¿Recaudación tributaria o penitencia burocrática?

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Opinión de Artemisa López León Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 8 de mayo de 2014

Reza un conocido lema “Abril es el mes de la declaración anual”.
El pasado ocho de abril, el Servicio de Administración Tributaria (SAT) emitió un comunicado de prensa para conminar a los contribuyentes a que presenten su Declaración Anual. Esta Declaración corresponde al ejercicio fiscal 2013 y es obligatoria si se obtuvieron ingresos por arrendamiento, actividad empresarial y profesional, entre otros conceptos.
En el comunicado se especifican los pasos a seguir para la Declaración: ingresar una contraseña o firma electrónica; capturar los datos solicitados por el sistema; y enviar la declaración.
Tres sencillos pasos que se realizan en minutos si el contribuyente tiene una computadora con acceso a internet. O si así lo prefiere, puede contar con la asesoría gratuita del personal del SAT, por medio de una previa cita que se agenda por internet o vía telefónica.
La aventura empieza cuando no funciona adecuadamente la página de internet. Esto puede ser por fallas en el sistema que el personal del SAT reconoce que existen, porque el exceso de visitas satura la página o porque los cambios de diseño del sitio web confunden enormemente a los usuarios y se les dificulta hacer su Declaración.
El proceso se complica cuando se trata de un nuevo contribuyente que debe obtener su Registro Federal (el conocido R.F.C.), antes de siquiera pensar en que requerirá de una contraseña o firma electrónica. Para obtener el registro, la contraseña y la firma electrónica, el contribuyente acude a las oficinas del SAT. Si desea evitar una espera mínima de tres horas para ser atendido, se recomienda sacar una cita previa.
Si las fallas en el sitio web impiden que el contribuyente obtenga su cita, la siguiente opción cómoda y viable, es agendarla vía telefónica.
Hace dos semanas, se requería una espera de una hora al teléfono para que, finalmente, la operadora informara al contribuyente que las citas de abril estaban agotadas y no se podía programar ninguna para el mes siguiente.
Desechada esa posibilidad, no queda más que acudir a las oficinas locales del SAT, formarse en una larga fila y esperar a ser atendido.
En las oficinas del SAT, el tiempo pasa rápido si el contribuyente de al lado es un buen conversador, si se lleva un periódico o un libro o si el teléfono celular cuenta con internet.
De lo contrario, no queda más que presenciar, repetidamente, algunas historias. La del contribuyente que ha ido cinco días seguidos y aún no puede avanzar en su trámite; el otro que no lleva su CURP notariado o que olvidó su comprobante de domicilio menor a cuatro meses; aquel que, por su edad, no sabe ni qué es el correo electrónico y lo necesita para hacer algún trámite.
Tampoco faltan las fatídicas historias. Como le ocurrió a una cumplida contribuyente que hizo su Declaración Anual hace semanas -para evitar la saturación de personas y del sistema- pero que, por error, llenó sus datos en la sesión de internet que dejó abierta otro contribuyente y no sabe si le llegará a su cuenta bancaria el saldo a favor en la devolución de impuestos. Una y otra vez, la única respuesta que escucha esta contribuyente es que cuente cuarenta días hábiles a partir del incidente. Si en ese tiempo no le devuelven su dinero, podrá avanzar otro paso en la aclaración de lo ocurrido.
Este abril, se han traslapado la Semana Santa -y sus consabidos días inhábiles- y un procedimiento que se ha vuelto el terror de los contribuyentes, desde que el gobierno federal ha hecho pública la lista “negra” de los incumplidos.
Quizá por este traslape, hacer la declaración anual se ha vuelto una especie de penitencia que, por temor a perder el turno, puede conllevar un ayuno involuntario. Así me ocurrió a mí durante mi última visita; pero valió la pena aguantar el hambre.
Ya salí de esta, este año.