Presumir el “éxito” turístico de Tamaulipas, en especial el de Playa Bagdad, tras la Semana Santa puede permitírsele al burro que tocó la flauta, pero no a los gobiernos federal y de Tamaulipas que han hecho muy poco por el desarrollo turístico de este estado.
Es cierto que han aumentado un 9.3% los visitantes en esta temporada, casi dos y medio millones (en Playa Bagdad, alrededor de 300 mil). Tal vez la percepción sobre la inseguridad en Tamaulipas ha disminuido de considerar el aumento del número viajeros que han venido a estas tierras. Tal vez los operativos de seguridad y de atención al visitante en 2019 han contribuido a esto. Del Festival del Mar, en Playa Bagdad, se podría afirmar incluso que se esté convirtiendo en una tradición.
Pero de allí a hablar de “éxito” turístico hay un gran trecho. Por lo pronto, éste se reduce a las dos semanas de vacaciones de primavera. En las restantes 50 semanas del año son mínimos los visitantes foráneos.
El problema es que no se han generado los servicios, por ejemplo, de hotelería que permitan visitas todo el año y que den valor agregado a la estancia de los viajeros. En Playa Bagdad hay unas cuantas cabañas y un solo hotel, muy limitado en sus atenciones. Por esta carencia, muchos turistas no tienen donde hospedarse y no aportan más que una mínima derrama económica. Llegan ya con su comida, bebida y tiendas de campaña, y, eso sí, dejan abundante basura.
Una situación así no es para presumir, sino para corregir. Playa Bagdad, y en general las playas tamaulipecas, por su localización geográfica y sus reservas naturales, gozan del mayor potencial turístico en el Noreste de México. Podrían tener tantos visitantes como la Riviera Maya o la Costa Alegre si hubiese voluntad en los responsables del turismo en la región.
Es una pena su subdesarrollo. Las riquezas naturales de Tamaulipas son impresionantes, especialmente sus litorales, casi 500 kilómetros, sin contar las costas internas de las lagunas y de las islas; sus playas, como ningunas otras en el país, con abundantísima y finísima arena y vastos médanos; en fin, una zona donde caben varias de las reservas naturales más importantes de México y donde anidan la mayor diversidad de especies marinas como de aves del Golfo de México y de América del Norte.
Por supuesto, son muchos los retos. El primero de ellos es darles claridad y seguridad jurídica a las propiedades en la playa. En Bagdad, por cada metro de terreno hay dos o tres dueños disputándoselo. Urge que los gobiernos estatal y federal resuelvan este asunto. Sin claridad en la propiedad, el único desarrollo en las costas tamaulipecas serán asentamientos irregulares o refugios de criminales.
Otro problema muy complejo es el de urbanizar y dotar de servicios a la zona. Ilustrémoslo con lo que parece más fácil llevar allí: la electricidad. Para algunos basta el tender cables, algo mucho más sencillo que instalar, por ejemplo, tuberías que suplan el agua potable. El tendido de cables por cientos de kilómetros lo hace ya, con muchas limitaciones y a muy alto costo, el gobierno municipal. ¿Ése es el remedio cuando ya hay otras soluciones que depender de una gran central eléctrica de la CFE? Sucede que ya hay formas de producción eléctrica localizadas, como la de energía eólica y solar. Éstas serían una alternativa al tendido de cable hasta zonas muy remotas de la costa. Respecto al tendido de tuberías de aguas potable desde plantas potabilizadoras en Matamoros, ¿no sería más fácil tratar las aguas cercanas a la costa, aunque sean salobres y saladas? Ya hay manera de hacerlo. Tanto la dotación de electricidad como de agua localizadas tienen la ventaja de poder resolverlas instancias locales, sin necesidad de esperar que algún día algún organismo centralizado tenga a bien fijar su atención en ello. La inversión podrían incluso aportarla los mismos empresarios de la playa si se le da seguridad jurídica a la propiedad.
Hay problemas que sólo corresponde a las instancias del Estado encargarse: la seguridad pública, todavía muy endeble en Tamaulipas. Sus costas las ocupan, en gran medida, grupos delincuenciales para el traspaso de drogas a Estados Unidos.
Hay que diseñar esquemas de seguridad laboral para el ramo. Mientras no se dé el desarrollo completo, el turismo seguirá siendo muy limitado: unas pocas semanas del año. ¿Cómo lograr que inversionistas y empleados logren acuerdos de trabajo temporal sin perder los empleados la seguridad social y derechos laborales?
Hay que equilibrar el desarrollo turístico con el de otras actividades regionales, como la pesca y la extracción petrolera marítima. Evitemos que PEMEX deje su cochinero como en Campeche.
Hay, en fin, que planificar este desarrollo de manera que sea sustentable y con límites claros, para que los centros turísticos no degeneren en monstruos como Acapulco y pronto Cancún, por sobreexplotación.
Arturo Zárate Ruiz
El Colegio de la Frontera Norte Sede Matamoros