, zonas verdes que respetemos, donde se propicie la convivencia sana, se recicle la basura, se dé eficiencia energética e hídrica tanto por las empresas como por los ciudadanos. No es un sueño, parte de esto está en tus manos querido lector, así que inclúyelo en tu lista de propósitos para el 2013; realizar algunas acciones individuales puede generar cambios locales hacia una slowcity.