¿Qué haría su merced? Relatos de un venezolano en Matamoros

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Opinión de Oscar Misael Hernández Hernández Investigador de El Colegio de la Frontera Norte

jueves 12 de enero de 2023

Freddy (seudónimo) estaba sentado en una silla de plástico color rojo. De esas que la Coca Cola presta a algunos negocios. También bebía un refresco de la misma marca, pues acababa de comer un trozo de pan y huevo revuelto que un pana le había compartido. En cada sorbo al refresco su mirada se perdía hacia el norte. Sí, ese norte que es Estados Unidos, al que Freddy ansiaba llegar. Estaba tan cerca de la frontera, del río Bravo, a tan sólo diez minutos caminando y podría pasar nadando, pero él quería cruzar legal. Freddy es un joven migrante de Caracas. Lo conocí el viernes pasado en un carwash en Matamoros. En uno de esos sorbos y miradas perdidas, lo abordé: Extranjero, ¿verdad? “Sí, de Venezuela”, me respondió.

            No era el único en el carwash. Según Fredyy, había otros tres de Venezuela, más uno de Colombia. “Los tres llegamos hace un mes a Matamoros”, me dice. Yo pensé que habían sido deportados de Estados Unidos, de aquellos que en octubre de 2022 fueron expulsados por las autoridades migratorias por el Gateway International Bridge de Brownsville, Texas, y que después se manifestaron en el mismo puente mediante una marcha que partió de la Casa del Migrante San Juan Diego de Matamoros.[1] Pero no, Freddy y los otros venían de sur a norte. ¿Pero para qué quieren cruzar a Estados Unidos, por qué no se quedaron en Venezuela? Le pregunté de manera torpe.

            Freddy me respondió: “¿Qué haría su merced si no hay trabajo y no le alcanza para comer? Pues salirse porque el gobierno no apoya”. La salida masiva de venezolanos no es novedad. Según la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela, hasta agosto de 2022, poco más de 6.8 millones de personas habían salido del país. De éstos el 84% vivían en otros países de América Latina y el Caribe.[2] Por supuesto, hay que ser venezolano (o migrante en general) para sentir (y no sólo saber) por qué se tiene que salir de su propio país. Freddy es un vivo ejemplo de estas salidas: primero emigró a Colombia, luego regresó a Caracas, pero “la vida no alcanzaba”, así que decidió viajar a Estados Unidos.

            “¿Qué haría su merced si el gobierno no apoya a su gente?”, Freddy me volvió a preguntar. Puse en perspectiva el gobierno venezolano y lo primero que pensé fue cuestionar la administración de Nicolás Maduro, pero luego me acordé de los miles de casos de desplazamiento forzado en México[3], de los paisanos en gringolandia que no se fueron por gusto, y mejor omito mi opinión y escucho a Freddy: “Allá no hay trabajo, a veces ni qué comer. El dinero no vale. Si su merced llega como turista con 500 dólares, ¡uh, es rico! Por eso los gringos que llegan con 1000 o 5000 dólares, allá son millonarios”. El gobierno no apoya. La expresión retumba en mi mente mientras Freddy da otro sorbo a su refresco y sigue mirando al norte.

            Otro venezolano se acerca. Es un joven que igual que Freddy trabaja en el carwash. Le pregunto si él llegó sólo como su paisano y me dice que no, que se vino con su cuaima (su pareja), su hija de diez años y su hijo de siete años. ¿Y dónde viven? Le pregunto. Me dice que en casa de la dueña del carwash, una mujer anciana que está ahí cobrando y quien escucha la plática y confirma lo dicho por el joven: “Sí están en mi casa, es que pobrecitos, con familia”. La dueña es una de las pocas pequeñas empresarias de Matamoros que se atreven a dar trabajo y asilo a los migrantes, incluso que exceden su papel como buenos samaritanos: el pan y el huevo que Freddy comía y que le había compartido su pana, había sido llevado por la dueña para todos los empleados del carwash.

