Resiliencia y empresas socialmente responsables

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Opinión de Araceli Almaraz Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte

lunes 13 de abril de 2020

De acuerdo con la RAE, “resiliencia” es un concepto que refiere a la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. Por lo tanto, la resiliencia financiera estaría relacionada con la capacidad que tiene una persona física o moral para hacer frente aquellas situaciones que le afectan negativamente sus ingresos o sus activos en una situación adversa. Frente a la actual crisis global sanitaria y económica, las empresas de cada país, cada región y cada comunidad se encuentran experimentando distintas formas de resiliencia.

Superando adversidades y modificando el escenario global

Según las proyecciones del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, el año 2020 había sido pronosticado como un periodo de recesión global al que deberían enfrentarse las economías del mundo. Sin embargo, el COVID-19 se ha convertido en un suceso imprevisto y perturbador de la mal trecha ruta económica global. La crisis sanitaria, alentada por este nuevo virus, ha mostrado que en el escenario de las desigualdades cada país sigue rutas diferenciadas para subsanar los estragos de los contagios y proyectar en la medida de sus posibilidades un mejor futuro económico.

Estas rutas estarán modificado el escenario de las complejas interconexiones que trascienden las barreras geopolíticas, lo que puede intensificar aún más las desigualdades a puertas estrictamente cerradas. El éxito de modelos altamente efectivos en la contención de la propagación del COVID-19 expone, por un lado, las limitantes a las libertades individuales como es el caso de los países asiáticos. Mientras que en las democracias europeas se han evidenciado los síntomas de sistemas sanitarios al borde de la parálisis. En cualequiera de los casos, lo seguro es que habrá modificaciones en los circuitos del comercio mundial. 

En América Latina, las economías quedaron en medio de los largos conflictos comerciales desde la década de 1950. Por lo tanto, hay que asumir incapacidades profundas y entender la historia de las desigualdades. En su libro El Desarrollo económico mundial en perspectiva histórica: cinco siglos de revoluciones industriales, globalización y desigualdad, Jeffrey G. Williamson (2012) citaba que:

“… durante los dos últimos siglos no hay una tendencia única en la desigualdad en el interior de los países [y que] virtualmente todo el incremento observado en la desigualdad mundial del ingreso ha sido impulsado por la brecha creciente entre las naciones, y prácticamente nada ha sido consecuencia de la brecha creciente en el interior de las naciones”.

Las economías de América Latina históricamente han quedado expuestas a los empréstitos bancarios, a las ofertas de los fondos internacionales y a las crisis de deuda, tal y como expone Carlos Marichal (2014) en Historia Mínima de la Deuda Externa Latinoamericana. Lo que parecía moverse lentamente hacia la integración después de la segunda Guerra Mundial, se convirtió en una acumulación recesiva. La velocidad que alcanzó el sistema capitalista en décadas recientes fue un signo de hipertrofia financiera, que mantuvo la adversidad para las llamadas economías emergentes. Hoy en día casi ningún analista internacional se atreve a mencionar cuál podría ser la vía por la que tendrían que transitar países como México, Colombia, Brasil, Perú o Argentina para recuperarse de la crisis sanitaria y de las históricas crisis financieras. Y es que las interconexiones que nos acercan comercialmente a unas economías y nos alejan de otras, no desaparecen la interdependencia global. Lo que hace necesario pensar en una resiliencia global en el actual escenario de crisis. Es necesario pensar en actores socialmente responsables y en medidas transversales, con una mirada fija en el desarrollo humano.

Una vida digna para todos debe apuntar a la disminución de la discriminación, el acceso a sistemas de salud gratuitos y mayores niveles de educación en concordancia con el uso responsable de los recursos naturales. No se trata solo de una nueva generación de políticas públicas o en la vuelta al keynesianismo, se trata de renunciar al pasado que nos hizo más desiguales y vulnerables con estrategias multi-enfocadas.

Para las calificadoras concentradas en los síntomas de países “financieramente enfermos”, no hay espacio para la confianza. Sin embargo y fuera de los mercados, las universidades y grupos de científicos comparten información e intentan a marchas forzadas encontrar salidas alentadoras a esta crisis generalizada del COVID-19 que ataca a la humanidad. En las empresas grandes y pequeñas, filiales de multinacionales y nacionales, formales e informales ¿podrá se aspirarse a una resiliencia exitosa y a una mayor responsabilidad social?

