Singularidades fronterizas mexicanas (parte II)

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jueves 3 de diciembre de 2020

En la anterior columna, que iniciaba esta serie sobre las reivindicaciones territoriales de México, se resumían las pretensiones sobre el archipiélago del Norte, conocido en Estados Unidos como Channel Islands. A lo largo del siglo XX y en distintos momentos el irredentismo mexicano las reclamó para sí, produciéndose su punto álgido durante el Porfiriato.

Precisamente durante ese periodo también se reivindicó otra isla del Pacífico: Clipperton, un pequeño atolón coralino deshabitado, con escasos recursos y a unos 1,200 km del puerto de Acapulco. Conocida también como isla de la Pasión, desde mediados del XIX se la disputaron Francia, Estados Unidos, México y, en menor medida, el Reino Unido. La disputa no se resolvió hasta 1931, cuando un arbitrio internacional falló a favor del primer país.

La controversia inició en 1856, cuando una compañía minera estadounidense la reclamó para su país bajo la ley de las islas productoras de guano, lo que Francia no reconoció, ya que la consideraba como propia desde el XVIII. Por aquel entonces, México, ocupado en otros asuntos, no le prestó especial importancia y no lo haría sino hasta cuarenta años más tarde, ya durante el Porfiriato. En 1897, aprovechando una nueva controversia franco-estadounidense, Porfirio Díaz envió a la isla una nave armada para ocuparla militarmente y anexarla, lo que se hizo sin ningún problema, más allá de las correspondientes quejas diplomáticas. El proyecto mexicano dio un nuevo paso una década después, al concesionar la explotación del guano (aunque a una compañía británica) y establecer una colonia y una mínima infraestructura portuaria. La colonia, que llegó a alcanzar un centenar de personas dependía totalmente del suministro de víveres y de agua desde Acapulco, que se recibía cada dos meses.

Las aspiraciones territoriales parecían ir por buen camino, e incluso Estados Unidos retiró sus pretensiones. Pero con el estallido de la Revolución los suministros para la colonia empezaron a escasear, hasta que finalmente el gobierno abandonó la población a su suerte. En medio de grandes penurias y desgracias, los supervivientes, apenas cuatro mujeres y siete menores, fueron rescatados en 1917 por un barco estadounidense. Lo irónico es que el abandono definitivo de la colonia se dio el mismo año en el que la isla fue incluida explícitamente en la Constitución política del país (para posteriormente eliminarla a consecuencia del arbitrio favorable a Francia).

Según la tesis irredentista porfiriana, la isla le pertenecía legítimamente a México en tanto que la había heredado de España. El argumento se sustentaba en su descubrimiento por la expedición de Álvaro de Saavedra (primo de Hernán Cortés, por cierto), que entre 1527 y 1529 exploró el Pacífico para buscar una ruta entre la Nueva España y las Filipinas. México defendía que a raíz de aquel hallazgo España obtuvo el derecho sobre la isla y que se lo traspasó al independizarse.

Sin embargo, la tesis tenía poco fundamento. En primer lugar, Álvaro de Saavedra, más que descubrirla, la avistó y nunca la pisó; ni lo hizo ningún otro súbdito español. De hecho, dos siglos después una expedición francesa se tropezó de nuevo con ella, la cartografío y la bautizó con el nombre deîle de la Passion, para acto seguido llegar otra expedición francesa de carácter científico, y entre una y otra el pirata inglés John Clipperton la usó como base de operaciones. Y nada más hasta 1856.

En México todavía hoy hay algunos sectores que reivindican la isla, y encima con los argumentos porfirianos, a los que añaden el supuesto agravio de que le fue arrebatada de manera arbitraria (en realidad, de manera arbitrada… que no es lo mismo). Por su parte los descendientes de la colonia mexicana, especialmente de la mano de la bisnieta de quien fuera el último gobernador, han buscado mantener viva la memoria de aquella epopeya (vean si no su web: clipperton.mx).

En la próxima columna hablaré aún de otra isla, en este caso del golfo de México.

Xavier Oliveras González

El Colegio de la Frontera Norte