Ramiro Hernández Llanas: más allá de la pena de muerte

Regresar a Columnas de opinión

Opinión de Artemisa López León Investigadora del DEAP/ Matamoros de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 13 de febrero de 2014

Hace unos días México se conmocionó con la ejecución de Édgar Tamayo, muerto por inyección letal en la cárcel de Huntsville, Texas.

El 9 de abril se aplicará la pena de muerte a Ramiro Hernández Llanas, el segundo mexicano ejecutado este año en Huntsville y el segundo neolaredense que morirá, a pesar de la resolución conocida como fallo Avena. Un fallo que, en teoría, debería contribuir a salvaguardar la vida de 52 mexicanos condenados a muerte porque en su proceso judicial se violaron sus garantías de protección consular.

Es lamentable la muerte de cualquier ser humano y más lo es que su deceso se deba a la ejecución de una sentencia que se ha vuelto una moderna práctica de la vieja máxima “ojo por ojo, diente por diente”, menospreciando el derecho a la vida.

Es indudable que estas ejecuciones han sacado a la luz un complejo entramado jurídico que pone en tela de juicio los límites y alcances de los acuerdos internacionales y que también colocan el dedo en la llaga con respecto a la intromisión de las naciones en asuntos internos de los países.

Es indiscutible que estas sentencias letales han puesto en entredicho lo que puede hacer México por los connacionales en el extranjero y la percepción que tienen los mexicanos emigrantes del trabajo realizado por el Consulado.

Es admirable el arduo trabajo realizado por las organizaciones de la sociedad civil para solicitar que se reconsidere la aplicación de la pena de muerte de los sentenciados mencionados en el fallo Avena, así como la labor de concientización de estas organizaciones para que la ciudadanía conozca las razones por los que son abominables estas ejecuciones.

Es sorprendente que el gobierno de Tamaulipas haga público su repudio a la ejecución y el gobierno municipal de Nuevo Laredo anuncie su apoyo para que la madre visite al sentenciado en la cárcel estadounidense, cuando la cuenta regresiva se ha hecho inminente.

También es irrefutable que cada ejecución evidencia una serie de problemáticas sociales que pueden leerse a la luz de un caso particular, sin que conlleven una relación causa-efecto.

La historia de Ramiro Hernández Llanas es dolorosa, como lo son el atroz crimen por el que fue juzgado y la manera en que se desarrolló su juicio.

La historia de Ramiro trae a la memoria la película “Los olvidados” de Buñuel o “Los hijos de Sánchez”, el famoso estudio antropológico de Oscar Lewis; es una historia en que se entrelazan la pobreza, la marginación social, la tradición migratoria de las clases populares, el anhelo del sueño americano cuando el mexicano parece una pesadilla, las consecuencias de la falta de atención de problemas de salud mental y emocional a edad temprana; es una historia que deja entrever el ambiente negativo, la violencia social y los excesos que forman parte de la vida cotidiana de los habitantes de la frontera norte.

En otras palabras, la historia de Ramiro Hernández Llanas condensa la anomia social de un país que se empeña en mostrarse en el exterior como un lugar seguro, estable y con grandes oportunidades para el desarrollo humano y el crecimiento económico pero que dista mucho de serlo.

La ejecución de Ramiro Hernández Llanas ya se ha dado a conocer en latitudes tan lejanas como Honduras o Argentina. Conforme se acerque la fecha de su ejecución cobrará más relevancia, pues será el cuarto ejecutado de los cincuenta y dos referidos en el fallo Avena.

Nuevo Laredo estará en boca del mundo entero y no precisamente por ser el principal puerto aduanal para entrada y salida de mercancías entre México y Estados Unidos.

El tic-tac del reloj parece imparable y Nuevo Laredo tendrá que prepararse para estar en el ojo del huracán.