La frontera es un recurso para la población que reside en las ciudades fronterizas mexicanas, lo cual se observa con nitidez en las diversas oportunidades de empleo. Muchos de estos empleos surgen de la interacción entre México y Estados Unidos y los más típicos de la vida fronteriza corresponden a las maquiladoras y al trabajo transfronterizo de las personas que cruzan la frontera diariamente para acudir a su puesto laboral.
La actividad maquiladora es resultado de las interacciones entre el capital principalmente estadounidense y la fuerza de trabajo mexicana; por su parte, el empleo transfronterizo representa la interacción a nivel individual de la persona trabajadora residente en México con su empleador o empleadora estadounidense.
Típicas del empleo fronterizo, estas dos categorías laborales son sin embargo muy diferentes una de la otra. En primer lugar, el empleo maquilador corresponde a un sector específico, el sector manufacturero para la exportación, con condiciones laborales propias a la industria, y concentrado en ocupaciones de obrero y obrera industrial. En cambio, el trabajo transfronterizo no se refiere a un sector de actividad específico sino a que la actividad laboral ocurre en el país vecino, y considera entonces una gran variedad de ocupaciones y sectores de actividad, desde la agricultura, la industria, el comercio y los servicios.
Luego, la diferencia más notoria es que las y los obreros de la maquiladora reciben un salario bajo, en cambio las trabajadoras y trabajadores transfronterizos están caracterizados por conseguir altos ingresos, pues el salario aún cuando no es alto en el mercado estadounidense, representa el equivalente de un salario elevado de este lado de la frontera.
Finalmente hay que subrayar que la maquila es un mercado laboral de fácil acceso, en cambio el empleo transfronteriza representa oportunidades laborales altamente selectivas para quienes residen del lado mexicano; pues las personas deben conocer un mínimo del idioma inglés y sobre todo tener un permiso laboral (tarjeta verde o visa laboral), o la nacionalidad estadounidense, o al menos visa para cruzar la frontera diariamente (aunque desde marzo de 2020 hasta el 8 de noviembre 2021 la frontera estuvo cerrada para las personas con visa de turista por lo que no pudieron cruzar durante estos 19 meses).
De esta manera la población que trabaja en esas dos actividades es también muy diferente. En la maquila se desempeñan principalmente jóvenes, personas que no tienen a su cargo una jefatura de un hogar (como hijo o hija del jefe u otro pariente). En contraste, en el empleo transfronterizo están sobre representados las y los trabajadores de mayor edad y jefes de hogar.
Lo más notorio de estos dos tipos de actividad laboral es que tienen una distribución por género muy diferente. La maquila que tenía un personal femenino dominante a sus inicios, se ha desfeminizado a partir de los años 90 en las ciudades fronterizas.
Así, las obreras son menos numerosas que los obreros en las maquiladoras de las ciudades fronterizas, ya que en promedio son 84 mujeres por cada 100 hombres (en Nogales y Matamoros tienen números cercanos de hombres y mujeres); sin embargo, este sector continúa siendo muy atractivo para las mujeres pues su relación de feminidad es mayor que la del conjunto de la población económicamente activa de los municipios fronterizos que es de 60 mujeres por cada 100 hombres.
En cambio el empleo transfronterizo es mucho más masculino: sólo 40 mujeres por cada 100 hombres, pero con diferencias importantes por ciudades, por ejemplo, en Tijuana hay 48 mujeres por cada 100
hombres que van a trabajar en un mercado urbano amplio en San Diego, comparado con 20 mujeres por cada 100 hombres en San Luis Río Colorado que van a trabajar en el mercado agrícola de los campos de Arizona.
Esta gran diferencia de género nos hace cuestionar sobre las razones por las cuales las mujeres no aprovechan tanto como los hombres este mercado laboral transfronterizo que permite conseguir mayores ingresos para residentes de la frontera mexicana.
Por estudios previos, se sabe que la conciliación entre la vida laboral y familiar representa la mayor dificultad para la inserción laboral de las mujeres, quienes atienden una “doble jornada”. Las dos categorías de empleo aquí comentadas son intensivas en horas laborales; por ejemplo en la maquiladora hay pocas personas trabajando a tiempo parcial. Sin embargo a estas horas laborales hay que añadir los tiempos de transporte que son mucho más elevados para el empleo transfronterizo que para los otros tipos de empleo incluyendo la maquila. 60 por ciento de los trabajadores transfronterizos tiene más de una hora de traslado, entre los cuales un tercio tiene más de 2 horas.
En comparación, sólo 10 por ciento del conjunto de trabajadores (incluyendo a los maquiladores) tiene más de una hora. Los trabajadores transfronterizos tienen más tiempo debido a que, primero, deben esperar para cruzar, y segundo, viajar para llegar al lugar de trabajo una vez cruzada la frontera. Estos viajes tan largos, al añadirse a las horas laborales, constituyen jornadas muy largas que dejan poco tiempo para las actividades del hogar, la otra jornada de las mujeres madres de familia.
Se entiende así porque son tan pocas en aprovechar los salarios más altos del lado estadounidense. La conciliación entre la vida laboral y la familiar sigue en el centro de la problemática del empleo femenino y de la desigualdad de género en el acceso a las mejores oportunidades de los mercados laborales fronterizos.
Además de esas diferencias entre mercados laborales, hay diferencias por género en el uso de los medios de transporte. Aún cuando mujeres y hombres tienen los mismos tiempos de traslado para ir al trabajo, como es el caso para el empleo maquilador, los medios de transporte no son similares. Las mujeres usan más que los hombres (71 por ciento vs 61 por ciento) los transportes colectivos, sea transporte de personal o autobuses de la ciudad.
En contraste, el uso del automóvil es mayor para los hombres que para las mujeres (29 por ciento vs 18 por ciento). Este resultado demuestra que aún con niveles de salarios parecidos, el acceso al automóvil sigue siendo más masculino. En consecuencia, hay una tendencia a que el transporte más individualista, como es el automóvil, sea más masculino y a que las mujeres usen más transporte colectivo, como el transporte público o de la empresa.
En esta época en que se plantean políticas públicas para desarrollar transportes colectivos y evitar el uso de automóviles para reducir las emisiones de CO2, esta evidencia debiera ser tomada en cuenta por los planeadores urbanos.
Dra. Marie-Laure Coubès
El Colegio de la Frontera Norte