Quien esté libre de ideologías…

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Opinión de Camilo Contreras Delgado Profesor-Investigador del Colegio de la Frontera Norte de El Colegio de la Frontera Norte

miércoles 10 de julio de 2013

Se ha vuelto recurrente el argumento de que quienes están en contra de la privatización de Pemex actúan ideológicamente, más concretamente, que se conducen a la sombra de un nacionalismo trasnochado.

Con esta colaboración pongo dos ideas a consideración: en primer lugar, detrás de toda posición hay un sistema de ideas, es decir una ideología, y en segundo lugar, los argumentos de ambas posiciones (simpatizantes y detractores de la privatización) pueden ser los mismos, es decir, anteponer el tema ideológico hasta ahora ha sido una falacia de la corriente privatizadora.

Los desarrollos recientes sobre las ideologías nos muestran que éstas son más que una sistemática descalificación de posiciones rivales, o que sólo existan ideologías dominantes. Por el contrario, las ideologías son sistemas de ideas o valores que legitiman las acciones de un grupo. En consecuencia hay ideologías en los grupos dominantes y en los dominados; hay ideologías abanderando causas como la pluralidad sexual, los derechos humanos o el cuidado ambiental. La postura privatizadora como no privatizadora son ambas elaboradas desde sus respectivos sistemas de ideas, es decir, son posturas ideológicas. Primera conclusión: quien acuse al de enfrente de actuar ideológicamente, se está pisando la propia cola.

Una de las caras de la reestructuración económica en México fue la ola privatizadora en la década de los noventa del siglo pasado. Los cuestionamientos a la forma en que se privatizaron empresas como Telmex y AHMSA no fueron gratuitos. Con la primera empresa se pasó del monopolio de Estado al monopolio privado, en el segundo caso lo que llamó la atención fue el precio de chatarra en que fue vendida la siderúrgica paraestatal. En estas historias más que una posición ideológica, lo que resalta son decisiones que no beneficiaron al país.

Los puntos de coincidencia en todas las posiciones en el tema Pemex deben ser el bien común; el manejo rentable, eficiente y competitivo de manera que la empresa se constituya en uno de los principales motores del desarrollo del país. El pésimo manejo de la empresa no tiene nada de ideológico y sí mucho de irresponsable: cómo suponer que sea rentable y competitiva cuando se le extraen 70 centavos de cada peso que ingresa; nada justifica que esta ordeña represente más del 30 por ciento de los recursos de la Secretaría de Hacienda. La incompetencia recaudatoria no es argumento para privatizar una empresa secuestrada con potencial para aportar mayores beneficios al país.

Es implanteable que una empresa privada acepte el trato que se le da a Pemex o más aún que aquellos capitales interesados en adquirir esta empresa estén de acuerdo en trasladar el 70 por ciento de sus ingresos a la Secretaría de Hacienda. Privatizadores y no privatizadores no pueden dejar de lado sus ideologías en este debate, pero sí están obligados a buscar la coherencia entre el manejo de la empresa y la búsqueda del bien común.