Asistí el fin de semana pasado a una reunión de especialistas en migración sobre el tema: Violencia Estructural en la Frontera Global, en la Universidad de la Ciudad de Nueva York, organizado por Guillermo Yrizar. Son tantas las reuniones sobre el fenómeno migratorio, que me han hecho evaluar si valió la pena el viaje y el tiempo dedicado a esas reuniones, bajo el criterio de, si aprendí algo nuevo. Resulta que, bajo ese criterio, esta reunión en Nueva York sí valió la pena. Tanto las ponencias como las observaciones de los dos comentaristas: la doctora Alexandra Délano de la New School for Social Research y el doctor Robert Smith de la Universidad de la Ciudad de Nueva York fueron inteligentes y constructivos. Por su novedad para mí, fue la brillante presentación de la doctora Mercedes Doretti, fundadora y directora del Equipo Argentino de Antropología Forense. También lo fue la del doctor Dan Martínez, sociólogo y profesor de la Universidad de Arizona, cuya ponencia estuvo muy ligada a la etapa más reciente del trabajo científico-forense de la doctora Doretti en colaboración con el doctor Gregory Hess MD, director del Forensic Science Center del Condado de Pima, Arizona. Coincidentemente, yo tuve oportunidad de conocer al doctor Hess hace unos años, cuando la abogada Isabel García, de Tucson, Arizona, me lo presentó y me habló del sentido humano del doctor Hess como una de esas personas generosas que combinan una gran sensibilidad por el dolor humano, con una gran habilidad, dedicación y profesionalismo. La doctora Doretti se refirió, en ese evento de Nueva York, a un programa que diseñó y que hasta la fecha dirige. El programa original estaba dirigido para identificar a quiénes pertenecieron los restos humanos y cadáveres generados por las dictaduras militares en Argentina. En la actualidad, esa experiencia pionera está siendo actualizada a partir de los datos y hallazgos científicos producidos en el Centro de Estudios Científicos Forenses del Condado de Pima, Arizona. Ahí los intereses humanistas y científicos de los doctores Doretti, Martínez y Hess se combinaron para hacer avanzar el «estado de la ciencia forense» en sus respectivas especialidades. Yo hice intentos que resultaron infructuosos para conectar al gobierno de México con el trabajo respectivo de estos doctores. De nada sirvieron mis argumentos sobre la obligación legal que tiene nuestro gobierno de proteger los derechos humanos de los mexicanos en el extranjero aun después de muertos. Mucho de lo que aquí menciono en relación con el trabajo de los ponentes en esa reunión en Nueva York, lo consigné en mi informe a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU sobre mi visita oficial a Estados Unidos como Relator Especial, informe al que se puede acceder en el archivo electrónico de la Comisión Derechos Humanos de la ONU (http://daccess-dds-ny.un.org/
Al escuchar las ponencias de la doctora Doretti y del doctor Martínez sentí una cierta vergüenza de que el trabajo que hacen no se le hubiera ocurrido a algún mexicano o mexicana dado que acaba beneficiando particularmente a los familiares del mismo origen mexicano, que el de los que en vida fueron dueños de los restos mortales que ahora están siendo identificados. En aquella ocasión fue conmovedor escuchar las reacciones de los familiares de los restos identificados de quienes en vida dejaron en México el entorno familiar para buscar trabajo en Estados Unidos, donde acabaron encontrando una muerte que dejó de ser anónima gracias al trabajo científico forense. En su trabajo de investigación más reciente, la doctora Doretti ha incluido un esfuerzo parcialmente exitoso por falta de apoyo mexicano, en favor de la identificación de cadáveres y demás restos mortales de trabajadoras de Ciudad Juárez.