            Freddy, quizás por ser joven y soltero, no vivía en casa de la dueña, pero le daban chance de dormir en el carwash, ahí en el cuartito que es para los clientes (con aire acondicionado y televisión). “Al menos no es como dormir en Siglo XXI”, me dice y me destantea por un momento. Le pregunto dónde es eso y resulta que se refiere a la Estación Migratoria Siglo XXI que está en Tapachula, Chiapas. Por ahí pasó y tuvo la mala suerte de ser “asegurado”, como románticamente se le dice en México a las detenciones migratorias. “Ahí nos tenían encerrados por mucho tiempo, a veces sin ver el sol, y en un lugar pequeño”, me dice como si lo reviviera. No me sorprende: esa Estación Migratoria tiene fama de haber sido un espacio de violación de derechos humanos, incluso de otras atrocidades.[4]

            Pero no es la única. Freddy también me platica que viajó en autobús de Monterrey a Matamoros, pero al pasar por Reynosa, los de migración los detuvieron. A varios los extorsionaron, los amenazaron con deportarlos sino les daban todo el dinero que traían. Una práctica institucional que se ha hecho visible.[5] Unos como Freddy se negaron y fueron llevados a “una estación”. Ahí estuvieron encerrados más de 48 horas. Me contó que los de migración habían golpeado a un migrante hasta el cansancio porque los confrontó por violentar sus derechos. “Lo dejaron tirado. Luego comenzó a quejarse fuerte, a vomitar y a temblar. Yo pensé que se moría y me le puse arriba y le sobé el pecho. Luego grité: ¡Ayuda que se muere!” Freddy me dice que enseguida llegaron los de migración, alguien de enfermería dio atención. Luego la policía llegó a tomar declaración, pero el migrante por miedo dijo que se había caído. Nadie dijo nada, todos callaron por temor.

            A pesar del hecho, Freddy confrontó a un agente migratorio: “Le dije no se vale, ustedes abusan”. Pero el agente lo cuestionó: “Si en su país tu cometes un delito, ¿cómo te castigan?” Freddy le respondió que dependía el delito, pero que aquí en México ni él ni los otros estaban cometiendo un delito. El agente le replicó que sí lo hacían porque estaban de ilegales. Freddy ya no contestó. Después los soltaron y llegó a Matamoros. “Ahora aquí espero, ya apliqué en un programa y estoy esperando respuesta”. ¿Y si tardan en responder? Le pregunto sin la intención de desanimarlo. “Pues seguiré en Matamoros, mejor no moverse de aquí”. Terminan de lavar mi vehículo y la plática con Freddy se interrumpe, pero en mi cabeza aún ronda la pregunta: ¿Qué haría su merced si fuera Freddy u otro migrante?

Dr. Oscar Misael Hernández

El Colegio de la Frontera Norte



[1] Sosa, Antonio y Jiménez, Jaime (2022). Venezolanos deportados protestan en frontera: piden que los regresen a EU. Recuperado de https://www.elsoldemexico.com.mx/mexico/sociedad/migrantes-protestan-en-puente-matamoros-brownsville-cierran-frontera-mexico-eu-9035346.html

[2] Plataforma R4V (@Plataforma_R4V). (29 de agosto, 2022). El número de personas refugiadas y migrantes de Venezuela sigue en aumento. (Tweet). Recuperado de https://twitter.com/Plataforma_R4V/status/1564400832531111936?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E1564400832531111936%7Ctwgr%5E300cf64ed74114ecb70a8d818f76c8674d0bc287%7Ctwcon%5Es1_&ref_url=https%3A%2F%2Fprnoticias.com%2F2022%2F09%2F02%2Fya-son-68-millones-los-migrantes-venezolanos-que-huyen-del-regimen-de-maduro%2F

[3] Ortega, Eduardo (2022). Desplazados por violencia en México: número crece 1500% en sólo un mes. Recuperado de https://www.elfinanciero.com.mx/nacional/2022/05/17/aumenta-1500-numero-de-desplazados-en-1-mes/

[4] Gómez, Alejandro (2022). La Estación Migratoria Siglo XXI: una pesadilla. Recuperado de https://www.diariodelsur.com.mx/local/la-estacion-migratoria-siglo-xxi-una-pesadilla-7811016.html

[5] El Siglo de Torreón (2021). Denuncian extorsiones de migración en Tamaulipas. Recuperado de https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/2021/denuncian-extorsiones-de-migracion-en-tamaulipas.html