Resiliencia y Responsabilidad Social Empresarial en Baja California

En Baja California el panorama de empresas y empleo fue para 2013 de 95,882 unidades económicas y 786,056 empleos. En 2019 las cifras aumentaron a 104,123 y 1,248,471, respectivamente. En cuanto al desempleo pasamos de 2.6 en 2016 a 2.5 en 2019, siendo una de las menores tasas del país (INEGI, 2019). Como zona exportadora, Baja California concentró 17.8% de las empresas IMMEX en 2019, es decir 1,135 de las 6,377 en territorio nacional y 12.5% de los empleos correspondientes a 382,418 de los 3,059,344.

A la Red Pacto Mundial México de la ONU integrada por 777 registros, no pertenece ninguna empresa que opera en Baja California. Hay que recordar que México se adhirió al Pacto en 2005 para contar con nuevos horizontes geopolíticos y espacios de intervención en el marco de la responsabilidad social global.[1] Asimismo, en 2019 solo 26 unidades en Baja California contaban con el distintivo del Centro Mexicano de Filantropía (Cemefi) como Empresas Socialmente Responsables (ESR).[2] Este bajísimo número llama la atención al igual que el elevado promedio de empresas que se dan de baja anualmente en la entidad. La perdurabilidad empresarial y la consistencia de las acciones de Responsabilidad Social Empresarial nos deben preocupar hoy más que nunca en un sentido amplio y de preparación para el futuro.

Lo que hemos visto en años recientes para Baja California ha sido la promoción de prácticas de responsabilidad social avaladas por Cemefi a cargo del Grupo Aries y su CEO Jorge Ojeda. A estas acciones se suman todas aquellas que históricamente las empresas bajacalifornianas, clubes empresariales y asociaciones civiles han impulsado. Sin embargo, no es momento de resaltar los esfuerzos aislados, sino de alinearlos a la ruta de un desarrollo sostenible para las próximas generaciones.

Acciones de frontera

La crisis actual está exigiendo prácticas responsables ante la adversidad. Desde hace unas semanas se está presentado un viraje hacia la responsabilidad social por parte de un importante número de empresas en México y el mundo. En Baja California, destacan de manera particular los negocios de gastronomía frente a la contracción de la demanda real por el COVID-19. Propietarios, proveedores y un conjunto de Chef intentan tener resiliencia apoyándose colectivamente a través de movimientos como los de #ConsumeLocal y #QueTijuanaNoSeDetenga.

Las colaboraciones en distintos sectores locales se intensifican con entregas comunes, así como con el refrendo de la confianza entre proveedores y compradores, contratos en espera y de buena voluntad, ajustes sin penalización, y donaciones “sin exención”. Estas prácticas se han anunciado como compromisos para enfrentar de la mejor forma el cierre parcial de negocios y el estancamiento organizado de la economía. Al tratarse de mercados interconectados en la región transfronteriza y con otras partes del mundo, poco a poco empieza a surgir un frente común. Una parte de las empresas han acatado las recomendaciones de “sana distancia y distanciamiento social”, promoviendo ofertas anticipadas de sus productos con estrategias de prepago, sin dejar de lado los impuestos corrientes y la relación solidaria con sus empleados. Otras más, se han agregado como proveedoras de demandas emergentes esenciales, mientras que la filantropía tradicional continúa con apoyos al sector hospitalario.

En suma, estamos viendo prácticas de apoyo y promoción de alcance regional, las cuales deberán tomar su curso como parte de la resiliencia global y la responsabilidad social empresarial para un futuro mejor.

Dra. Araceli Almaraz

El Colegio de la Frontera Norte


[1] Los cuatro ejes del pacto global integran los 10 principios que deben seguir las empresas: Derechos Humanos (2), Normas Laborales (4), Medio Ambiente (3) y Lucha contra la Corrupción (1).

[2] El distintivo ESR se otorga desde el 2001 por el Cemefi, asociación creada en 1988 por el empresario Manuel Arango Díaz.